domingo, 23 de mayo de 2010

La Bibioteca Municipal de “El Coto” no tiene apenas “Público”

El otro día acudí a la biblioteca pública de mi barrio, “El Coto”, en Gijón y me ocurrió algo, cuanto menos curioso, que paso a relatar a continuación.
Debo poner en antecedentes a los que no lo sepan que desde hace unos meses en que el diario “La Voz de Asturias” fue comprado por la editorial de “Público”, ambos periódicos se venden conjuntamente en Asturias como si fueran un solo diario que aparenta ser “La Voz de Asturias” pero que en sus páginas interiores incluye el ejemplar de “Público” del día. Asimismo, debe añadir que ambos diarios se complementan pues mientras “La Voz” se ocupa de temas asturianos, “Público” lo hace del resto.
Bien, empiezo a hojear “La Voz de Asturias” con la certeza de que aparecerán las páginas de “Público” en cualquier momento y con él, algunos artículos de opinión que sigo con cierta regularidad. Me sorprende no encontrar el diario de ámbito estatal y mi primer pensamiento es que seguramente ha sido separado, y que debe andar vagando por alguna mesa. Pero por más que lo busco no lo encuentro, por lo que me dirijo a la bibliotecaria para preguntarle por la misteriosa desaparición. La explicación, no exenta de lógica, vino a ser ésta: la biblioteca pone a disposición de los usuarios varios ejemplares de cada rotativo local (asturianos) y un solo ejemplar de varios periódicos de ámbito estatal. Dado que adquieren varios ejemplares de “La Voz de Asturias”, disponen obviamente también de varios “Público” y deciden que lo “justo” para evitar herir sensibilidades ideológicas es separar –desgrapar, de hecho- todos los ejemplares de “Público”, dejando sólo uno y guardando el resto de las miradas de curiosos en un estante interno de no acceso al público –permítanme la broma fácil-. Respondí a la amable bibliotecaria que el argumento ideológico también podía esgrimirse al revés, de manera que el acto de cercenar parte una publicación podría hacer pensar a algunos malpensados –no es mi caso- que la dirección de la biblioteca no simpatiza con la línea editorial de periódico “secuestrado”. Por otro lado, y susceptibilidades al margen, lo que realmente se consigue con este acto es privar a los usuarios de un producto que la biblioteca ya posee –no ha tenido que adquirirlo ex profeso- y por el que no debe sentirse responsable. La publicidad, por ejemplo, forma parte importante de los periódicos y no culpamos a las bibliotecas de dar apoyo a las empresas anunciantes por mucho que en estos templos de la cultura encontremos también incitación al consumo.

En fin, el caso es que no tenía ganas de discutir y simplemente le pedí a la bibliotecaria que me prestara uno de esos que estaban “confiscados” y accedió con la advertencia de que se lo devolviera en cuanto acabase.

Cuando marché de la biblioteca seguí rumiando sobre el problema desde un punto de vista ético, tratando de dilucidar si era realmente justificable la ablación practicada a “La Voz de Asturias” privándonos a algunos del placer que nos proporciona la lectura de los artículos de opinión de Isaac Rosa, Javier Vizcaíno, Ignacio Escolar, Luis García Montero, entre otros. Me dio por pensar que, de admitir los argumentos de la digamos supuesta “asepsia ideológica” que debe mantener una biblioteca pública, ¿por qué limitar a periódicos ese celo y no ampliarlo a todo el fondo documental?. Controlar, por ejemplo, que no haya más libros de Miguel Hernández de que de José Mª Pemán, o de Noam Chomsky que de Francis Fukuyama, o de J.K. Galbraith que de Milton Friedman, etc. Absurdo, ¿verdad? Pues eso.