domingo, 26 de junio de 2011

Toponimia sentimental: Tenerife o la búsqueda de la libertad




Durante la Edad Media se decía que aire de la ciudad hacía a los hombres libres. Vivir en el campo, por aquel entonces, equivalía a ser un siervo.
Barcelona, la misma ciudad de la que escribía con cariño en otro artículo, se había convertido a principios de los noventa en una ciudad asfixiante. Al menos esa era mi sensación. Mi búsqueda de la libertad, paradójicamente, pasaba por dejar atrás el aire de la gran ciudad.
Creo que fue en junio de 1995 cuando aterricé en el aeropuerto de Los Rodeos. Un soplo de aire cálido golpeó mi cara al salir del avión. Estaba en África –si alguien lo duda que mire un mapa-. Sin embargo, las guaguas destartaladas, el acento de los lugareños y la infatigable música de salsa me transportaban a algún lugar indeterminado de Latinoamérica.
Alquilé un apartamento en La Laguna. Bueno, lo que yo llamo apartamento no era otra cosa que cuatro tabiques elevados sobre una azotea y cuatro ventanas por los que se invitaban el frío y la humedad.
La historia de los vencedores bautizó esta ciudad como La Muy Noble, Ilustre, Leal y Fiel Ciudad de San Cristóbal de La Laguna.
Sus cimientos se construyeron sobre una laguna desecada, y el fantasma de esa laguna, rencoroso, sigue hoy colándose en las casas y en las vidas de los laguneros.
La Laguna es también una paleta de colores salpicada de palacios, conventos, iglesias y plazas recoletas.

En mi segundo año en la isla cambié de aires: fijé mi residencia en Santa Cruz. En realidad La Laguna y Santa Cruz forman una conurbación urbana, un continuo a través de La Cuesta. Como la lava de un volcán que desciende lentamente por las laderas, así las construcciones de La Laguna acabaron encontrándose con las de Santa Cruz.
La ciudad portuaria es alegre, vive en una eterna primavera, nada que ver con los contrastes de su vecina de arriba.
Residía en el número 30 de la calle Castillo, esa arteria peatonal que nace en la plaza Weyler y que muere en la plaza de la Candelaria.
Rememoro Santa Cruz como una ciudad animada, desenfadada e impúdica por carnaval.
Entre mis recuerdos rescato mi amistad con Mary, la conocí en la recepción de la pensión donde me alojé nada más llegar a la isla. Allí trabajaba como recepcionista y nos hicimos muy amigos, ¡cuántos coltados lecheyleche habremos tomado juntos! Y ¡cuántas confidencias habrán escuchado esos cortados! Tampoco puedo olvidar a Antonio Figueroa, taxista de Tacoronte y poeta; hijo de campesinos, humilde, sencillo y buena persona. Con su taxi me descubrió rincones de la isla a los que jamás habría llegado solo, y sus palabras, amables y cariñosas, siempre me reconfortaron. Recuerdo también a Tanis, un granaíno que contaba los días para regresar a la península y con el que salía por las noches buscando algo de cariño…
Mis compañeros de trabajo Tina, Tere, Luís Granizo, Ana, etc. también ocupan un lugar agradable entre mis recuerdos.

Pasé dos años inolvidables en Tenerife. El día que marché Antonio, el taxista, me llevó al aeropuerto del sur. Recuerdo que apenas articulé palabra durante todo el trayecto; probé el sabor salado de mis lágrimas al alcanzar la boca. Giré la cabeza en un intento inútil de no ser descubierto en mi debilidad. Sentí que una parte de mi vida se esfumaba con los alisios y eso me dolía.

He regresado varias veces a Tenerife. Las emociones son curiosas; se entremezclan las sensaciones del turista en vacaciones con los recuerdos amables de un tiempo en que sentí esa tierra como propia y a la que todavía hoy sigo queriendo.

miércoles, 15 de junio de 2011

Los hechos ocurridos frente al Parlament de Catalunya

Quería escribir alguna reflexión sobre lo que sucedió ayer en el Parque de la Ciudadela de Barcelona, pero he leído el artículo de Vicenç Navarro sobre estos hechos y me ha quitado la palabra; él lo explica mucho mejor.
Os paso en enlace y os recomiendo su lectura.
Comentarios del profesor Navarro sobre los hechos ocurridos enfrente del Parlamento de Catalunya

El pacto del Euro







El próximo 27 de junio está previsto que se firme en Bruselas el Pacto del Euro, un motivo más de preocupación para la mayor parte de la población.


Os dejo esta dirección con una presentación sencilla y clara sobre lo que implica este acuerdo.












martes, 7 de junio de 2011

Utopía y reformas







Entre los discursos de aquellos que quieren cambiar las cosas existen, grosso modo, dos tendencias: la búsqueda de la utopía y la reformista.
La utópica consiste en imaginar un mundo ideal y tratar de hacerlo realidad sin tener en cuenta la situación del momento, mientras que la reformista pretende realizar cambios dentro del sistema. Ciertamente, los cambios pueden ser superficiales o profundos.
También, por su parte, las utopías pueden ser grandes utopías o, más bien, modestitas, pequeñas utopías que diría el poeta Luís García Montero.
Los utópicos puros suelen quedarse con la idea de que es posible implantar un nuevo modelo social sin tener en cuenta la realidad existente. Éstos, a menudo, no pasan a la acción pues tienen unas expectativas tan altas que hasta ellos mismos no saben como acometerlas. Suelen quedarse en el discurso teórico y en el desprecio, por otro lado, bien justificado, hacia el sistema.
El problema de los reformistas puros es que, dado que parten de la realidad, son personas juiciosas, suelen acabar conformándose con reformas superficiales, de poco calado, a menudo, sencillamente maquilladoras.
Yo creo que la actitud más fructífera debe consistir en no renunciar a ninguna de las dos opciones. La visión reformista nos permite acometer cambios, más o menos lentos, pero inexorables partiendo de la realidad del momento. Pero nuestro “yo” utópico, se va a mostrar insaciable, hambriento, ilusionado con reformas más profundas. Es decir, creer en la utopía nos va a mantener la tensión de lucha permanente para que los cambios sociales no queden en meros cambios de atrezzo. Es decir que no ocurra aquello que decía Giuseppe Tomasi di Lampesuda en El Gatopardo de cambiar algunas cosas para que todo siga igual.
Por ello, esa aparente disyuntiva “utopía o reforma” no es tal, ambas son perfectamente compatibles.


Para concluir una última reflexión. Resulta curioso que la "utopía" que pretendemos muchos de los indignados en estos tiempos consiste sencillamente en que disposiciones legales ya existentes como la Declaración Universal de los Derechos humanos en el ámbito internacional, o conceptos recogidos en nuestra Constitución de 1978 como "democrático", "social" y de "Derecho" dejen de ser papel mojado y sean realidad.

Algunos en estos momentos nos conformaríamos con eso.