jueves, 21 de noviembre de 2019

Lola


Maintenant qu´il est mort, je peux vous raconter son histoire, notre histoire. En ce temps-là, Marcel était mon meilleur ami; nous étions inséparables, comme les doigts de la main. Nous nous connaissions depuis l'école primaire, et tout partager deviendrait notre devise. Mais cette histoire commence en 19…

Nous suivions des études d´Economie à la Sorbonne. Marcel était beau, bon vivant, gai, un séducteur à tous points de vue, et j´étais toujours son ombre.
Le jour où Marcel m'a présenté à Lola, j'ai eu peur que ce soit le début du déclin de notre amitié, mais non, à partir de ce moment, nous trois serions imbattables. On faisait tout ensemble: aller à la plage en été, jouer au billard les jeudis, aller au cinema trois fois par semaine,…Et pourtant, je ne pouvais pas m'empêcher de penser que j'avais été adopté par ce couple, comme le personnage qui joue Sal Mineo dans La Fureur de vivre.
Un jour nous sommes allés voir Jules et Jim au cinéma. C´est l´histoire de deux amis qui partagent la même petite amie. Lola était assise entre nous, et dans la pénombre de la salle, elle a pris ma main et un frisson a parcouru mon corps. J´ai pensé aux Physiocrates du XVIIIe siècle, laissez- faire, laissez-passer

À partir de ce moment, j'ai pensé à Lola différemment, elle n´était  plus Natalie Wood à La Fureur de vivre, et Marcel n´était pas James Dean non plus. Un jour Lola est venue me voir en pleurant désespérément. Elle et Marcel s´étaient disputés, je la serrais de toutes mes forces pour la réconforter et j'ai essuyé ses larmes avec mes doigts maladroits. Sans savoir comment, nous sommes tombés sur le lit...

Les choses ne sont jamais redevenues comme elles étaient. Marcel et Lola ont résolu leurs différends et ont fini par se marier, et moi, peu à peu, je me suis éloigné d'eux.


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Aujourd'hui nous enterrons Marcel. J'ai rencontré Lola après de nombreuses années. Malgré les cernes qui entourent ses yeux et les larmes qui éteignent sa lumière, elle continue d'être belle. Je m'approche d'elle et sèche ses larmes maladroitement. Je la serre dans mes bras pour la réconforter…



domingo, 10 de noviembre de 2019

La imaginación conservadora



He leído recientemente “La imaginación conservadora” de Gregorio Luri. Se trata de un ensayo en el que el autor defiende con argumentos, rigurosidad, inteligencia y  multitud de ejemplos una manera de entender la sociedad que, grosso modo, dista bastante de la mía. Y, sin embargo, ¡qué placer de lectura! A pesar de las profundas diferencias de partida -o tal vez debido a ellas- el libro es de lo más estimulante. Más que una lectura, para mí, ha sido un diálogo, un diálogo cojo, si acaso, pues habría sido un placer encontrar una contrarréplica por parte del autor a las objeciones que en muchos puntos –no en todos, obviamente- se me iban ocurriendo. Dice el propio Luri que en una discusión el que pierde gana y el que gana pierde. Me explico. Si al final de la discusión, te das cuenta de que has perdido y cambias o matizas tu opinión, ya has ganado algo: has ganado en sabiduría. Por el contrario, el que se considera ganador, sale igual que entra: no ha aprendido nada nuevo.


A mí el libro de Luri no me ha hecho cambiar en lo esencial mi manera de ver –de pensar- la sociedad, pero sí me ha servido para enriquecer mi propio pensamiento. Para matizar algunos puntos, comprender otros, rectificar en algunos detalles, relativizar “mis verdades”,…En definitiva, tras la lectura del libro, yo he salido ganando…

Dice también el propio Luri lo que, aunque obvio, debe ser recordado: si sólo escuchamos nuestras voces –o la de aquellos que piensan como nosotros- estamos condenados a la ignorancia.

Lo malo de tener que elegir entre dicotomías como ser conservador o ser progresista es que estamos dando brochazos demasiado gruesos. Para pintar nuestro pensamiento –o para reconocerlo- debemos utilizar pinceles más finos. Y aquí me viene a la memoria una frase de otra mente lúcida: la del filósofo Santiago Alba Rico, quien defiende que hay que ser económicamente revolucionario, políticamente reformista y antropológicamente conservador.

Si se animan con Gregorio Luri, ¡buena lectura!





martes, 13 de agosto de 2019

Javier Ortiz



Para los que éramos –somos- devotos de Javier Ortiz, hablar de él es como para el futbolero hablar de Messi: se nos acaban los epítetos. Hace unas semanas terminé de leer el libro “Javier Ortiz. Talento y oficio de un periodista”, una excelente selección de artículos del periodista donostiarra editado por FOCA. He dicho terminé, pero no es cierto, uno siempre vuelve a releer los artículo del mestre. Conocí –me refiero como lector- a Javier Ortiz tarde, demasiado tarde, tal vez sería el año 98 ó el 99. Me lo “presentó” el amigo Pako Belmonte, y desde entonces, como tantos otros fieles, lo seguí, primero en “El Mundo”, luego en “Público” y, por supuesto, siempre en la red. Su muerte hace 10 años nos dejó un poco huérfanos a todos los que despertábamos cada mañana desayunando su artículo del día. Cualquier artículo de Ortiz cogido al azar es una pequeña joya, y muchos, por distintas razones, deberían enmarcarse en las aulas de las facultades de periodismo. De la selección que ha hecho Mikel Iturria quiero reseñar algunos de los artículos que, por razones distintas, me han parecido delicatessen.

Lola Gaos. Elogio de la dignidad y del compromiso político, y social, que es lo mismo.

Sueño con Jamaica. Se me pone, como decía aquel, gallina de piel.

Tortura y doble moral. Un ejercicio de razonamiento lógico contra la tortura.

Todos tenemos una caja única. Para que no nos engañen con el cuento ese de que no hay recursos.

No son ilegales. ¿Cómo es posible dar una lección de historia sobre la inmigración en tan pocas palabras? Sublime.

Urnas no. Sobre conceptos tan vagos como “democracia” y “libertad”, y tan concretos como “libertades”. ¡Châpeau!

Gente rara. Con este me he reído mucho.

La imagen de la degeneración. Reflexión sobre el avance del individualismo impulsado por los fanáticos del neoliberalismo.

Ni lo sé ni me importa. Contra la pena de muerte por principios (morales).


A los que ya disfrutabais de Javier Ortiz, nada de esto os vendrá de nuevo. Los que todavía no lo conocían, leed estos artículos y otros del autor y luego contadme.





viernes, 12 de julio de 2019

El forastero


Estoy leyendo “Trajecte final”, una recopilación de cuentos de género fantástico de Manuel de Pedrolo. Mi mujer, insaciable, no solo lee sus propias novelas sino que pretende que le cuente las que yo leo, íntegramente. 

En uno de los relatos –accedo- un forastero llega a una granja del Medio Oeste norteamericano en busca de trabajo. Está regentada por un joven matrimonio. El amo le ofrece trabajar en la granja sólo por ocho días, no más. El otro acepta, está de paso, dice. No me entretengo en detalles pero, WARNING! voy a hacer un spoiler. El foráneo –el lector sabrá esto más tarde- resulta ser un extraterrestre, y es capaz de adoptar formas humanas a su antojo. En un momento dado, el alienígena adopta el físico del marido desaparecido y convive con la mujer durante un año. Ella no nota nada distinto en su hombre salvo un crecido deseo sexual. Se extraña, pero no le molesta (au contraire). De esta relación nacerá un niño, aparentemente humano.
Por otro lado, la policía, que ya había abatido a cuatro tripulantes de la nave, busca al quinto: nuestro protagonista. Temeroso y acuciado por sus perseguidores, nuestro alien acaba por confesar su verdadera identidad a la mujer, así como las razones de su viaje. Su mundo había sido devastado por un accidente nuclear, y él y sus compañeros buscaban otro planeta donde rehacer sus vidas. Tras la lógica sorpresa inicial, y algunos reproches por haber sembrado su simiente en otras mujeres de la zona y haber engendrado, probablemente, otras criaturas, ella accede a ocultarlo. Nosotros también tenemos  derecho a vivir, ¿no? Clama lastimosamente en uno de los diálogos. No destripo el final, léanlo.

La controversia con mi esposa está servida; mientras yo simpatizo con el alóctono, que sólo pretende salvarse él y preservar su especie, ella considera que es un extraterrestre cabrón (e infiel) que quiere colonizar la Tierra y acabar con nosotros y que, por tanto, debe ser liquidado. Discutimos acaloradamente. ¡Eres una xenófoba y una racista! –le espeto- eres de las que dice: ¡primero los de aquí, primero los de aquí!, los de la Tierra, ¿verdad? Ella clama: ¡Pero si es un EXTRATERRESTRE!  Nada, lo vemos distinto, qué le vamos a hacer.

Esa misma noche, ya en el lecho conyugal, no dejo de pensar en la subyugante historia y en el dilema ético. No puedo conciliar el sueño. Ella –lo noto en su respiración- tampoco. Cariño –le susurro al oído- sé que estás despierta, ¿quieres que juguemos a que yo era un extraterrestre?…

martes, 19 de marzo de 2019

BRAM STOKER´S DRACULA: A REVIEW


Irish writer Bram Stoker is renowned around the world for this novel that has been adapted many times for the big screen. “Dracula” was first published in 1897, and subsequently, would become an international bestseller. Oscar Wilde would say that “Dracula” was the most beautiful novel he had ever read.

The story, which takes place between England and Transylvania during the 1890s, starts when Jonathan Harker, a young English solicitor, travels to the Carpathian Mountains in order to provide legal advice to Count Dracula, an aristocrat, interested in acquiring real estate abroad. From the very beginning, Jonathan Harker realises how weird his host is.  Subtly and gradually, the guest becomes a prisoner in Dracula´s castle. Three female vampires called “the sisters”, which also dwell in the castle, harass the prisoner, finally rescued by Dracula, who is himself a vampire. As Dracula makes a journey to London, Johantan Harker manages to escape. Throughout the diaries of Mr. Harker and the rest of the main characters (Harper´s fiancée Mina, Van Helsing,…) the readers will immerse themselves in the subjugating story of the world´s most famous vampire.

Written in a epistolary format, “Dracula” is more than a horror novel; fright and eroticism go hand in hand. In a way, vampirism entails  sexuality and  Bram Stoker´s masterpiece handles this skillfully.

Not only is this a fantastic –in both meanings! - novel, but it is also the reflection of a time. A  Victorian era: moral, fears, social classes,..You will not be able to put it down, Bram Stoker´s “Dracula” is a must!



sábado, 19 de enero de 2019

La Enciclopedia Larousse




Yo no me crié en un ambiente intelectual precisamente. Mis padres pertenecían a una clase trabajadora sin demasiada conciencia de clase y con poca cultura. Estudios primarios, leer y escribir y cuatro cuentas. Mi madre también aprendió costura en la escuela. Cosas del franquismo. En ese erial intelectual no sé de dónde demonios salió mi interés por aprender cosas, pero el caso es que ya desde pequeñito sentí la llamada de la selva.

Recuerdo mi primer diccionario escolar en lengua castellana, un Sopena. Todavía lo conservo, con las tapas raídas por el tiempo. A la tierna edad de trece años descubrí que ese modesto diccionario era insuficiente. Necesitaba algo más, precisaba un diccionario mayor donde poder buscar países, ciudades, personajes históricos, órganos reproductores,  cualquier cosa que me viniera a la cabeza.

Con la paga que me daba mi abuela materna fui ahorrando para comprarme una enciclopedia. Para ser honestos, he de decir que había ahorrado 19.000 pesetas y que el compendio del saber costaba a la sazón 40.000 pesetas. La diferencia la puso la abuela.(Según la calculadora del IPC del INE, esa enciclopedia costaría hoy unos 1265 euros). Así fue cómo entró la cultura en aquel páramo que era el salón de mi casa.

Durante años esa enciclopedia, que tiempo más tarde descubrí que era ideológicamente muy conservadora -o sea, carca-, colmó mi sed de conocimiento. Pasaba ratos encandilado hojeando esos diez mamotretos que formaban la Enciclopedia Larousse. Ocupaban un lugar privilegiado en el mueble del salón, y en mi vida.

Ya de adulto, cuando me trasladé a Gijón, de eso hace ya dieciocho años, me traje mi vieja enciclopedia. La tengo en la biblioteca del salón, pero ya no está en un lugar privilegiado, sino en la estantería más baja, a ras del suelo, casi sepultada. La conservo por cariño y, tal vez, por nostalgia. Hoy en día es un objeto enteramente inútil, como tantos que todavía habitan en nuestros hogares (hijos aparte).

En ocasiones Laura, mi mujer, me ha sugerido que me desprenda de esos tomos obsoletos, y que los arroje al contenedor azul; las brigadas del reciclaje se ocuparían de darles una muerte digna. El saber –en este caso- sí ocupa lugar y a ella le parece que la estantería más diáfana estaría más mona. Seguramente tiene razón, estaría más mona, pero si me desprendiera de la Enciclopedia Larousse me despojaría también de parte de mis memorias, o sea, de mi vida, y no sé si quiero dar ese paso. Lo siento, cariño.