martes, 25 de diciembre de 2012

Las rifas para viaje de fin de curso

A mí nunca me ha tocado la lotería. Bien es cierto que tampoco hago lo más mínimo para merecerlo, o sea, jugar. Por Navidad me permito un pequeño dispendio; compro algún décimo, comparto otro, poca cosa. Son, podríamos decir, compromisos.

No he verificado todavía si este año me ha tocado. Entre lo improbable de ser agraciado, en la lotería me refiero, y que el teléfono de mi casa no se haya quemado a fuerza de sonar, deduzco que como cada año me tendré que consolar con aquello de que mientras haya un sistema de sanidad pública

A veces pienso que esto de la lotería es una farsa, que a nadie le toca realmente, y que los presuntos premiados que salen en televisión brindando con cava catalán, champán o sidra achampañada (depending on the boycott) son en realidad actores. Pero no, he conocido a personas con credibilidad que ha conocido a otra gente, también respetable, que dicen saber de alguien que le tocó la lotería a un primo suyo. Luego, deber ser verídico.

Pero yo no quería hablar de la lotería nacional, sino de las rifas que se organizan en los institutos para financiar el viaje de fin de curso de los esarios (alumnos de la ESO).

Las calles de la ciudad están invadidas de estos especímenes que, sin miramientos, y a veces con tocamientos, te asaltan con esa carita de no haber roto nunca un plato, suplicando“¿me compra un número?. Encima te tratan de usted, ¡insensibles!.

Bien, yo suelo poner cara de Mr. Scrooge y rechazo negando lo justo con la cabeza.

Luego están las madres y padres que intentan comprometerte para que compres participaciones de sus hijitos. A veces lo consiguen (depending how you feel).

Sin embargo, lo que más me irritó fue cuando me enteré de cómo funcionaba el sistema de financiación. Resulta que lo recaudado no acaba en un fondo común, como yo suponía, y como era en mis tiempos de colegial. Según se ha establecido, cada vendedor se queda con la cantidad obtenida de los boletos que haya podido colocar. El argumento para defender este sistema frente al otro es simple. Dicen que si todo fuera a un fondo común nadie se esforzaría por vender, y que, por el contrario, el saber que cada uno recauda lo que vende les sirve de acicate para no caer en los males de nuestra sociedad, a saber: la pereza y la irresponsabilidad.

No niego que el argumento pueda tener su parte de razón; siempre habrá alguno más vaguete, o sencillamente más tímido, que venda menos que otros. Sin embargo, creo que teniendo la posibilidad de transmitir valores de cooperación, solidaridad o trabajo en equipo, estamos acentuando, perpetuando, esos otros valores individualistas que han impregnado la sociedad actual.

En el fondo, el mundo de los niños recrea el de los adultos. Si tenemos una sociedad agresiva, insolidaria e individualista y no hacemos nada por cambiar esos valores, no solo repugnantes, sino incluso contraproducentes –se obtiene más con la cooperación que con la competencia-, estamos condenados a malvivir en sociedades enfermas.

Seguro que más de uno, contaminado ya –aunque no sea consciente- de ideología liberal, hará una lectura incluso positiva del método por el que se financian los viajes de fin de curso. Los chavales –dirán- ya desde pequeños aprenden a luchar, a sobrevivir en una sociedad dura, a ganarse las habichuelas como Dios manda, a esforzarse, tal y tal,... No debemos mantener a vagos y a maleantes.

Yo, por el contrario, pienso que la escuela, un magnífico lugar para empezar a cambiar las cosas, debe transmitir –de hecho la mayoría de maestros y profesores lo hacen- valores cívicos que nos ayuden a mejorar la sociedad. Labor que muchas veces resulta estéril cuando la omnipresente publicidad les incita al consumismo desenfrenado, y cuando muchos padres, ya abducidos por el sistema, integran a sus hijos en este tipo de sociedad y de comportamientos.

Los que queremos cambiar las cosas sabemos que no será fácil, que el enemigo es muy poderoso y que hay muchos frentes en los que luchar. La escuela es uno de ellos.

jueves, 22 de noviembre de 2012

León el Africano, de Amin Maalouf

“A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía.”

De esta manera se presenta el protagonista de esta bella novela del escritor Amin Maalouf. A partir de los pocos datos conocidos de un viajero del siglo XVI, el autor recrea las aventuras de este poeta, mercader, embajador, espía, geógrafo,...
León el Africano es por un lado una novela de aventuras: entretenida y trepidante. Catalogable, asimismo, como novela histórica, aunque, en cierto modo, todas lo son. En este caso nos traslada al Mediterráneo, al oriental y al occidental, al meridional y al septentrional de un convulso siglo XVI.

Es una novela de amores y de odios, de costumbre ancestrales, de sociedades impregnadas de religión y de superstición. De seres ambiciosos, y de otros de vidas sencillas.

Pero, ante todo, para mí, León el Africano es una novela que trata del concepto de identidad. De su complejidad y de su fragilidad, y así como de la utilización que del mismo ha hecho al hombre para enfrentarse a otros hombres.


Nota: el tema de la identidad, o de las identidades, mejor dicho, es una constante en las preocupaciones de Maalouf. El autor teoriza ampliamente sobre ello en “Las identidades asesinas”, que comenté en este mismo blog.

viernes, 9 de noviembre de 2012

¿Me dice su nombre para dirigirme a usted?


Quiero contar mi experiencia para evitar que otros pasen por el mismo trance. Como no deseo mencionar la empresa para no dañar su imagen -disculpen si me río- vamos a llamarla NARANJA. Es una conocida empresa de telefonía que publicita servicios a precios aparentemente baratos, o como dicen ahora,  competitivos. Por razones oscuras que ni yo mismo conozco,  abrigo una tendencia casi natural a desconfiar de las empresas. No sé por qué siento que sólo les interesa mi dinero y no valoran otros aspectos de nuestra relación.
Me informé en tiendas NARANJA, que en realidad son franquicias. Me contaron las condiciones y precios del producto bastante bien, salvo en el sentido de omitir el pequeño detalle de que si contrataba directamente con la compañía me resultaría más barato. Es humano, comprendo el olvido.
Llamé varias veces por teléfono, y los comerciales que me atendieron me abordaban sistemáticamente con un “¿me dice su nombre para dirigirme a usted?”. Ya empezamos mal. Soy extremadamente celoso en cuanto a proporcionar datos personales. Pienso en  la opción de darle un nombre falso, pero a continuación me pide el nombre de la calle donde vivo, número, piso y puerta. Eso ya me irrita. Arguye que es para comprobar si hay cobertura. Parece razonable. Le proporciono el nombre de mi calle ,pero otro número próximo al mío y me niego a decirle piso y puerta, le hago saber que no lo estimo necesario. A regañadientes, accede. Tras el sonido de estar alguien tecleando al otro lado del hilo telefónico  escucho: ¡fantástico!, tiene usted la máxima cobertura -la comercial se va animando- ¿qué le parece nuestro producto?. Seguramente esperaba que yo cayera rendido a sus brazos, pero le digo que me lo tengo que pensar. Me despido y cuelgo educadamente.
Consulto la Web de la compañía y observo lo que me parecen algunas contradicciones. Vuelvo a llamar, de hecho lo haría varias veces, y encuentro serios problemas para obtener información a no ser que me doblegue a proporcionales los datos personales. Fíjense que, de momento, sólo estoy llamando para informarme, y así lo hago saber. Nada, si no me identifico, no me informan.
Al final, cuando creo resueltas mis dudas (por supuesto, desmenuzando la desinformación que aparece en su inextricable página Web), me decido a hacer la contratación on line. Sigo los pasos con sumo cuidado, y al final, en la última página donde aparecen todos los datos, se me ofrece la posibilidad de imprimirlo pinchando un icono en la parte inferior izquierda de la pantalla. De acuerdo, tras hacer clic en ese icono se despliega un PDF, visiblemente idéntico a la última pantalla. Lo imprimo. Cierro las pantallitas y marcho satisfecho.
Al día siguiente me da por leer la hoja impresa. ¡Hijos de puta!. -pienso en voz alta-.La información, que aparentemente era idéntica a la de la última pantalla del contrato a la que llegué mientras navegaba, resulta no serlo. El precio que aparecía no era el de la promoción, sino el habitual de la compañía, tampoco había constancia de las promociones que se incluían (llamadas gratuitas a móviles NARANJA y otras).  Indignado –una vez más- llamo a la compañía. No quiero cansar al lector con las tribulaciones por las que pasé, así que abrevio. La cosa es que al final se me hincharon las amígdalas y los llamé para cancelar la contratación. Ni siquiera  ese trámite fue sencillo, tuve que realizar varias llamadas, me pasaron a departamentos equivocados, tuve que contar la historia siempre desde el principio, en fin, lo que se dice una experiencia kafkiana. Finalmente, logré, creo –estoy pendiente de confirmación-, cancelar la contratación. Y ahora que me he desvinculado por fin de NARANJA,  tras un brevísimo pero intenso idilio, vuelo a ser un hombre feliz.

Un consejo, amiguitos: no aceptéis caramelos de desconocidos, y mucho menos si son de naranja.

martes, 30 de octubre de 2012

La Gran Transformación, de Karl Polanyi


Después de haber leído en distintos libros y artículos de economía referencias a “La Gran Transformación” de Karl Polanyi, me dije: tienes que conseguir ese libro y leerlo. No fue fácil, a pesar de tratarse de un clásico de historia económica y social está agotado en la mayoría de librerías de este país. Tras mucho buscar, localicé una edición  mexicana, de encuadernación humilde, la que aparece en la ilustración,  en una librería de Zaragoza, “Cálamo”.


Es un ensayo publicado en 1947, y trata de la gran transformación que supuso para la sociedad el paso de una sociedad pre-capitalista a otra plenamente capitalista o mercantilista. Los orígenes estarían en el siglo XV pero la plenitud llegaría en el XIX. Dicha transformación supuso una enorme dislocación social, y la sociedad buscó maneras de protegerse del nuevo sistema. El liberalismo económico confió ciegamente en el mercado autorregulado, pero este fracasó.  Una demostración de lo quimérico del sistema es la aparición de distintas respuestas a ese modelo: el fascismo (que económicamente siguió siendo capitalista) o el comunismo. 
El autor desmenuza distintas ideas, todas ellas muy interesantes. Voy a referirme sólo a algunas de ellas.




La Revolución Industrial del siglo XVIII registró un progreso casi milagroso en los medios de producción, pero a su vez, supuso una dislocación catastrófica en la vida de las gentes del pueblo. Destruyó el tejido social, y arrojó al hombre, antes arropado por la familia, la parroquia o  la comunidad, al individualismo de la fábrica. El trabajo, así como otros factores de producción: la tierra y el dinero, fue convertido en una mera mercancía.
Fue una conversión forzada, una ficción, pues las mercancías han sido tradicionalmente bienes creados para ser comprados y vendidos.
En ese mercado, el precio que se paga por el trabajo es el salario, y el trabajador se encuentra muchas veces abocado a aceptar salarios muy bajos y pésimas condicionas laborales so pena de morir por inanición.
En las sociedades tradicionales, nos recuerda el autor, rara vez un individuo moría de hambre salvo que la hambruna afectara a toda la comunidad. Existían lazos de solidaridad que el capitalismo cortó.


Otra de las ideas que expone Polanyi pretende corregir la visión transmitida por la ideología liberal de que el mercado es algo natural en el hombre. Esa manida idea de que el ser humano siempre ha sentido propensión a intercambiar bienes. Según Polanyi el intercambio ha sido tradicionalmente algo muy secundario. Las comunidades se proveían de cuanto necesitaban y lo repartían entre sus miembros según criterios redistributivos al margen del mercado. Por supuesto que existía el mercado, pero su importancia era muchísimo menor antes de la llegada del mercantilismo.


Tampoco, para el autor, la búsqueda del dinero o riquezas ha sido históricamente el aliciente que haya movido a los hombres. Más bien ha sido la búsqueda de prestigio social, que a veces, eso sí,  requería de la posesión de bienes, pero incluso en estos casos, la posesión de bienes es un medio y no un fin es si mismo.


Retomando el tema del mercado de trabajo, Polany nos ofrece un ejemplo conocido y muy interesante.


Cuando los ingleses cuando llegaron a sus colonias en el Pacífico, propusieron a los aborígenes trabajar para ellos a cambio de un salario. Estos no estaban por la labor; se proveían de alimentos y de cuanto necesitaban por otros medios: recolección, reparto o redistribución entre los miembros de la comunidad. Entonces, los ingleses talaron todos los árboles del pan, importante fuente de alimento para los nativos. Es decir, crearon escasez de manera artificial. Además les obligaron a pagar tasas por las viviendas –chozas- donde vivían. Así fue como los británicos les dieron la bienvenida al maravilloso mundo del trabajo libre.


Según Polanyi el liberalismo fue planeado, mientras que el proteccionismo social es la necesaria reacción espontánea a la dislocación social provocada por un mercado libre. El autor no niega que el mercado autorregulado haya traído una espectacular abundancia material, pero entiende que se trata de un punto de vista demasiado parcial y estrecho. Convertir la tierra, el trabajo y el dinero en meras mercancías es un grave error,  pues cada una de ellas posee características y cualidades que no se expresan en la racionalidad formal del mercado, subordinando la esencia de la sociedad a las leyes del mercado.

Para ir concluyendo, éstos y otros aspectos trata el autor en esta obra maestra de la historia económica y social de los siglos XIX y XX (hasta mediados). Lo económico es indisociable de lo social, no debemos caer en el error, como se está cayendo en la actualidad, de pensar que la esfera económica está fuera y por encima de la esfera social y de la esfera política. Hay que someter lo económico a lo político y, en definitiva, a lo social.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Visita al médico por un problema puntual

Cuando le dije a mi médico de cabecera que tenía problemas con los signos de puntuación me miró desde su bata blanca, por encima de unas gafas redondas, con aire de preocupación. Me preguntó qué me ocurría exactamente. Le conté que en ocasiones dudaba con los signos de puntuación. Si debía poner coma el final de determinadas frases o no. Si sería mejor un punto o, tal vez, un punto y coma. Por ejemplo -le dije- me preocupan mucho los “sin embargo”. El otro día estaba en el ordenador de mi casa escribiendo un pequeño relato y mientras escribía “Detestaba todo de ella y, sin embargo, la odiaba”, dudé si lo correcto sería escribir “Detestaba todo de ella y sin embargo la odiaba”,”. ¿Entiende lo que le digo, doctor?. Él asintió y continuó con sus preguntas. ¿Qué enfermedades ha pasado de niño?. Le dije que todas las habituales. Me preguntó, ¿y la gramática?, también –respondí- cuando iba a primaria.
Bien, –seguía con sus preguntas- ¿ha observado problemas con la sintaxis, la ortografía o la fonética?. Le dije que no, al menos que yo fuera consciente. Hombre, cuando escribía en catalán, en ocasiones dudaba con los pronombres débiles, pero que eso le pasaba a muchos catalanes y que tampoco me parecía tan grave.
A continuación se interesó por la alimentación. Con la mirada esquiva le dije que más o menos consumía de todo, variado y sano. No convencido me preguntó exactamente qué ingería. Me sinceré. Básicamente novelas del siglo XIX y XX y ensayos. Puso el grito en el cielo. Eso está bien, pero ¡¿y la poesía?!, ¡¿y el teatro?!. Le dije que el teatro era superior a mí, que no lo soportaba; me molestaba páginas y páginas llenas de diálogos y ningún narrador. Y en cuanto a la poesía, le dije que sólo la consumía de vez en cuando, que por lo general me resultaba indigesta. Que únicamente toleraba a poetas que escribieran de manera sencilla y comprensible como Antonio Machado o Ángel González. Me dijo que lo entendía, que le pasaba a la mayor parte de la población, pero que era importante mantener una dieta equilibrada y variada. No podemos nutrirnos solo de lo que nos gusta –aseveró-.
Indagó sobre si había antecedentes en mi familia, y le dije que sí, y con enfermedades mucho más graves. Que mis padres apenas habían cursado la educación primaria, y que eso deja secuelas para el resto de la vida. No eran analfabetos, pero sí tenían serios problemas con la sintaxis, la fonética y la ortografía.
Finalmente, me indicó que si no toleraba el teatro, podía sustituir sus nutrientes por novelas ricas en diálogos, pero que la poesía no debía olvidarla, que era muy necesaria, y no solo para escribir correctamente –añadió –sino, sobre todo, para alimentar un espíritu libre.
También me prescribió reposo absoluto durante al menos unos días, que no escribiera nada más que lo necesario, que utilizara frases cortas separadas por puntos, y que, sobre todo, evitara las subordinadas y los elementos conectivos y los relacionantes, que con el tiempo podría mejorar algo pero nunca esperara escribir como Marcel Proust.
Le di las gracias y marché con un ejemplar de “El Jarama” que me había pautado.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La Diada de l´ engany

Quan li vaig contar a un amic anglès que l´onze de setembre commemoràvem una derrota es va estranyar. Em va dir que ells, els anglesos, només celebraven les victòries. Sembla que hi ha un punt de masoquisme en el caràcter català o, tal vegada, no hi ha hagut massa moments a la nostra història per treure-hi pit.
Ara sembla que molts catalans treuen pit per exigir a Madrid una relació diferent.

CiU posa a la seva fulla de ruta el pacte fiscal, i, amb veu de ventríloc parla de llibertat (del país)  i independència, per anar fent boca.
Altres partits polítics i asociacions exhibeixen sense ambages la seva vocació secessionista.
N´estic segur que CiU no desitja la indepèndencia; la seva base tradicional, l´empresariat català, no els convé.  CiU està jugant de farol. La coalició és conscient de la debilitat actual des PSC. Només li fa nosa el PP català (perdó per la contradicció) i segurament avançarà les eleccions per aconseguir una majoria absoluta. Un escenari molt previsible i probable, per desgràcia.
Per aconseguir aquesta majoria, CiU sap que ha d´arribar a la fibra sensible de molts catalans, i és ací on fa l´entrada aquest discurs de l´ Estat propi.
CiU sap perfectament que amb la majoria del PP a Madrid mai no aconseguiran l´anhelat pacte fiscal. De indepèndencia, ni parlar-ne.
Per altra banda, vull deixar palès que les aspiracions independentistes de molts catalans em mereixen tot el respecte, però s´equivoquen si pensen que un Estat català serà un oasi de riquesa i prosperitat en un sud europeu cada vegada més deprimit.
Les solucions als problemes materials de la població no els hem de buscar en el marc geogràfic, sino en les polítiques socials. De res serveix (a la majoria de la població) una Catalunya independent si està governada per un partit (una coalició en aquest cas)  conservador com CiU.
Em penso que a Catalunya els discursos identitaris tenen un protagonisme excessiu a la premsa, i amaguen les necessitats materials d´una població cada cop més explotada i oprimida. Cal recuperar la consciència de classe per lluitar contra el veritable enemic: les polítiques neoliberals.

viernes, 20 de julio de 2012

Delincuentes habituales (por Liliana Bastián)


El otro día recibí un E-mail de una amiga, Liliana Bastián,  que escribe muy bien y que tiene cosas interesantes que contar. El correo contiene un escrito en el que esta resentida social se despacha a gusto sobre la culpa de los ciudadanos de este país en haber llegado donde hemos llegado. Lo más o menos novedoso del planteamiento es que sin exculpar a políticos corruptos o/y ineptos, empresas insaciables y otra fauna, reivindica la responsabilidad de nosotros, los ciudadanos, en la situación actual. Pero, mejor os dejo con Liliana…



Delincuentes habituales… 

( ... o salir de la crisis planteando los problemas de forma diferente)


       Si de quien roba a un ladrón se dice que tiene cien años de perdón, ¿qué podríamos decir de los que compran la mercancía que ha robado otro? pues va a haber que inventar un refrán que resuma lo que los juristas denominan "receptación", que es el término que se aplica al acto mediante el cual, un sinvergüenza se aprovecha a medias de lo que otro sinvergüenza le ha quitado a un inocente, después de que éste lo ganara con su esfuerzo y por medios honestos.

      Y cuando pillan al segundo sinvergüenza in fraganti, adquiriendo la mercancía robada por el primer sinvergüenza, no le sirve alegar que él ignoraba la procedencia de ese artículo, que actuaba de buena fe, que su economía no le permitía pagar más de lo que se le pedía por él, que si fue crudo o que si no coció, porque de todas formas se le considera un delincuente, lo que sin duda son(somos) todos los consumidores, en mayor o menor medida, cuando nos tiramos a comprar lo más barato sin pararnos a mirar o a pensar en nada más que en nuestra conveniencia más inmediata, es decir, el precio en cifras que nos aparece en la etiqueta o en la página web.


     Pero, ¿alguna vez nos interesamos por lo que vale realmente cada uno de los objetos o servicios que pagamos? ¿sabemos si las personas que los realizan lo hacen en las mismas condiciones que desearíamos para nosotros o para nuestros amigos y seres queridos? ¿sabemos acaso qué daño estamos causando a nuestro país, región o pueblo, cuando optamos por un artículo sin interesarnos por su procedencia, simplemente porque es más barato y quizá porque así podemos atiborrarnos con él, en vez de escoger el otro y conformarnos con menos cantidad?

    Y que conste que esto último no significa necesariamente que sea bueno enriquecer a empresas españolas, ya que como todos hemos leído y escuchado, muchas o la mayoría de ellas, han establecido sus sedes en países aún más pobres que el nuestro, en donde no pagan seguridad social ni respetan ninguno de los derechos laborales que, finalmente, están acabando por desaparecer también en España, o contratan aquí mano de obra extranjera, sumisa y con un nivel de aspiraciones todavía más bajo que el nuestro. No, por desgracia ya no es tan sencillo como decir "compra productos de empresas españolas" porque esa consigna hoy día significa muy poco o nada en un número de casos tan elevado que la hacen inútil.


     Entonces, ¿qué? ¿qué compramos o cómo invertimos nuestro escaso dinero, de forma que podamos sobrevivir sin cebar al mismo tiempo a la bestia que nos está comiendo a todos nosotros, directamente o valiéndose de sus carísimas marionetas, los politicos y la realeza parásita? En el momento actual, responder a esta pregunta es muy difícil, ya que una gran parte de la población está atravesando momentos de extrema dificultad, y no puede plantearse un cambio en sus pautas de consumo, puesto que ese numeroso grupo de personas (en el cual me puedo incluir yo también) ni siquiera se considera a sí mismo consumidor, sino más bien un mero superviviente.


   Yo no sé cómo invertir mis cuatro euros para poder alcanzar dos de los objetivos qué más me interesan como ser humano: sobrevivir y al mismo tiempo, cambiar el mundo, este mundo en el que me tocó vivir y que me repugna por sus injusticias y su extrema crueldad. No sé cómo invertir esos cuatro euros míos, pero sí tengo muy clara una cosa: que no compramos cosas baratas porque somos pobres, sino que nuestra pobreza actual y futura se debe a que siempre hemos comprado cosas baratas, de una forma temeraria y eludiendo día a día el grado de responsabilidad que siempre hemos tenido -y tenemos- en hechos tan graves como el alto nivel de paro al que hemos llegado actualmente, o el enriquecimiento de multinacionales y grandes empresas que nos explotan a nosotros en nuestro país, o a otros infelices en el suyo, ya sea cobrando precios abusivos por servicios básicos o condenando a los trabajadores y a sus familias a la miseria, igual que acabó ocurriéndonos a nosotros al final.


     ¿Hacía falta que nos viéramos en las mismas circunstancias que esas otras personas para que pudiéramos comprender el perjuicio que les hemos estado causando durante los anteriores treinta años, mientras engordábamos las cuentas bancarias de sus amos? ¿era necesario que acabáramos nosotros mismos sufriendo todas esas penalidades para que nos diéramos cuenta del verdadero precio que estuvimos pagando por ser unos compradores irresponsables? Por lo visto, sí que era necesario.


   Y ahora es cuando me viene a la memoria un refrán que sirve para describir nuestra conducta delictiva como ciudadanos que apoyaron y apoyan negocios de ladrones, a saber, "tanto peca el que roba, como el que le sujeta la escalera". Sospecho que vamos a tener suficientes ocasiones para reflexionar sobre todo esto ahora y durante mucho más tiempo en el futuro, y si alguien sigue pensando que no es inmoral ni destructivo aceptar ofertas comerciales tentadoras, teniendo en cuenta únicamente el beneficio personal e inmediato y cerrando los ojos a todo lo demás, entonces estará también en condiciones de comprender y perdonar a todos los que a niveles superiores, han hecho exactamente lo mismo con el esfuerzo y el dinero de todos. 


Un saludo a tod@s de Liliana Bastián Rodríguez

miércoles, 18 de julio de 2012

Algunas preguntas que respondería un niño de cinco años





¿A quiénes benefician las políticas neoliberales?


A la banca alemana, que se beneficia de los flujos de capital periferia-centro. A la clase empresarial exportadora alemana. Los países periféricos no pueden aumentar su competitividad devaluando su moneda. Al Estado alemán, que se financia muy baratito gracias a sus bonos, considerados “valor seguro”, debido, en gran medida, a la especulación sobre la deuda pública de los países periféricos.A la banca española, que se beneficia del endeudamiento de las familias y de pequeñas y medianas empresas.A la gran patronal española, que está consiguiendo el viejo sueño de la eliminación de la protección social y del debilitamiento de los trabajadores y de sus instrumentos,  como los sindicatos.A las rentas altas, cuyos ingresos, básicamente rentas de capital, se benefician de un tratamiento fiscal altamente regresivo.

¿A quiénes perjudican?

A todos los demás, a la mayoría de la población.


Los gobiernos dicen que no hay alternativas, ¿es eso cierto?

Falso, las decisiones económicas se basan siempre en alternativas, si no hay alternativas es que no se trata de una decisión económica. Por ejemplo, decidir la no construcción de un puerto de mar en Madrid no es una decisión económica. Las decisiones económicas, por tanto, se toman en función de distintas opciones; la elección de una u otra tiene efectos distintos, normalmente, beneficia a unos y perjudica a otros.


¿A qué tipo de sociedad conducen las políticas neoliberales?
No es necesario teorizar, muchos países del mundo ya han sufrido estas políticas y los resultados están a la vista. Desmoronamiento del Estado del Bienestar (donde lo había), mayor desigualdad social, y por tanto, menor cohesión social, mayores cotas de delincuencia y de violencia, pérdida de calidad democrática, precarización del trabajo, pérdida de derechos laborales y sociales, represión,...


Dicen que los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ¿es eso cierto?
Esa frase es, desde un punto de vista lógico, una contradicción en términos. ¡Es imposible que alguien pueda vivir por encima de sus posibilidades! Si son sus posibilidades (de vivir), ¿cómo podría vivir alguien por encima? El lector bufará para luego matizar, “bueno, me refiero a vivir del crédito”. Respuesta: el crédito también forma parte de sus posibilidades, de hecho, es la base del sistema capitalista y, además, sin crédito no hay crecimiento.


¿Se ha hecho un uso excesivo del crédito?

Pues sí, efectivamente, pero las entidades financieras han sido las primeras interesadas en fomentar este tipo de comportamiento, y han sido las clases altas y las grandes empresas –existen datos sobre ello- las que más han se han endeudado.


Si vivimos en una democracia, ¿Por qué los representantes elegidos por el pueblo actúan contra él?

Porque en realidad vivimos en un remedo de democracia, una apariencia, una fachada. El poder político está hoy controlado por las grandes empresas y por la banca, o dicho de otro modo, por los ricos y los superricos; de ahí que las políticas tiendan a favorecer a estas clases en detrimento del resto.
Lógicamente, se trata de ocultar esta realidad haciendo creer a la población que vive en una verdadera democracia. Sin embargo, esta concepción de la democracia  limita la participación política de los ciudadanos exclusivamente a votar en elecciones cada cierto tiempo. Es la política institucional -según esta concepción- la que debe ocuparse de los asuntos públicos. Los ciudadanos tienen vedado hacer política, deben consumir, ver televisión, fútbol, telenovelas, etc., y acatar  las decisiones de los que mandan, que además, son los que entienden.
Los grandes medios de comunicación, en manos de los poderes financieros e industriales, colaboran a transmitir esa (falsa) idea de democracia.


¿Qué ocurre cuando movimientos como el 15-M cuestionan la labor de los políticos y el sistema?
Pues que el propio sistema, a través de los grandes medios de comunicación, trata de desacreditar a estos movimientos sociales. La propaganda negativa los califica de ingenuos -en el mejor de los casos-, antisistema, radicales, violentos,… en definitiva, peligrosos para la sociedad.
La utilización de la policía para reprimir las voces disonantes y la elaboración de leyes para perseguir la disidencia completan el cuadro represor.


Parece que todo esto pinta bastante mal, ¿está todo perdido?
Todavía no.

¿Hay esperanza?
¡Por supuesto, la esperanza es lo último que se vende!

miércoles, 20 de junio de 2012

Últimas tardes leyendo últimas tardes con Teresa


Las tardes de junio son buenas para leer Últimas tardes con Teresa. Los días son largos y la luz del día acaricia hasta tarde las páginas de un libro. Ovillado en el sofá leo en voz alta mientras Laura escucha ilusionada.
La novela de Marsé nos traslada a la Barcelona de los años cincuenta. La historia: el encuentro entre el Pijoaparte, un inmigrante del sur que malvive delinquiendo y Teresa Serrat, una estudiante universitaria, burguesita y de izquierdas. Un amor imposible entre dos mundos opuestos. El reflejo de una época gris, y una retahíla de topónimos que evocan mi barrio, mi ciudad y mi tierra. El Carmelo, la calle Gran Vista, la Calle Cartagena junto al Hospital de Sant Pau, el Parque Güell, la Avenida Virgen de Montserrat, el Paseo Maragall,… y ya fuera de Barcelona, una torre -como llamamos en Catalunya a los chalets- en Blanes.  Y allí donde nace la Costa Brava, un roquedo, un pinar, unas olas que escupen algas, un día de verano, soleado, un cielo azul solo violentado por algunas nubes deshilachadas.
Últimas tardes con Teresa es una de las novelas más bellas que he leído jamás. Yo, acurrucado en el sofá, y ella tumbada sobre una manta con la mirada perdida en esa Barcelona de posguerra.
Lector o lectora impenitente, si no la has leído, no sabes lo que te has perdido, ¡corre a cogerla!, aún es junio y los días todavía son largos.

miércoles, 13 de junio de 2012

23 cosas que no te cuentan del capitalismo


En la portada aparecen dos perros; uno es desproporcionadamente grande con respecto al otro. Entre ellos el título del libro: “23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo”. Frase sugerente que me animó a leerlo.
Escrito por el coreano Ha-JoonChang, especialista en economía del desarrollo y profesor de economía en Cambridge, el libro repasa 23 mitos del capitalismo que el autor trata de desenmascarar.
El profesor Chang advierte en las primeras páginas que se considera un economista partidario del sistema capitalista, luego su crítica no es contra el sistema en sí, sino contra su versión más salvaje: el neoliberalismo. Estamos, pues, ante un socialdemócrata. Bien, hechas las presentaciones voy a comentar los tres primeros mitos para ir abriendo boca.

El mercado debe ser libre, dicen los neoliberales. Si interviene el gobierno los recursos dejan de fluir con la máxima eficacia; si la gente no puede hacer lo que le resulta más rentable, pierde alicientes para invertir e innovar.
Falso: Todos los mercados tienen reglas y límites, acotan la libertad de elección. No existe un mercado objetivamente libre. Pensemos, por ejemplo, en la legislación sobre trabajo infantil (cuando se suprimió algunos protestaron enérgicamente: si un niño quiere trabajar y un empresario lo necesita, ¿quién es el gobierno para impedirlo?). También hubo un tiempo en que se comerciaba con seres humanos (esclavos). Afortunadamente, también ahí se limitó la libertad de mercado. En realidad, la tendencia ha sido introducir más normas. Así cuando un economista neoliberal dice que no hay que introducir una regulación determinada porque limitaría la “libertad” de un determinado mercado, no hace sino manifestar una opinión política, la de que rechaza los derechos que defendería la ley propuesta.

Otro de los mitos es aquél que considera que los directivos de las empresas están interesados en el éxito de la empresa, ya que eso redunda en beneficio de los propietarios (accionistas).
Lo cierto es que salvo cuando un solo accionista tiene muchas acciones, los accionistas tienen mucha movilidad (venden y compran acciones), luego, les interesa más el beneficio a corto plazo que un proyecto de empresa sostenible. De hecho son los que menos se implican en su viabilidad a largo plazo, ya que fácilmente pueden salirse de la empresa vendiendo sus acciones.
En países como Alemania los trabajadores, más interesados en la viabilidad de la empresa a largo plazo que los accionistas, tienen representación en el Consejo de Administración. El modelo de las cooperativas también permite que el capital no abandone a los trabadores (ya que son también los propietarios) en busca de mercados de trabajo donde la mano de obra resulte más barata.

Tercer mito: Se paga en función de la productividad. Sólo el mercado laboral libre puede retribuir a las personas de una manera eficaz y justa.
En realidad, la principal causa de la brecha salarial entre países no son las diferencias de productividad sino el control de la inmigración. Ejemplo: un conductor de autobús sueco que cobra 50 veces más que el conductor de Rickshaw indio, pero la razón no está en la productividad de cada uno, es más, seguramente el conductor indio es más habilidoso que el sueco. En realidad la productividad viene dada por el sistema socioeconómico en el que se mueven (mejor tecnología, mejor organización, mejores instituciones, mejores infraestructuras,..Y todo ello debido a acciones colectivas que se  han forjado durante generaciones).

Como avancé al principio no voy a desvelar toda la trama del libro, invito a lector o lectora a que lo descubra. Aunque sea un libro que trata de economía, se lee de forma amena y es de fácil comprensión.

lunes, 21 de mayo de 2012

Un sábado cualquiera...


Es sábado por la tarde. Siguiendo nuestra rutina sabatina paseamos por el centro de la ciudad. Entramos en la biblioteca pública para devolver un libro de Erich Fromm. El cielo amenaza lluvia, en el norte el cielo siempre amenaza, y Laura me recrimina no haber cogido un paraguas. Me separo de mi mujer –momentáneamente, se entiende- pues mientras yo quiero acercarme a una céntrica librería que está en la calle San Bernardo, ella aprovecha para ir a ver trapos. Las mujeres suelen ser muy coquetas.
Estoy en la planta de abajo, un sótano donde se encuentran libros técnicos: Economía, idiomas, Historia, Derecho, Ciencias, etc.
Me acerco a la sección de Sociología, en parte por interés por la temática y en parte atraído por la conversación que un cliente mantiene con la dueña del negocio, una mujer de unos 36 años. Escucho con disimulo. Hablan de la crisis económica.¡Qué raro!
El cliente lleva el mayor protagonismo. Que si el gasto en las autonomías, que si la prima de riesgo, que si algo tienen que hacer, que si lo que no se puede hacer es lo que pasa en Grecia con la gente en las calles, pues los inversores se marchan, etc.
Me muerdo la lengua para no intervenir en una conversación privada que trata de lo público; de ahí mis dudas sobre una posible intervención. El cliente marcha despachado a gusto.
En ese instante llega mi mujer y le señalo las novedades haciendo ver la gran cantidad de libros sobre la crisis económica. La dueña, que aún debían quedarle ganas de hablar, interviene: “Sí, están muy de moda, con esto de la crisis…” pero enseguida deriva la conversación hacia su particular visión de la crisis, cimentada en ese generalizado desprecio hacia lo público; que si ella se operó de unos pólipos y en una semana ya estaba trabajando mientras una amiga suya funcionaria había estado más tiempo de baja, que si debería haber más control, que si las autonomías, que si lo público está muy bien pero…..(esa adversativa siempre me ha parecido muy simpática; me recuerda aquella otra de “yo no soy racista pero…”).
El caso es que los tres nos enzarzamos en una conversación formalmente educada pero donde afloran diferencias de opinión. Por la manera de reaccionar de la librera me doy cuenta de que mis argumentos no la convencen, (aquí no vale aquello de que el cliente siempre tiene razón). Eso se nota, pues aunque su cabeza asienta, la mirada vaga y esquiva de sus ojos, y el trazo escéptico que dibujan sus labios contradicen lo anterior.
La charla ya empieza a durar demasiado y no conduce a nada. Yo ya me he encaramado disimuladamente a la escalera y solo necesito una señal para partir. El teléfono suena en ese instante, es nuestra ocasión; nos despedimos amablemente.
Ya en una cafetería, hojeo la prensa, el mismo cansino discurso sobre la crisis, los mismos argumentos, las mismas ideas, los mismos culpables, las mismas mentiras…Me recuerdan las consignas que repetía maquinalmente la muchacha de la librería.
¡Qué lástima! –pienso en ella- ¡con la cantidad de libros interesantes que tiene al alcance de sus manos y que no haya leído al menos unos cuantos!.

miércoles, 9 de mayo de 2012

MOVILIZACIÓN SOCIAL: 15M-12M


Durante la Segunda Guerra Mundial, países como Bélgica, Francia o Checoslovaquia fueron ocupados por el ejército del III Reich. Algunos ciudadanos se organizaron en resistencias al invasor, otros colaboraron con él,  pero la mayoría permanecieron impasibles en espera de que llegaran los aliados y los liberaran del terror nazi.
Los aliados llegaron, y los liberaron.

Actualmente, las sociedades de nuestro entorno estamos asistiendo a otra forma de ocupación, tal vez más sutil, pero extremadamente perniciosa.
Esta vez el enemigo no es una potencia extranjera, algunos podrían hablar de los EEUU, y bastante de cierto hay en ello, pero yo pienso más en clave ideológica (de lucha de clases). Estamos asistiendo al triunfo (momentáneo) de una ideología que desprecia la sociedad (Margaret Thatcher dijo que la sociedad no existía, que sólo existían los individuos). Una ideología que pervierte la democracia; es obvio que las políticas que se están aplicando en la actualidad contravienen los deseos y las necesidades de la mayoría de la población. Una ideología que desdeña el Estado del Bienestar porque su mantenimiento necesita recursos que los ricos y poderosos no quieren colaborar a sufragar. Una ideología que odia a los inmigrantes, a los funcionarios, a los sindicatos, a las izquierdas,  y  a cualquier cosa que atufe a sector público (excepto el armamentístico –keynesianismo militar-). Una ideología que elude el debate, porque es sabedora de que sus argumentos no convencerán más que a los suyos.
Una ideología que ha domeñado incluso a poderosos partidos políticos nominalmente de izquierda; que se ha hecho con el control de los grandes medios de comunicación, creadores de opinión y doctores que prescriben comportamientos.

El Estado Social surge como un pacto entre el poder político y el económico. Se empieza a gestar en el siglo XIX en la Prusia de Bismarck (Sozialstaat). No fue precisamente la humanidad del Canciller de Hierro la que garantizó las prestaciones económicas a los obreros cuando caían enfermos o se jubilaban, fue más bien el clima de  extrema conflictividad en las calles lo que obligó a Bismark a convertirse en el iniciador de este tipo de prestaciones.
Sin embargo, el llamado Estado del Bienestar se empezó a gestar en los años cincuenta en la Europa occidental y escandinava –en España no, claro- y se desarrolló hasta que en las últimas décadas las políticas neoliberales han iniciado su desmantelamiento.
Los primeros ensayos del neoliberalismo –la nueva, aunque vieja ideología- en el Chile de Pinochet y otros países de Latinoamérica serían un aperitivo de lo que luego perpetrarían Margaret Thatcher y Ronald Reagan. El colapso de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín, y la engrasada maquinaria de propaganda neoliberal hicieron el resto. Ese pacto al que antes aludíamos entre el poder político y el económico se rompió. Los Estados –detentores del poder político- han sido hoy ya  engullidos por el gran capital transnacional.
Dicen que mandan los mercados –eufemismo de “especuladores”-, pues bien, no lo permitamos.
Al principio de este post aludía a esos ciudadanos indolentes de los países ocupados durante la segunda guerra mundial que se limitaron a esperar la liberación. En aquel momento la jugada les salió bien. Sin embargo, en la actualidad no vendrá nadie a rescatarnos –sólo se rescatan bancos-. Si existe alguna posibilidad de revertir la situación, ésta pasa por distintas estrategias, y  una de ellas es la movilización social.
Soy consciente de que la desinformación, la resignación, la apatía o el miedo paralizante, son grandes enemigos para la lucha. Si a ello añadimos la carencia de tribunas donde hacer sentir nuestra voz, el panorama es ciertamente desolador. Sin embargo, yo no veo otra salida que la acción política desde abajo, desde la población afectada, desde la ciudadanía.
Este sábado 12 de mayo, están convocadas manifestaciones en muchas ciudades del reino de España y otras en el globo globalizado. Buen momento para hacer nuevas amistades en la calle.

lunes, 7 de mayo de 2012

Aicnàlubma


Aquest estrany nom és el títol del primer llibre que ha publicat el periodista Joaquim Maria Puyal i Ortiga.  Un comunicador força conegut a Catalunya que fa temps que va deixar de treballar a la seva estimada televisió perquè –segons ell mateix confessa- els objetius mercantilistes dels productors s´allunyaven de la seva manera d´entendre el medi. Les seves retransmissions radiofòniques dels partits del Barça continuen éssent una referència per a molts seguidors.

Aicnàlubma és, como diu el subtítol del llibre, un conjunt de reflexions sobre la societat i els mitjans i unes propostes per a la nova televisió.

L´assaig comença amb una metàfora molt ben triada. El retrovisor del cotxe ens mostra part de la realitat que hi ha darrera el vehicle  i ens condiciona la presa de decisions. A la vida, les persones veiem condicionada la nostra presa de decisions per la realitat que ens mostra el televisor.
Al cotxe, quan veiem pel mirall una ambulància (escrit aicnàlubma, per poder-ho llegir) cedim el pas. Sabem que és un vehicle especial.
És tracta de una informació certa, interessant i entenedora. Però imaginem quin desgavell si hi haguéssin moltes aicnàlubmes falses. Els conductors no tindrien manera de fugir de l´embús.
De la mateixa manera, quan per televisió apareixen moltes “aicnàlubmes” falses, l´espectador no sap com reaccionar.
 “L´espectador addicionat –diu Puyal- ha reduït o perdut la capacitat de prendre decisions personals (li són prescrites les línies de comportament) i, ,per la inèrcia i la dòcil acceptació d´automatismes col.lectius, ha acabat confonen allò que és corrent (fet generalitzat) amb allò que hauria de ser normal (fet lògic). Tot amb mètodes irrebatiblement democràtics”.

Al llarg del llibre, l´autor ens parlarà de la praxi periodística, dels poders econòmics i polítics, del grans emissors (empreses de comunicació), del petits emissors (els periodistes, sovint sotmesos als poders abans anomenats i als criteris mercantilistes dels grans emissors). També ens parlarà de les llengues, del colonialisme lingüístic i cultural, de les noves tecnologies, de la trascendència social de la televisió, dels mitjans a Catalunya i d´altres aspectes relacionats amb el món de la comunicació.

En Puyal reivindica el paper de la televisió com a dret inalienable de l´espectador; el ciutadà de la democràcia té dret a un model de televisió que el tracti com a persona.
Preocupat per la drecera que ha pres l´actual  model de televisió, ens adverteix de la  necessitat urgent de canviar-lo, i ens aporta idees.

Penso que “Aicnàlumba” és un assaig lúcid, pertient i necessari.
Felicitats, Puyal.

miércoles, 18 de abril de 2012

La democracia del espectador

El título de este post lo tomo prestado de una expresión utilizada por el profesor de Historia de la Universidad de Barcelona Bernat Muniesa, de cuyas clases, por cierto, disfruté como alumno hace ya algunos años.
Lo que cuento a continuación, muy resumido, aparece en su libro “Libertad, Liberalismo, Democracia”. Un librito de sólo 104 páginas, todas ellas muy buenas.
Bien, cuenta el doctor Muniesa en su ensayo que en 1968 el Gobierno estadounidense, con Lyndon B. Johnson al frente, encargó un estudio secreto a un equipo dirigido por el periodista Walter Lippmann. Este informe se denominó: La teoría progresiva acerca del pensamiento democrático liberal y los medios informativos.
Dicho informe partía de la tesis de que sólo una élite especializada de hombres responsables está en condiciones de tratar los verdaderos problemas de una sociedad y de resolverlos satisfactoriamente para la nación (se refería a los EEUU). Este informe introdujo el concepto de democracia progresiva, que distingue dos tipos de ciudadanos.
En primer lugar, aquellos ciudadanos que asumen un rol activo en cuestiones de gobierno y administración: la élite especializada, es decir, aquellos que analizan, toman decisiones, las ejecutan, que controlan y dirigen los procesos que implican sobre todo a lo político y lo económico.
En segundo lugar, lo que aquel informe llamaba rebaño descarriado, o sea, la casi totalidad de la población civil, de la cual deben protegerse los intereses de la nación.
Según el informe los ciudadanos deben ocuparse únicamente de sus propios asuntos personales y sólo de ellos. Cualquier otra tentación, tanto si busca asociarse para crean un movimiento social como si aspira a intervenir de algún modo en los asuntos políticos, para los cuales no está capacitado, deber ser valorada como peligrosa.
En este mismo informe se introdujo el concepto de revolución en el arte de la democracia para fabricar consensos, es decir, para producir en la población civil –mediante la propaganda- la aceptación de cuestiones incluso no deseadas, hábilmente manipuladas y decididamente presentadas como necesarias e inevitables.

En los años ochenta el sociólogo J. F. Lippset recibió un encargo de la Administración Reagan: otro informe que actualizaría el de Lippmann, ya fallecido. La élite –dice el informe- debe ser consciente de no sucumbir a ciertos dogmatismos democráticos, los cuales afirman que en democracia los ciudadanos son los mejores jueces. Un error, porque no lo son. Somos nosotros (la élite sabia) los mejores jueces de los asuntos públicos y como tales no debemos permitir que los juicios erróneos que provienen de la sociedad civil interfieran la seguridad nacional. Y para ello contamos con un instrumento extraordinario: la propaganda.
Tanto para Lippmann como para Lippset, la clave del éxito está en el control de la opinión pública y la subordinación de la sociedad civil.
La Fórmula Valley, teorizada en la Universidad de Yale en 1998, explica cómo combatir los movimientos sociales que brotan en la sociedad civil por disconformidad, rechazo o demandas explícitas contra situaciones injustas o lesivas para la sociedad o parte de ella. La fórmula establece que: llegados tales casos, las instancias de poder deben desacreditar tales movimientos y el argumento debe ser presentarlos como perjudiciales para la nación.

Todo esto me recuerda las, al menos, dos visiones que existen de la democracia:

a) aquella visión en la que la sociedad civil tiene a su alcance recursos para PARTICIPAR de modo significativo en la gestión de los asuntos, tanto particulares como públicos, en un contexto de medios de información libres e imparciales.
b) Aquella otra en la que el sistema de poder considera que la sociedad civil no debe interferir en la gestión pública, salvo en el acto de votar cada cierto tiempo. Es decir, que debe limitarse a DELEGAR en sus representantes.

Yo, obviamente, me quedo con la primera visión, pero resulta evidente que la casta política, aunque jamás lo reconocerá, aboga por la segunda.
¡Buenas noches y buena suerte!

domingo, 15 de abril de 2012

Raíces económicas del deterioro ecológico y social



Bajo el sugerente título de Raíces económicas del deterioro ecológico y social se esconde un ensayo muy interesante del economista José Manuel Naredo.
El autor reinterpreta problemas sociales y ambientales desde perspectivas más amplias de las habituales.
A continuación presento algunos de los temas que desarrolla este ensayo.
La actual ciencia económica se consolidó en el estudio exclusivo de los valores monetarios, cortando el natural cordón umbilical con la ecología.
La economía, como disciplina que trata de la asignación de recursos que son limitados, nunca debió olvidar su base física: los recursos naturales (alimento, materias primas, fuentes de energía).
La idea de crecimiento surge en el siglo XVIII, bajo una visión organicista de la Tierra apoyada en una concepción, entonces vigente, de permanente crecimiento de animales, plantas y minerales. La idea de crecimiento resultaba entonces coherente con la creencia de un mundo físico en expansión, que incluía el reino mineral. En aquella concepción equivocada el crecimiento económico se correspondía con el crecimiento físico.
A fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX la geodesia, la mineralogía y la química modernas desautorizaron la antigua idea del crecimiento de los minerales y de la Tierra misma, por ello, los economistas clásicos no pudieron menos que aceptar que el crecimiento de la población, la producción y los consumos (materiales) resultaban inviables a largo plazo.
No obstante, los economistas de finales del siglo XIX y principios del XX, llamados neoclásicos, acabaron vaciando de materialidad la noción de producción, separando ya por completo el razonamiento económico del mundo físico, y completando así la ruptura epistemológica que supuso desplazar la idea de sistema económico –con su carrusel de producción , consumo y crecimiento- al mero campo del valor.
La mitología del crecimiento subraya sólo la parte positiva del proceso económico –las ganancias de dinero y su supuesta utilidad- cerrando los ojos a los daños sociales y ambientales que origina. Así el término producción se acuñó y popularizó como parte del discurso económico dominante, para encubrir el doble daño ambiental: la extracción de recursos y la emisión de residuos. Este último, principal problema ecológico de los países ricos.
Ciertamente, en los años setenta, a raíz de las crisis energéticas (1973 y 1979) y tras cierta concienciación sobre la problemática (deforestación, deterioro de suelos, posible aumento de la desnutrición, enfermedades, conflictos,…) se llega a cuestionar el sistema productivo en muchos foros (el PNUMA -Programa de la Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente-, los informes Meadows sobre los límites del crecimiento, etc.). Desgraciadamente, en los años ochenta el abaratamiento de las materias primas y el oportuno lavado de imagen condujeron a que se olvidaran o tildaran de catastrofistas las anteriores advertencias.
En la actualidad se trata de tranquilizar a la población con políticas de “imagen verde”, en que todo tiende a calificarse de ecológico y sostenible, ocultando o banalizando las contradicciones y daños ocasionados sin cambiar los criterios de gestión.
Asimismo, el concepto de crecimiento fue sustituido por el de desarrollo, mucho más amable. Que a su vez aderezado con el mágico adjetivo sostenible, acabó por ocultar un hecho incontrovertible: si por desarrollo se acepta el crecimiento de cualquier variable física –y así es- el desarrollo esconde crecimiento y por tanto, la expresión “desarrollo sostenible” acaba resultando una contradicción en términos, un oxímoron.

El ensayo se adentra en muchos aspectos que sería prolijo reseñar en este post, por lo espero los trazos aquí dados sirvan para despertar la curiosidad del lector por este excelente ensayo.



Para acabar quiero citar una anécdota que también cuenta Naredo en su libro.
Cuando la India logró la independencia, unos periodistas le preguntaron a Gandhi si el nuevo país trataría de lograr el nivel de vida británico. A lo cual respondió el líder indio: “Si el Reino Unido ha necesitado expoliar medio planeta para conseguir ese nivel de vida, ¿cuántos planetas necesitaría la India?."

viernes, 23 de marzo de 2012

La historia de Manolo

Lo que sigue a continuación lo he encontrado en el excelente blog de Alberto Garzón Espinosa Pijus economicus”. A veces los ejemplos resultan más ilustrativos que la teoría, por ello creo que es interesante leerlo.

A por los trabajadores solidarios



El pasado Jueves 15 de Marzo, a la hora de entrar a trabajar a su turno de las 4 de la tarde, en la Recepción del Hotel AC CORDOBA PALACIO, (antiguo Meliá Còrdoba) un compañero de Comisiones Obreras, Manolo Aguayo, recibió una carta de despido de manos de la Dirección del Hotel. El despido estaba basado en la nueva redacción del artículo 52c de la Reforma Laboral, esto es, por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción. Alega la empresa que tanto el hotel como la cadena AC vienen teniendo pérdidas en los dos últimos años (causa económica), que la ocupación del Hotel ha bajado (causa productiva) y que además ha creado una central de comercialización que descarga el trabajo de las recepciones (causa organizativa). Todo esto no lo vamos a discutir (se podría con documentación en la mano) pero lo que si es discutible es por qué, en una plantilla de recepción de 10 personas despiden a Manolo, que entró a trabajar de botones con 15 años de edad y lleva trabajando en la empresa 41 años. Es el recepcionista más antiguo y uno de los mayores con 56 años.
Aquí es donde opera la Reforma Laboral del PP. Las posibles causas económicas y demás no hay que ponerlas en relación a las medidas que se toman, sino que justifican cualquier medida. Se podrían haber tomado otras medidas (reducción de jornada, suspensión temporal, o en caso de despido valorar otras opciones…). Pero las consecuencias concretas de la medida son muy claras, la empresa ha puesto a su disposición la indemnización máxima por despido objetivo, 12 mensualidades o sea 24.677’23€. Si el despido fuera improcedente, a Manolo tendrían que pagarle 42 mensualidades o sea 86.370’30€, es decir tres veces más. ¿porqué despiden a Manolo?, porque además de que la Reforma Laboral se lo permite, él siempre ha sido un cualificado defensor de los derechos laborales, habiendo formado parte de distintos comités de empresa y de la dirección provincial de CCOO. Este es uno de los objetivos de la Reforma, sustituir trabajadores altivos con derechos, por trabajadores agachados con contratos basuras.”

domingo, 18 de marzo de 2012

El mito de la guerra buena




Excelente ensayo sobre el papel de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial del historiador belga Jacques R. Pauwels.
La mayoría de trabajos sobre el conflicto bélico asumen la premisa de que el país americano se convirtió en adalid de los ideales de democracia, libertad y justicia (“Carta del Atlántico”, firmada por F.D. Roosvelt y W. Churchill). Asimismo, el cine de Hollywood se ha encargado exitosamente de propagar esas ideas.
Sin embargo, en este estudio se pretende demostrar que las políticas interior y exterior de país americano estuvieron –y están- guiadas por intereses industriales, comerciales y financieros privados. Los intereses de la élite del poder americana que tan bien ha descrito Charles Wright Mills.
En un primer momento esos intereses estuvieron mejor servidos desde la neutralidad comerciando tanto con los aliados como con los nazis. No olvidemos que los EEUU tardaron más de dos años en entrar en guerra, y si lucharon contra el nazismo fue porque el apoyo al Reino Unido les abría mayores perspectivas de negocio en las colonias británicas y en propio país británico.
La guerra fue para EEUU maravillosa. Puso en marcha toda la maquinaria industrial americana permitiéndoles salir de la Gran Depresión de los años treinta. Sólo el ejército absorbió a millones de hombre y mujeres; 16 millones se alistaron, muchos para tener empleo.
El pleno empleo acarreó demanda de mejoras salariales, hubo multitud de huelgas –muchas prohibidas- y aumentaron considerablemente los salarios.
Por primera vez los trabajadores americanos se encontraban en condiciones de igualdad con sus jefes, de demandar mejores sueldos y mejores condiciones laborales. Por supuesto, no negociaron individualmente sino a través de la negociación colectiva, los sindicatos. Los trabajadores comenzaron a entender y experimentar las ventajas de la solidaridad y la organización.
La élite del poder aprendió dos lecciones importantes: que la explosión económica de los años cuarenta provocada por la guerra podía suponer elevados beneficios, pero también que un virtual pleno empleo daba al mundo laboral muchas ventajas: la huelga era un arma extremadamente efectiva.
Es entonces cuando los patrones de EEUU y del mundo descubren una fórmula infinitamente más ventajosa para ellos: mantener una permanente crisis económica, que bien manejada, combinara elevados beneficios con altos niveles de desempleo. Un modelo que permite contratar a tiempo parcial, pagar salarios bajos y ofrecer peores condiciones laborales, en otras palabras, la precarizar el mercado laboral.
Todo esto nos resulta muy familiar ahora, ¿verdad?

Me he referido en esta reseña a la lucha de clases, pero el ensayo trata también de otros aspectos. El papel fundamental de la Unión Soviética en la derrota de los nazis; la demonización (y utilización) de la misma URSS ya en la Guerra Fría por parte de los EEUU para combatir las ideas de izquierda y para alimentar a la industria armamentística; los negocios de empresas norteamericanas como Coca-Cola, Opel (de General Motors), Ford, IBM, Standard Oil, etc. con la Alemania nazi, incluso durante la guerra; la exculpación en los juicios de Nüremberg de los capitalistas alemanes que financiaron a los nazis; el papel de Japón, etc.
En definitiva, un libro muy recomendable que, además de aportar luces sobre una guerra tan manipulada por la Historia oficial, nos ofrece algunas claves para entender el momento actual.

domingo, 4 de marzo de 2012

La porra y el libro




Los sucesos de Valencia han traído a nuestra retina una imagen muy estimulante: policías blandiendo sus porras –y probando su resistencia-, y estudiantes mostrando sus únicas armas, los libros. Fotografías, videos y humor gráfico han retratado esa lograda y triste metáfora.
La eterna lucha entre la fuerza bruta y la razón. Entre quienes tratan de esgrimir argumentos razonables y quienes tratan de imponerse por la fuerza, en este caso el Estado, monopolio de la violencia legal.

Evidentemente, se trata de una caricatura: seguramente no todos los estudiantes serán tan lúcidos como Sánchez Dragó (¡ejem!) y, es más que probable que entre los policías haya más de un licenciado universitario al que la sociedad no le ha ofrecido otra cosa que defender el orden, quiero decir el orden establecido; un espacio donde no hay lugar para el diálogo.

¿Quién no recuerda aquella mole humana, cientos de kilos de carne de aspecto terrorífico que jugaba de pivot al baloncesto, que intimidaba a sus adversarios solo con la mirada? Pat Ewing, que daba miedo hasta por televisión, era licenciado en Bellas Artes.
Es posible que entre los policías hubiese también algún licenciado en Bellas Artes. Y lector de Thomas de Quincey.

Algunos dirán, en descargo de las Fuerzas de Seguridad del Estado (represor), que los policías no son más que probos funcionarios que tratan de cumplir su labor lo mejor que hieren, que obedecen órdenes. Y tienen razón, hasta cierto punto. En Grecia, un país que está solo un poquito más allá de Valencia, ya ha habido policías que se han negado a cargar contra el pueblo.

Todo sea que el El Corte Inglés, que siempre está ideando maldades para incitar al consumo –el último, “ya CASI es primavera en El Corte Inglés”- no vaya a inventar algo conmemorando “el día del libro y la porra”. No quiero dar ideas. Yo seguiré quedándome con mi Sant Jordi: con sus libros y con sus rosas.

lunes, 27 de febrero de 2012

Diario Público, R.I.P.

Ya no es posible adquirir “Público” en los quioscos. La empresa propietaria, Mediapubli, está en concurso de acreedores, y parece ser que no han encontrado quien esté dispuesto a financiar el proyecto para su continuidad.
TVE daba la noticia con el lamento de que en España se perdía pluralidad informativa. Mi temor va en esa misma línea, aunque yo no tendría la candidez de hablar de pluralidad informativa en un país donde existe una gran concentración de medios de comunicación en muy pocas manos, y todas ellas muy conservadoras.
Pienso que “Público”, a pesar de sus defectos, ha sido un periódico que ha enganchado a un sector de la población que se identifica con una determinada visión de la sociedad. De la misma manera que hay lectores de “El País” o “ABC” que parecen pavonearse con su periódico bajo el brazo, también Público había logrado su nicho –¡qué desafortunada palabra!- entre cierto sector de la población identificado con eso tan vaporoso que llamamos izquierda.
Yo no sé si es casualidad que el único diario de ámbito estatal que se ha atrevido a cuestionar muchas verdades de la sabiduría convencional vaya a desaparecer en su edición en papel. Otros medios han sufrido la crisis de la publicidad, han estado cerca de la quiebra, como “El País”, pero siempre ha habido un alma caritativa (léase: un banco) dispuesta a refinanciar la deuda a cambio de ejercer mayor o menor control en los órganos de administración (tradúzcase: en los contenidos, en la línea editorial, etc.)
Así pues, nos encontramos ante un periódico poco atractivo para el gran capital, tal vez porque ha tenido la fea costumbre de estar permanentemente metiendo el dedo en la llaga o, sencillamente, porque sus ventas no han sido lo suficientemente altas. O por ambas cosas.
Tampoco sé si las empresas anunciadoras preferirán anunciarse –o estarán dispuestas a pagar más- en otros medios de comunicación dirigidos a sectores de población más pudientes que, obviamente, no compran Público. Las empresas saben perfectamente que la publicidad resulta más influyente sobre las personas con rentas más altas.
Bueno, el caso es que todo eso son cábalas, y lo cierto es que ya no podremos comprar “Público” en el quiosco.
Lamento enormemente el cierre del diario y me uno a las miles de condolencias por tan sensible pérdida.
Aunque no sea lo mismo seguiremos leyéndolo en Internet.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Educación para la ciudadanía

Educación para la ciudadanía. Democracia, capitalismo y Estado de Derecho, de Carlos Fernández Liria, Pedro Fernández Liria y Luís Alegre Zahonero, editado por Akal, en 2007.

Este libro no es un manual para estudiantes de la moribunda asignatura que parece sugerir su título, sino un ensayo en el que los autores desmenuzan con una lógica aplastante conceptos como ciudadanía, libertad, razón, estado de Derecho o democracia, y los enfrenta a una realidad que presume injustificadamente de regirse por estos principios.

Y es que según los autores, dichos principios, obviamente deseables, son absolutamente incompatibles con el sistema capitalista donde, por ejemplo, la voluntad de la mayoría –democracia- no es posible cuando un grupo poderoso secuestra esa voluntad para servir a sus intereses.

Se trata de un libro muy recomendable que invita, asimismo, a la reflexión.

En él aparece una clarividente cita de un parlamento de Salvador Allende en las Naciones Unidas en 1972.
Estamos frente a un verdadero conflicto frontal entre las grandes corporaciones económicas y los Estados. Estos aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales, políticas, económicas y militares, por organismos globales que no dependen de ningún Estado. Y es que en la suma de sus actividades no responden ni están fiscalizadas por ningún parlamento, por ninguna institución representativa del interés colectivo. En una palabra, es toda la estructura política del mundo la que está siendo socavada. Las grandes empresas transnacionales no sólo atentan contra los intereses genuinos de los países en desarrollo, sino que su acción avasalladora e incontrolada se da también en los países industrializados en que se asientan.”

Este discurso fue aclamado durante casi cinco minutos de aplausos en la Asamblea General. A Allende le quedarían apenas diez meses de vida. El 11 de septiembre de 1973, el golpe de Estado de Augusto Pinochet acabaría con su vida y con la democracia en Chile.

jueves, 16 de febrero de 2012

Carta abierta de Mikis Thodorakis y Manolis Glezos

“En tiempos antiguos, la condonación por Solón de las deudas que obligaban a los pobres a ser esclavos de los ricos –la llamada reforma Seisachtheia, sentó las bases para la aparición, en la antigua Grecia, de las ideas de democracia, ciudadanía, política y Europa: los fundamentos de la cultura europea y mundial.
Luchando contra la clase de la riqueza, los ciudadanos de Atenas señalaron el camino para la constitución de Pericles y la filosofía política de Protágoras, quien dijo: “El hombre está muy por encima de todo el dinero”
Hoy en día, los ricos están tratando de tomarse la venganza en la mentalidad humana: “Los mercados están muy por encima de todos los hombres” es el lema que nuestros líderes políticos abrazan gustosamente, aliados al demonio dinero como nuevos Faustos.
Un puñado de bancos internacionales, agencias de información, fondos de inversión, en una concentración mundial del capital financiero sin precedentes históricos, reivindican el poder en Europa y en todo el mundo y preparan la abolición de nuestros estados y nuestra democracia, con el arma de la deuda, para esclavizar la población de Europa, poniendo en el lugar de las imperfectas democracias que tenemos la dictadura del dinero y la banca, el poder del imperio totalitario de la globalización, cuyo centro político está fuera de la Europa continental a pesar de la presencia de poderosos bancos europeos en el corazón del imperio.
Comenzaron con Grecia, utilizados como cobayas para trasladarse a otros países de la periferia europea, y poco a poco hacia el centro. La esperanza de algunos países europeos para escapar eventualmente demuestra que los líderes europeos se enfrentan a un nuevo “fascismo financiero”, no haciéndolo mejor que cuando se enfrentaron a la amenaza de Hitler en el período de entreguerras.
No es una casualidad que una gran parte de los medios de comunicación controlados por el banco se trate a los países de la periferia de Europa como “cerdos – pigs” y su campaña mediática, sádica y racista, vaya teñida de desprecio. Sus medios de comunicación no se dirigen sólo contra los griegos, sino también contra la herencia griega y la antigua civilización griega. Esta opción muestra los objetivos profundos y ocultos de la ideología y de los valores del capital financiero, promotor de un capitalismo de destrucción.
El intento de los medios de comunicación alemanes de humillar símbolos, como la Acrópolis o la Venus de Milo, monumentos que fueron respetados incluso por los oficiales de Hitler, no es sino una expresión del profundo desprecio de los banqueros que controlan los medios de comunicación, ya no tanto contra los griegos, sino sobretodo contra las ideas de libertad y democracia que nacieron en este país.
El monstruo financiero ha producido cuatro décadas de exención de impuestos para el capital, todo tipo de “liberalización del mercado”, una desregulación amplia, la abolición de todas las barreras a los flujos financieros y las especulaciones, los constantes ataques contra el Estado, la compra de partidos y medios de comunicación, la apropiación del excedente por un puñado de vampiros: los bancos mundiales de Wall Street. Ahora bien, este monstruo, un verdadero “Estado tras los Estados” parece preparado para asestar un “golpe de Estado permanente” financiero y político, y para más de cuatro décadas.
Frente al ataque, las fuerzas políticas de derecha política y la socialdemocracia parecen comprometidas después de décadas de entreguismo al capitalismo financiero, cuyos centros más grandes están fuera de Europa. Por otro lado, los sindicatos y los movimientos sociales aún no están lo suficientemente fuertes como para bloquear el ataque de manera decisiva como lo hicieron muchas veces en el pasado. El nuevo totalitarismo financiero busca aprovechar esta situación para imponer condiciones irreversibles en toda Europa.
Hoy, es tan necesario como urgente la coordinación inmediata y transfronteriza de los intelectuales, las gentes de las artes y las letras, los movimientos espontáneos, las fuerzas sociales y las personalidades que comprenden la importancia del reto; necesitamos crear un frente de resistencia potente contra “el imperio totalitario de la mundialización” que está en marcha, antes de que sea demasiado tarde.
Europa solo puede sobrevivir si presenta una respuesta unida contra los mercados, un reto mayor que el de ellos, un nuevo “New Deal” europeo.
Debemos detener de inmediato el ataque contra Grecia y los otros países de la UE en la periferia, hay que poner fin a esta política irresponsable y criminal de austeridad y privatización, que condujo directamente a una crisis peor que la de 1929.
Las deudas públicas deben ser reestructuradas de forma radical en la Eurozona, especialmente a expensas de los gigantes de la banca privada. Los bancos deben volver a ser evaluados y la financiación de la economía europea debe estar bajo control social, nacional y europeo. No es posible dejar la llave financiera de Europa en manos de los bancos, como Goldman Sachs, JP Morgan, UBS, Deutsche Bank, etc … Hay que prohibir los excesos incontrolados financieros que son la columna vertebral de capitalismo financiero destructivo y crear un verdadero desarrollo económico en lugar de ganancias especulativas.
La arquitectura actual, basada en el Tratado de Maastricht y las reglas de la OMC, ha instalado una máquina en Europa para fabricar deuda. Necesitamos un cambio radical de todos los tratados, la sumisión del BCE al control político de la población europea, una “regla de oro” para un mínimo del nivel social, fiscal y medioambiental de Europa. Necesitamos urgentemente un cambio de paradigma, un retorno al estímulo de crecimiento a través de la demanda de nuevos programas de inversión europeos, las nuevas regulaciones, los impuestos y el control del capital internacional y instalación de flujos, una nueva forma de proteccionismo suave y razonable en una Europa independiente sería protagonista en la lucha por un mundo multipolar, democrático, ecológico y social.
Llamamos a las fuerzas y personas que comparten estas ideas a convergir en un amplio frente de acción europea lo antes posible, para producir un programa de transición de Europa, para coordinar nuestra acción internacional, con el fin de movilizar a las fuerzas del movimiento popular, para revertir el actual equilibrio de fuerzas y derrotar a los líderes actuales históricamente irresponsables de nuestros países, con el fin de salvar a nuestro pueblo y a nuestra sociedad antes de que sea demasiado tarde para Europa.”

MikisTheodorakis
Manolis Glezos

lunes, 6 de febrero de 2012

“El gobierno va a hacer lo que hay que hacer”

Este latigazo lanzó el otro día la vicepresidenta del gobierno Soraya Sáenz de Santamaría. De esta sencilla frase se desprenden algunas cosas. A mí se me ocurren las siguientes:


Primero: la imprecisión (mejor dicho, ocultación) del mensaje, ¿qué es (exactamente) lo que van a hacer?, ¿es un secreto?, ¿no se puede decir?, o ¿tal vez es demasiado complicado para que lo entienda una población ignorante?


Segundo: parece una advertencia para que nadie haga preguntas, es una frase cerrada, sin posibilidad de réplica o, sencillamente, de formular preguntas aclaratorias. Un dejar claro que van a actuar y que no tienen que dar explicaciones a nadie porque son el gobierno. De ello se desprende el escaso cariz dialogante de estos gobernantes y en última instancia, de la escasa sensibilidad democrática; nula atención a otras opiniones, a otras maneras de ver la realidad

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Tercero: Son conscientes de que las medidas que van a tomar son impopulares, si fueran agradables para la mayoría de la población se recrearían en contarlas al detalle.


Cuarto: Ese “lo que hay que hacer” es un intento de transmitir que sus medidas no son fruto de un determinado posicionamiento ideológico sino que son las únicas posibles, las que dictaría el sentido común a cualquiera con dos dedos de frente. ¿Prepotencia intelectual? Tal vez, si al menos se tratara de intelectuales. Dejémoslo en prepotencia, a secas.



Este es el nuevo disfraz que se ha puesto el neoliberalismo económico: vestirse de sentido común, que es –recuerden- el menos común de los sentidos.

Lo cierto es que en este país no se permite que haya un auténtico debate ni en los medios de comunicación de masas ni en clase política.

Existen voces autorizadas, intelectuales, economistas, que discrepan sobre las políticas que se ordenan desde Bruselas, pero los grandes medios de comunicación tratan de ahogar esas opiniones que, sin embargo, pueden encontrarse fácilmente en otros medios minoritarios y en Internet.

Es una lucha desigual donde los que tienen el poder -el poder económico-, básicamente la banca y las grandes corporaciones, controlan los medios de comunicación y la clase política.

Lo dicho, lo llaman democracia y no lo es.


Un último apunte para la reflexión: En las últimas elecciones generales siete de cada diez ciudadanos con derecho a voto NO VOTARON al Partido Popular. En Catalunya, en las últimas elecciones a la Generalitat sólo 1,8 votantes de cada 10 votaron a Convergència i Unió. Así se hacen las mayorías absolutas.