lunes, 23 de diciembre de 2013

El pañuelo

Ayer vi en televisión un reportaje sobre la costumbre gitana de la prueba del pañuelo. Una tradición ancestral para “probar” la virginidad de la novia antes de la boda, y por consiguiente su pureza y su honradez.
Valorar la virginidad de la mujer (la del hombre no es relevante) antes del matrimonio no es exclusivo de los gitanos, está bastante extendido en muchas otras culturas que, tal vez influidas por la religión, han sacralizado el sexo hasta extremos que para una mentalidad racional resulta sencillamente ridículo.
El reportero acudió a uno de esos mercadillos donde  se vende de todo, desde bragas y sujetadores enormes, de esos blancos o beige, anti-libido, hasta camisetas Nike, falsas, por supuesto.
En el “rastro”  preguntó a un señor con un gran mostacho y generosas patillas si era gitano. ¡Claro que era gitano! En un mercadillo de Calculta tal vez albergase dudas, pero ahí…
El gitano y su acompañante, también gitano, hablaron emocionados de esa tradición. Era un honor enorme para la familia y en especial para el padre de la novia.
A continuación entrevistó a varias gitanas adultas, y  todas se conmovían al referirse a la prueba del pañuelo pero, curiosamente, cuando se les preguntaba si ellas la habían pasado, se lamentaban; ¡les hubiera encantado!, suspiraron, pero todas se habían escapado. Es la expresión que utilizan en la comunidad cuando se van a vivir con el novio sin casarse, normalmente porque ya han consumado, o como ellas decían  por circunstancias de la vida

Los reporteros estuvieron también en una boda gitana. La novia tenía sólo 16 años y estaba presta para ser examinada. El jolgorio inundaba aquella casa: palmas, cante, alegría y vestidos de colores, a cual más… llamativo.
La ceremonia del pañuelo –nos cuentan- no se realiza en la intimidad. La sala está llena de mujeres casadas que serán testigos de una prueba que casi siempre sale bien. La arrejuntadora  es la que procede; gana 600 euros cada vez que mete el dedo, 100.000 pesetas decía ella mientras nos mostraba su dedo índice amenazador.

Es normal –pensé- que se casen tan jóvenes, ya que si esperan un poco más no hay boda: la naturaleza humana no entiende de tradiciones y es muy fuerte…

Un experto hablaba de cuestiones antropológicas y decía que para nosotros, desde fuera era difícil de entender, pero que era incluso felizmente aceptado dentro de la comunidad.

La reflexión que se me ocurre -una de ellas- consiste en cuestionarnos si debemos inmiscuirnos es cuestiones que atañen a otras culturas cuando consideramos que existen razones éticas para ello (en este caso un trato vejatorio a la mujer), o, si por el contrario, debemos mantenernos al margen, entendiendo que, en todo caso, debe ser la propia comunidad la que resuelva estas cuestiones.

Lo cierto es que no tengo una respuesta definitiva…


sábado, 7 de diciembre de 2013

El exilio ideológico

Recuerdo una anécdota que contaba el gran Manolo Vázquez Montalbán en los últimos años de su vida. Un periodista le preguntó si su pensamiento político había girado más hacía a la izquierda en los últimos años. Él contestó que en esencia no, que pensaba, grosso modo, de la misma manera que en su juventud. Pero, añadió, sí había observado un giro a la derecha de todo el escenario político y mediático, de tal manera que si en un pasado él pasaba por ser por un triste socialdemócrata, en la actualidad era considerado un peligroso izquierdista.
Esta anécdota simpática la refiero con frecuencia a amistades y conocidos porque me parece que ilustra perfectamente la evolución del pensamiento político y de la sociedad desde hace algunas décadas.

El otro día tuvimos un debate en clase de inglés sobre los medios de comunicación que hubiera podido resultar muy interesante de no ser porque la mayor parte de las opiniones vertidas no se apartaban de lo que podríamos llamar mainstream (corriente dominante o principal). Por ejemplo, algunos compañeros hablaron con asombro de lo distinto que era leer las noticias en un periódico de izquierdas como “El País” (sic), a leerlas en uno de derechas como “El Mundo”. Asimismo, hablando sobre la censura en el mundo se aportaron como ejemplos los casos de Siria, China o Corea del Norte.
Esas opiniones eran asumidas como ciertas y juiciosas por parte del resto de compañeros.
Cuando pedí la palabra y dije que la mayoría de los grandes medios de comunicación en España me parecían de derechas, incluido -o especialmente- “El País”, y que para buscar la censura en la prensa no había que ir muy lejos, que en España había censura y mucha, mis compañeros me observaron como si fuese un bicho raro. No puedo quitarme de la cabeza esas miradas..
De poco sirvió que argumentara –lo mejor que uno puede cuando se expresa en una lengua que no domina- mis aseveraciones.
Marché con la sensación de que ni siquiera había depositado la semilla de la duda, de la reflexión en las mentes de mis classmates, y de que, como decía Vázquez Montalbán, la derecha ha modelado exitosamente el pensamiento de gran parte de la población, incluso la de aquellos que se consideran a sí mismos de izquierda.
Me encontraba -me encuentro- en un exilio ideológico. Afortunadamente, uno tiene amigos también en el exilio y puede departir a gusto con otros bichos raros.

sábado, 16 de noviembre de 2013

El día de la luna

Lunes por la mañana. Llueve con premeditación y alevosía. Me dirijo al tajo. Mientras trato de sortear los charcos que reflejan una realidad invertida, tropiezo con un compañero. Buenos días. Buenos días. A continuación las típicas referencias al jodido tiempo y al jodido lunes.
¡Qué rápido pasa el fin de semana! –apunta él-. Yo asiento con la cabeza, y aprovecho para hacer un poquito de apología de la pereza. Le digo seriamente: Tengo ganas de que implanten la semana laboral de cuatro días.
Lo expreso con la misma convicción con la que diría que tengo ganas de que llegue el partido del sábado. Es decir, con la seguridad de que el acontecimiento de forma ineluctable se va a producir. Llueva, nieve, haya tifones o terremotos,  mueran miles de pobres o caiga la Luna sobre la Tierra; el fin de semana habrá liga BBVA.
Llevo más lejos mi provocación. Cuatro días laborables…. ¡y también jornadas de tres o cuatro horas!
Jorge -así se llama mi compañero- por ahí no pasa, me mira como si fuese un marciano y exige una explicación. No le hago esperar.

El paro es uno de los grandes problemas sociales, ¿cierto? Da la sensación de que técnicamente “sobra” gente.  Y sin embargo seguimos con jornadas (excepciones aparte) de ocho horas, como en el siglo XIX.
Los mejoras en la productividad pueden traducirse en un aumento de la producción, o bien, en una disminución del tiempo de trabajo. La naturaleza explotadora y depredadora del capitalismo sólo contempla lo primero.
Cuando alguien tan poco sospechoso de anticapitalista como John M. Keynes predijo que en año 2030 la gente trabajaría 15 horas a la semana, está claro que no tuvo en cuenta la estructura del capitalismo, y tal vez tampoco auguró que a principios del siglo XXI en el conflicto capital-trabajo, iba a librarse una lucha muy desigual.
Jorge, que es muy pragmático, me interrumpe con una pregunta lógica: Pero si trabajamos menos horas también bajarán nuestros  salarios, ¿no?
Bueno –le explico- teóricamente existen varias alternativas. Una ciertamente es bajar salarios en proporción al trabajo reducido. Otra es mantener salarios a costa de los beneficios del empresario –eso a él no le va a gustar, claro-, una tercera sería mantener el salario con un complemento por parte del Estado, tal como se hizo en Francia y en Alemania, de manera que el empresario no asuma esos costes. Para el Estado está opción es menos gravosa que pagar subsidios de desempleo. También es posible una combinación de las tres, pienso yo.
Jorge empieza a salivar con la idea de un mundo donde el trabajo no sea alienante, pero en seguida se topa de bruces con la realidad: No creo que eso sea posible –dice- es una utopía.
Ahí estoy de acuerdo contigo, es una utopía, pero no una quimera. Como decía Julio Anguita, las quimeras son imposibles, pero las utopías no. La utopía es técnicamente realizable, pero en el momento presente lo impiden la estructura social y las relaciones de poder, tal vez en un futuro, cuando éstas cambien…

No hay tiempo para más; empieza la jornada laboral y cada uno se dirige a su habitáculo de producción. Nos despedimos. Antes de separarnos alcanza a preguntarme: oye, ¿y para cuándo dices que van a implantar la nueva jornada laboral?

Le sonrío… 


domingo, 20 de octubre de 2013

Falsos ídolos: El Gran Wyoming

Observo en Internet una campaña de apoyo al conocido comunicador José Miguel Monzón Navarro, conocido como “El Gran Wyoming” a raíz de una supuesta maniobra del Partido Popular para “cargárselo”, como ya hiciera con el programa “Caiga quien caiga”.
De entrada, si es cierta esa maniobra de los populares sería ciertamente denunciable. No debe admitirse en democracia que ningún periodista pueda ser censurado, vetado o eliminado. Ninguno.
Pero mi post de hoy va por otra vereda.
Las razones que suelen esgrimir quienes apoyan al Gran Wyoming se basan en aspectos como su valentía, su crítica constante, su agudeza, su papel como azote de los poderosos, etc. Me parece que para muchas personas de este país Wyoming se ha convertido en estandarte de la izquierda. ¡Qué lástima!

No sigo habitualmente “El Intermedio”, pero he visto suficientes programas como para haberme forjado una opinión.
Admito que tiene aspectos positivos: El humor como hilo conductor; una muy buena utilización de la hemeroteca para evidenciar las contradicciones en que muchas veces incurren los políticos en sus declaraciones, y en sus acciones;  las incisivas entrevistas de Gonzo; la aportación de evidencias que desnudan algunas mentiras, etc.
Pero, en mi opinión, el Gran Wyoming dista mucha de ser lo que sus seguidores creen.
He aquí algunas de mis críticas:
A mí me gustaría que todo ese dechado de virtudes que despliega cuando critica al Partido Popular lo mostrase también para con el PSOE, tanto cuando gobierna como cuando oposita (cuando está en la oposición también existe, aunque ni se le vea, ni se le espere).
El programa de Wyoming, siguiendo la tendencia de los Mass Media de este país, ha contribuido denodadamente a fomentar el tan pernicioso bipartidismo. En el programa de La Sexta uno tiene la sensación de que solo existen PP y PSOE. Recuerdo, a modo de ejemplo, una entrevista que le hizo Tahis Villas a creo recordar la actriz Lola Herrera en vísperas de unas elecciones generales. La reportera, con su habitual desparpajo, le preguntó a bocajarro a la invitada: “¿A quién vas a votar, al PP o al PSOE?”. La actriz, mostró ser rápida de reflejos y respondió sin dilación y con firmeza (y enfado): “¿Por qué voy a tener que votar al PP o al PSOE?, a lo mejor voto a otro…”
Tampoco puedo olvidar la mofa que en distintos programas ha mostrado Wyoming y sus colaboradores necesarios para referirse a Hugo Chávez y a Venezuela. El tono jocoso utilizado habría despertado la envidia de “El Mundo”, “La Razón” o “Intereconomía”, por citar solo algunos.
Sus críticas se dan siempre dentro del sistema, de las “las reglas del juego”, seguramente porque él está cómodo dentro de este sistema.
Cuando las reglas del juego son manifiestamente injustas, es preciso ampliar el prisma, y empezar a cuestionárselo todo, absolutamente todo, no dar nada por sentado…

Por estas razones, entre otras, a mí no me vale. Y si los referentes periodísticos de la izquierda de este país pasan por personajes como El Gran Wyoming,  Àngels Barceló o Iñaki Gabilondo, que Marx nos pille confesados.


sábado, 12 de octubre de 2013

12 de octubre, orgasmo nacional

Cantaba el gran  Georges Brassens “que cuando la fiesta nacional él se queda en la cama igual y que la música militar nunca le supo levantar”. La fiesta nacional francesa, le 14 juillet, le debía repeler tanto como a mí el 12 de octubre. Con el agravante, para los españoles, de que al menos el 14 de julio simboliza el inicio de una Revolución contra los estamentos privilegiados del Antiguo Régimen, mientras que la fiesta española conmemora el inicio de la invasión, el saqueo y el expolio de América.
A mí hoy, 12 de octubre, no me ha despertado la música militar, pero sí los gemidos de placer de unos vecinos que han decidido celebrar la fiesta desde bien temprano.
Por la distribución de mi casa he colegido que debe tratarse de un matrimonio mayor que vive debajo de nosotros. A veces tendemos a pensar que los viejos no hacen esas cosas, pero no, ahí estaban el abuelo y la abuela en plena efervescencia nacional.
Escuchaba con atención y curiosidad científica, preguntándome cuál debe ser no ya la esperanza de vida en este país, sino cuál debía ser la esperanza de seguir con vida a determinadas edades.
Cuando la pareja acabó el acto debía de seguir con vida, pues a continuación se oyó el ruido de un grifo abierto, el bidet, supongo, y posteriormente alguien que orinaba.
Bien, esta pareja ya he tenido su momento de gloria; el año que viene otro, ¿vale?.
Pues no, cuando todavía no me había repuesto de mi sorpresa, vuelvo a escuchar de nuevo esos gemidos inconfundibles. ¡Dios mío! ¿van a hacer un doblete? ¿O serán tal vez otros vecinos que no pudiendo ya dormir por la música militar han decidido quedarse en la cama igual?
Temo que el paroxismo patriótico se extienda por todo el vecindario y yo ya no pueda dormir más. ¡El caso es joder!

Felicidades a todas las Pilares, que ellas no tienen la culpa de nada de esto.


sábado, 28 de septiembre de 2013

El día de los tramposos

Estoy convencido de que en el fútbol se reproducen los valores morales de la sociedad. Por ello comportamientos que para otro tipo de sociedades serían inadmisibles, pasan por normales en la nuestra.
En el balompié ejemplos los hay, a patadas. Sirva para ilustrar lo que cuento lo ocurrido en el último Elche 1-Real Madrid 2, y más concretamente en el penalti pitado en el último suspiro del encuentro a favor del equipo millonario.
La anécdota –ojalá sólo fuera una anécdota- ha dado para escribir páginas en periódicos y dar minutos en radio y televisión, y aunque no he hecho un repaso exhaustivo de todo lo que se cuenta, ¡faltaría más!, tengo la impresión de que todos los comentarios se centran en la actuación del árbitro.
El caso es que yo hecho de menos otra lectura, al tiempo que constato que esa ausencia retrata, a mi entender, una falta de ética.
El jugador del Real Madrid Pepe de la manera más abyecta imaginable trató de engañar al árbitro para que éste pitase la falta máxima. Y lo consiguió. Pepe es un tramposo.
Si ustedes jugaran a cartas con sus amigos y descubriesen que uno de ellos hace trampas, ¿acaso no se escandalizarían?, ¿no le afearían la conducta?.
¿Por qué en el caso del fútbol estas conductas se aceptan como normales? ¿Por qué toda la prensa en tromba no ha criticado duramente la actitud del jugador? ¿Por qué las autoridades competentes no sancionan de manera ejemplar a Pepe?

Recuerdo que hace unos años en un partido At. Madrid-Sevilla, cuando el encuentro laguidecía el Kun Agüero, delantero del equipo colchonero, marcó un gol con la mano. El árbitro no vio la infracción y el gol subió al marcador permitiendo la victoria del equipo de Madrid. En la rueda de prensa le preguntaron a Caparrós, a la sazón entrenador del Sevilla, por el gol con la mano y éste respondió, quedándose tan ancho, que el Kun era un jugador genial y muy inteligente, y que si consiguió engañar al árbitro había hecho muy bien. Mis castos oídos no podían dar crédito a lo que estaban oyendo, pero mi decepción fue mayor al comprobar que tampoco la prensa se escandalizó, ni por las trampas de Agüero ni por las palabras del simpático entrenador andaluz.

Me preguntó qué valores pueden aprender los niños y las niñas, cuando se les transmite que hacer trampas en el deporte es algo normal, que lo importante es no ser pillado, que el objetivo es ganar a toda costa sin importar los medios utilizados.
Y hallo la respuesta viendo que el fútbol no es un caso excepcional, sino una parcela más de una sociedad cada vez más individualista, más insolidaria, más egoísta, e indefectiblemente, más tramposa.

lunes, 23 de septiembre de 2013

"El quadern gris", de Josep Pla

Aquests papers em serveixen per a aprendre d´escriure. No pas per aprendre d´ escriure bé, sino simplement per a aprendre d´escriure. Impliquen un enorme, continuat exercici no recompensat però net”.

Aquestes paraules que apareixen a la página 590 de l´edició que tinc a les meves mans d´“El quadern gris”, resumeixen, al meu entendre, les inquietuds literàries d´un jove Josep Pla.
“El quadern gris” és un dietari aparentment verídic, que va des del 8 de març de 1918 –data del seu aniversari-, fins el 15 de novembre de 1919 – quan Pla fa les maletes per marxar a París.
L´autor ens parla de la seva vida quotidiana, del seu país, l´Empordà, on és veritablement feliç;  de la malenconia quan vivia a Barcelona mentre estudiava, sense vocació, Dret,.
Ens parla d´altres escriptors, coetanis seus i anteriors, de la seva visió de la societat on hi viu, de les seves amistats i coneixences, de la seva recalcitrant timidesa amb les dones, de la situació política, etc
Les pàgines d´aquest llibre regalimen honestitat i humilitat. El seu estil literari és fresc, franc,  absent de preciosisme, de retòrica, però al mateix temps és ric, precís, i poètic, per moments.

No sé que hi ha de cert i d´invenció en aquest dietari, tant se val. La seva lectura ha estat un gran plaer i un aprenentatge permanent.

sábado, 7 de septiembre de 2013

El hombre que intentó quemar el Antiguo Banco de Gijón

En la prensa asturiana aparece una noticia sobre un hombre que intenta prender fuego a una sucursal de una entidad bancaria en Gijón.
Ya en el primer párrafo nos deja claro –¡no vayamos a simpatizar con el individuo!- que el incendiario es un desequilibrado mental y que ya había cometido otras fechorías anteriormente. Me quedo más tranquilo.
Dice, asimismo, que había entregado un texto ininteligible y confuso a la policía, o sea, que la policía no entendió su escrito.
Yo desconozco la historia y al malhechor, pero no puedo evitar hacer una lectura menos superficial de la que hacen los medios de comunicación.
En principio, tratar de rociar con gasolina una sucursal bancaria no es normal. Y no solo no es normal sino que además no es deseable, ya que es un acto violento que puede ocasionar daños a personas y cosas (y dinero, en este caso).
Si en lugar de fijarse en  un banco, se hubiese tratado de un quiosco de prensa o de una humilde frutería y no mediase enemistad entre agresor y agredido, a mí me resultaría más difícil de entender. Pero el hecho de que el objetivo del pirómano sea un banco abre un abanico de interpretaciones más allá de la teoría del desequilibrado mental que daría por zanjada la cuestión.
Entre estas interpretaciones –que no excluyen necesariamente el desequilibrio mental- estaría el objetivo de llamar la atención sobre un símbolo del poder financiero, uno de los grandes causantes de la crisis económica. En su desesperación, el hombre, encolerizado, arremete contra quienes considera causantes de su desdicha (y la de muchos), y al mismo tiempo envía un mensaje a la sociedad –es un acto, de haberlo consumado, como para presumir-.
No estoy disculpando a este pobre hombre, aunque algún lector malpensado así lo interprete. Sólo trato de entender lo que hizo.
Admitamos, sin ambages, que estaba ”loco”. Escribo “loco” entre comillas porque con el avance de la psiquiatría existen términos mucho más precisos para designar las conductas que no se consideran normales.
Bien, entonces podríamos preguntarnos por las razones y origen de su enfermedad.
Dejo de lado una cierta predisposición genética, no es ese el tema que ahora me interesa. Es obvio que el ambiente modela el carácter y las conductas de los individuos.
Si vivimos en un ambiente hostil, enrarecido, violento, en definitiva, enfermo, los inadaptados, los infelices, serán muchos más que un ambiente sano.
Ese hombre que intentó quemar una oficina bancaria es víctima del sistema como lo somos la mayoría aunque –todavía- no nos dé por quemar edificios emblemáticos.
Con este ejemplo podemos cuestionarnos quién es realmente el agresor y quién la víctima. Podríamos redefinir el concepto de violencia, ¿acaso no es violencia la explotación laboral, las ejecuciones hipotecarias y los desahucios, la pobreza, la marginación social o el hambre?
Y si ya hemos sido capaces de verlo de esta manera, ¿quiénes son realmente los incendiarios?

jueves, 22 de agosto de 2013

Toponimia sentimental: Asturias o un polaco en la corte del rey Pelayo

Llegué a Asturias a finales de 2001. Fue un cambio de aires, y de mares. Atrás quedaba el Mediterráneo; a partir de ese momento tendría que mirar al norte para buscar un nuevo mar.
A diferencia de mi partida a Tenerife, esta vez tuve la sensación de que marchaba para siempre. Lo importante, como me dijo un amigo, era que me vine a Asturias queriendo.
Si tuviera que elegir dos colores para esta tierra, estos serían el verde y el gris. Un manto verde intenso cubre la accidentada orografía de esta región.  Un gris plúmbeo para un cielo tímido que raras veces se abre.
En casa tenemos una acuarela (original) de un pintor que no aparece en google, luego no debe ser muy conocido fuera de su casa. Fue un regalo de boda.  Representa unas típicas casonas asturianas de piedra, de una aldea perdida cualquiera. A mí me parece un cuadro triste. Mi suegro dice que Asturias es como ese cuadro, triste.
Para mí Asturias es como una isla. Alargada como una berenjena, el mar solo cubre el norte, pero la inexpugnable cordillera Cantábrica al sur  (¡y su más inexpugnable autopista de peaje!) y la lejanía de los extremos oriental y occidental, hacen que raras veces supere sus límites. Cuando abandono la isla suele hacerlo en avión.
Los asturianos se apiñan en su mayoría en la zona centro: Gijón, Oviedo, Avilés y la cuenca del Nalón, ¡como si no hubiese espacio a los lados!
La gente de esta tierra dice de si misma que son babayus, que viene a querer decir algo así como simplón y fanfarrón.
Cuando hace mucho frío pronuncian una frase ininteligible para forasteros: Fai un cutu qu´escarabaya´l  el pelleyu. No me hagan traducirla, quédense con la idea.

Gijón, la ciudad que me acogió, tiene un urbanismo caótico. A Ildefons Cerdà le habría dado un infarto de haberla conocido. No obstante, posee un esplendoroso paseo marítimo conocido como “el Muro”; the Wall, que diría Pink Floyd.
En verano los bañistas caminan de un lado a otro de la playa de San Lorenzo y vuelta a empezar. Parece como si hubieran perdido algo y todavía lo estuviesen buscando.
Oviedo, como dijo Woody Allen, es una ciudad de cuento de hadas. El Ayuntamiento de la capital le erigió una estatua en pleno centro. Es extraño, una estatua en esta ciudad para un cineasta judío neoyorquino que ni siquiera es militar.
Avilés, más conocida como ciudad industrial posee, sin embargo, un casco histórico delicioso.
La costa oriental, donde domina la caliza, es un capricho de la naturaleza. Las formaciones cársticas han dibujado las playas más bellas que he visto jamás. Esto no debería decirlo, pues no quisiera que esta tierra se masificase con las plagas de turistas que tanto daño han hecho ya en el litoral mediterráneo.

Un tío mío, Rafa, ya fallecido, solía rememorar lo bien que había comido en Asturias. Era mencionar el nombre de la región e inmediatamente soltaba la misma letanía: “Menuda fabada me comí yo en Asturias”. Y diciendo eso, daba vueltas a su oronda barriga con la palma de la mano y cara de satisfacción.
Los asturianos son nacionalistas exacerbados, pero sin pretensiones políticas. Llevan el orgullo de su tierrina por todas partes, con su bandera azul con la Cruz  de la Victoria y su himno oficial, tan codiciado por todos los borrachos de este país, sean o no asturianos:

Asturias, Patria querida,
Asturias de mis amores;
¡Quién estuviera en Asturias
en todas las ocasiones!



Vine a Asturias atraído por una de sus bellezas, de hecho ahora convivo con ella, pero esta región esta llena de atractivos que voy descubriendo poco a poco, sin prisas, tengo toda la vida…

sábado, 10 de agosto de 2013

Divide y vencerás

Cuando los ingleses colonizaron la India consiguieron mantener su poder durante dos siglos enfrentando entre sí a los distintos pequeños reinos que habitaban tan vasto territorio.
Esa misma estrategia de dominio ha sido utilizada por todos los pueblos conquistadores a lo largo de la historia. Desde Hernán Cortés hasta Winston Churchill.

En noviembre de 2010 el gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero escenificó un enfrentamiento entre un colectivo de trabajadores: los controladores aéreos de AENA y la patronal, en este caso la Administración, que tenía como jefe al inefable José Blanco. La mayor parte de la población de este país aplaudió con las orejas la firmeza de un gobierno frente a unos súper privilegiados millonarios.
Posiblemente el carácter ancestralmente envidioso de los españoles y la inestimable colaboración de la prensa decantaron el partido a favor de la patronal-Administración. Creo que ese fue el primer acto de lo que seguiría a continuación, una especie de ensayo nuclear, nuestro particular Hiroshima. Se propició el primer enfrentamiento entre trabajadores; entre un colectivo ciertamente muy bien pagado y el resto. Y funcionó.

El segundo acto de esta misma estrategia llegó con los funcionarios. Esos otros trabadores privilegiados cuyo mayor pecado, aunque no el único, es poseer un puesto de trabajo para toda la vida.
También resultó. La incomprensión y/o la envidia del resto de trabajadores hacia ese colectivo posicionó al grueso del resto de trabajadores contra los empleados públicos.
Más tarde llegarían otros enfrentamientos, también orquestados desde el poder, entre distintos colectivos de trabajadores (trabajadores contra parados, trabajadores fijos contra trabajadores eventuales, trabajadores contra jubilados, autóctonos contra inmigrantes, etc.)

La vieja estrategia del divide y vencerás. Mientras, allá arriba está el verdadero enemigo: esa entente formada por el poder financiero, la banca, y las grandes corporaciones. Desde sus despachos decorados con cuadros con escenas de caza – ¡qué lograda ironía!-, desde sus poltronas de piel, dictan a las instituciones políticas lo que deben hacer, es la democracia.

En realidad, el enfrentamiento –y cuando antes nos demos cuenta mejor- es entre el mundo del trabajo y el del capital. En los años setenta las rentas de trabajo llegaban a un 72,4 % del PIB en España. En 2012, por primera vez en la historia en este país las rentas de capital superan a las rentas de trabajo, o sea, la tasa de beneficio de las empresas supera en porcentaje del PIB a los salarios. Eso es sencillamente escandaloso.

Así pues, no nos confundamos de enemigo. Los culpables de la crisis no son los funcionarios, ni los viejos que no se mueren ni a tiros. Tampoco los inmigrantes –que contrariamente a lo que mucha gente piensa- son necesarios en nuestra envejecida sociedad. Los culpables son los señores que ostentan el verdadero poder: los grandes magnates de las finanzas y del gran capital.

Si me tiran de la lengua, les diré que ni siquiera la culpa es de ellos; al final el problema, como dijo Marx, es del propio sistema, del capitalismo. Pero eso ya es materia para otro post.

martes, 30 de julio de 2013

Ryanair tiene olfato para los negocios

Ayer leí una historia que me dejó anonadado. La relato brevemente.
Un hombre que vive en Madrid pierde a su madre en el trágico accidente del tren de Santiago de Compostela.
Rastrea en Internet y a través de www.rumbo.es compra dos billetes (para él y para su mujer) Madrid-Santiago por algo más de 400 euros con la compañía Ryanair.
Sin embargo, contrariamente a lo que suele suceder, el mensaje de confirmación no acaba de llegarle. Algo falla.
Nervioso, pues se trata de un vuelo para ese mismo día, llama por teléfono a rumbo.es  y les comenta su situación (hijo de una víctima del tren que necesita volar esa misma tarde y la reserva que ya ha sido hecha).
En rumbo.es le dicen que hay un problema, a saber. Ryanair acaba de duplicar el precio de los billetes, ahora cuestan 800 euros. Le dan la posibilidad  -solo faltaría- de cancelar la reserva o comprar los billetes  por 800 euros. Se decide por cancelarla y hace en viaje en coche. No quiere que esos desalmados de Ryanair se enriquezcan con su tragedia.

Esa es la historia, y esos son los métodos de Ryanair. Ya los conocíamos pero esto parece desafiar todo resquicio de moralidad que pudiera quedarles como por olvido.

Ryanair, desgraciadamente, no es una excepción. Es el comportamiento lógico al que conduce el modo de producción capitalista.
¡Maldito sistema!

sábado, 6 de julio de 2013

Cómo leer la prensa sin volverse imbécil

El otro día estaba yo en la terracita de un bar muy a gusto leyendo la prensa. Estaba a gusto porque el tiempo era agradable, y estar al exterior en una terraza sin niños a tu alrededor es una experiencia fantástica. Todo resultaba idílico salvo por un detalle: la prensa. Pero esa es una batalla perdida. Al igual que los niños pequeños que, por curiosidad científica, se llevan una mierda de perro a la boca, yo siempre que puedo hojeo la prensa a sabiendas de que  me va a poner de muy mala leche.
Creo que la única información cierta que puede proporcionarnos un periódico es la fecha del mismo y el horóscopo. Todo lo demás es publicidad (Renault, El Corte Inglés, Samsung,…) y propaganda (“Los expertos vaticinan la salida de la crisis para el año que viene”,... Esta frase es como el chiste aquél de José Mota:”te lo voy a devolver, sí, pero hoy no,….mañaaana”.
Bien, mientras leía “La Nueva España”, un periódico asturiano cuyo título ya haría arquear las cejas en algunos rincones de este país, sumí mis pensamientos en las estrategias que tiene el ciudadano para combatir la avalancha ideológica que se inocula cada día a través de los Mass Media.
La opción más sencilla es imitar a Jeremiah Johnson, hacer la mochila e huir a las montañas. Abandonar la “civilización”. (Creo que lo llaman así).  Pero no es una opción socialmente sostenible: no hay montaña pa´ tanto chorizo.
Mi consejo, que vengo aplicando de manera más o menos consciente desde hace años, e inconscientemente desde hace muchos más, es desconfiar de TODO lo que cuenten los periódicos y la televisión. ‘Se  non è falso…poco le manca. (Perdón por mi italiano, es de Barcellona).
Tuve un profesor de Historia –ahora me estoy poniendo más erudito- que decía que la Historia servía básicamente para leer un periódico. Es otra manera de expresar aquella idea tan conocida de que hay que conocer el pasado para comprender el presente. Que a su vez me trae a la memoria otra mucho más inteligente -y prudente, a mi entender- del historiador Pierre Vilar que, cual hábil trilero, cambia el orden de los verbos: “Hay que comprender el pasado para conocer el presente”.
Efectivamente, para no dejarse engañar por la prensa hay que conocer la Historia. Pero no solo la Historia, también es aconsejable tener cierta formación científica, así como conocimientos de filosofía, de economía, de Derecho, de geografía, de sociología, de literatura, etc. Uff!
Dado que esa tampoco es una opción realista –algún lector ya habrá empezado a hacer la mochila (véase la primera opción)- mi recomendación es aplicar la técnica de que te entre por un ojo y te salga por el otro (no especifico cuál).
Así por ejemplo:
Cuando en política internacional la prensa critique sistemáticamente a un personaje y trate con simpatía a otro, desconfía: seguro que el bueno es el malo”. No sé si me explico.
Desconfía también de los guapos; Capriles es el guapo, ¿no?
Cuando te digan que tales medidas económicas son necesarias, piensa que, efectivamente, son necesarias para que a algunos les siga yendo muy bien.
Cuando a alguien le den un premio en reconocimiento por su lucha por la democracia y la libertad, seguro que tiene un pasado nazi.
Cuando se habla de un grupo terrorista, pregúntate quién decide qué es terrorismo y a quiénes se tilda de terroristas.
Cuanto un periódico haga una crítica positiva de una novela reciente, pregúntate si no estará editada por el mismo grupo editorial que el periódico que hace la reseña.
Desconfía también de los premios Nobel de la Paz (e.g. Henry Kissinger, Barack Obama,…)
Cuando a una película le den muchos premios Oscar, seguro que es mala.
Cuando te digan que Isco se ha declarado madridista de toda la vida, no le pidas que bese el escudo.
Cuanto te digan que mañana hará buen tiempo, seguro que llueve.
Cuando te suene el despertador, apágalo, seguro que es un sueño.

Recapitulando, si no quieres ser engañado por los medios de desinformación tienes tres opciones: la primera, huir a las montañas donde no alcance el servicio de correos (la mensajería privada seguro que no llega). La segunda alternativa consiste en estudiar y leer mucho y variado. Y, finalmente, si no te apetece lo primero y no tienes tiempo o ganas para lo segundo, por favor, no cojas un periódico, y si lo coges, no lo abras, y si lo abres, no lo leas, y si lo lees, no lo comprendas, y si finalmente lo comprendes, no te creas lo que dice.





miércoles, 5 de junio de 2013

És quan cardo que hi veig clar

Per aquells que no ho sàpiguen, cardar és un verb transitiu que vol dir pentinar (la llana, el cotó, etc.) amb un instrument anomenat carda, per poder-la filar millor.

A mi això de cardar m´agrada, no ho nego. No sóc pas un professional, em considero simplement un amateur que, amb anys d´experiència, ha assolit un nivell de perfecció envejable.

La primera vegada que vaig veure cardar va ser a casa d´una parella, amics de mon pare. Ells sí eren professionals, s´hi dedicaven per guanyar-se la vida. Vine maco!–em deien- que veuràs com cardem. I jo hi anava i obserbava tot el procès amb els ulls oberts de bat a bat.

Em van animar a provar-ho i la senyora em va ajudar. Vaig xalar d´allò més. Sembla mentida que una feina tan repetitiva poguès ser tant excitant.

El marit es va morir d´un infart mentre cardava, cosa difícilment explicable, però ja se sap que la mort sovint ve quan no te l´esperes.

La senyora es va quedar molt desconsalda i jo, que sóc agraït de bon grat, la vaig consolar. De fet anava a consolar-la dos cops per setmana, ja que la seva tristesa no semblava tenir fi.
Passat el temps de dol, la senyora se sentia millor, però vam fer bona amistat i jo continuava visitant-la.

Quan vaig tenir l´edat, em van cridar a files. Aleshores, el servei militar era obligatori.

Jo no tenia ofici, era estudiant, i em van preguntar què sabia fer. Vaig dir que cardar -em sentia orgullós d´aquesta faceta meva-. Com era educat i d´aspecte polit  em van destinar a servir a les cases dels oficials. Quina barra! D´aquesta manera s´estalviaven criats.

Com que els oficials passaven poc temps a casa perquè jugaven a la guerra, vaig passar tota la mili, excepte el període d´instrucció, envoltat de dones. Vaig comprendre per què es diu que la mili serveix bàsicament per fer-se un home.

En definitiva, jo era un servent, feia de tot, planxar, posar la rentadora, estendre la roba, fer la compra, anar a la tintoreria i, naturalment, cardar.

Als pocs moments de lleure llegia poemes de Josep Vicenç Foix…

sábado, 25 de mayo de 2013

La otra historia de los Estados Unidos

Con un título tan sugerente (en inglés se llamó “A People´s History of the United States: from 1492 to present) el historiador Howard Zinn nos ofrece una perspectiva muy diferente a la que estamos acostumbrados sobre la historia de ese país.
Como dice el propio autor estamos habituados a una historia que explica el pasado desde el punto de vista de los gobernadores, los conquistadores, los diplomáticos y los líderes. Es como si ellos –los Padres Fundadores, Jackson, Lincoln, Wilson, Roosevelt, Kennedy, los principales miembros del Congreso, los famosos jueces del Tribunal Supremo– representaran a toda la nación. La pretensión es que realmente existe una cosa que se llama “Estados Unidos”, que es presa a veces de conflictos y discusiones, pero que fundamentalmente es una comunidad de intereses compartidos. Es como si realmente hubiera un “interés nacional” representado por la Constitución, la expansión territorial, el desarrollo del capitalismo, la cultura de la educación y los medios de comunicación.
Este libro –sigue Zinn- contemplará con escepticismo a los gobiernos y sus intentos, a través de la política y la cultura, de engatusar a la gente ordinaria en la inmensa telaraña nacional, con el camelo del “interés común”.

Aportando multitud de datos y reflexiones Howard Zinn nos ofrece, por ejemplo, una imagen muy distinta a la tradicional y positiva de Andrew Jackson, héroe de guerra que llegaría a ser presidente de los Estados Unidos. Jackson era en realidad un especulador inmobiliario, comerciante, negrero y el más agresivo enemigo de los indios de la primitiva historia americana.
Jefferson que decía no ver con buenos ojos la esclavitud murió poseyendo cientos de esclavos. Abraham Lincoln tampoco era propiamente anti-esclavista sino más bien un político calculador que supo bascular hacía las posiciones que demandaban sus votantes.
La Constitución americana que aparece en el imaginario popular como un modelo de valores de igualdad y libertad fue elaborada por, en su mayoría, abogados que representaban los intereses de distintos grupos poderosos:  los fabricantes que querían tarifas protectoras; los prestamistas; los especuladores inmobiliarios que querían protección para invadir territorios indios; los propietarios de esclavos que necesitaban seguridad federal contra las revueltas de esclavos y los fugitivos, y los obligacionistas que querían un gobierno capaz de recaudar dinero en base a un sistema impositivo nacional, para así cobrar los bonos.

Howard Zinn en este interesante ensayo da voz a los indios, a las mujeres, a los esclavos negros (la mujer esclava negra, doble discriminación), a los blancos pobres, a los obreros, a los hispanos, etc.

Los olvidados de la historia aparecen aquí como protagonistas, con sus sufrimientos, sus muertes, sus luchas, sus huelgas, etc.  En definitiva, esas historias que la historia oficial trata sistemáticamente de ocultar o manipular.

Un libro excelente.

lunes, 13 de mayo de 2013

Algunos libros de economía

En este post pretendo recapitular algunos títulos de los libros de economía que he leído (y estudiado) en los últimos tiempos.
Está claro que para entender lo que está ocurriendo en nuestras sociedades actuales, y más concretamente con la presente crisis –que no es sólo económica- no basta con aprender economía.
Limitarse a la economía es condenarse a no entender nada. Sin embargo, tener claro algunos conceptos económicos nos puede ayudar mucho.
Mi interés por la economía surgió de un interés más general por temas sociales. Como decía  la economista Joan Robinson, hay que aprender economía para no ser engañado por economistas.
Y es que a menudo muchos economistas nos presentan la economía como una disciplina demasiado difícil y compleja; ¡ustedes no intenten comprenderla, no son expertos, nosotros les diremos lo que conviene!
Bien, no se dejen amedrentar, adquirir algunos conceptos económicos básicos no es tan difícil. Más pronto que tarde se darán cuenta de que la economía, que por cierto hasta principios del siglo XX se la llamaba mucho más acertadamente “economía política”, es una disciplina social, y por tanto inexacta. Que las teorías que defienden los economistas muchas veces tienen más que ver con su ideología o con sus intereses que con una pretensión científica. Solía decir el entrañable José Luís Sampedro que había economistas que trabajaban para hacer más ricos a los ricos y otros economistas que luchaban para que los pobres fueran menos pobres.
Sin más prámbulos detallo a continuación algunos de los autores y títulos que recomiendo.

SAMPEDRO, José Luís:

  •  El mercado y la globalización, un pequeña joya para adentrarse en conceptos económicos básicos. Fácilmente comprensible.
  • La inflación (Al alcance de los ministros), en colaboración en su versión actual con Carlos Berzosa.
  • Economía humanística, algo más que cifras, se trata de un compendio de artículos.


MARTÍN SECO, Juan Francisco: 

  •  La trastienda de la crisis. Lo que el poder económico quiere ocultar.
  • La  farsa neoliberal
  • Economía, Mentiras y trampas
  
TORRES LÓPEZ, Juan
  •  La crisis de las hipotecas basura, ¿por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?


GALBRAITH John Kenneth:
  •  La economía del fraude inocente, La verdad de nuestro tiempo
  • Breve historia de la euforia financiera
  • El dinero
  
NAREDO, José Manuel:

  • Raíces económicas del deterioro ecológico y social
  
OLIVERES, Arcadi:

  • Això no funciona. Què és l´economia?
  
HA-JOON CHANG:

  • 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo

 EAGLETON, Terry:

  • Por qué Marx tenía razón

viernes, 26 de abril de 2013

Décimo aniversario

Hace hoy justamente diez años que firmé un contrato amparado por el Código Civil y por las buenas costumbres. Ese contrato lleva el nombre de matrimonio.

A mí nunca me gustaron los contratos. No digo que no sean necesarios para vivir en sociedad, pero siempre me asustó el compromiso, y los de este tipo más, si cabe.

Pero aunque las leyes del consumidor de matrimonios me amparan si en cualquier momento decido rescindir el contrato, tengo que decir que este ha sido el mejor contrato que he firmado y firmaré jamás.

Disfruto de una inigualable tarifa plana de cariño, afecto, comprensión, humor, y sexo, esto último según disponibilidad.

Canta Carlos Gardel que veinte años no es nada. Pues diez años es la mitad de nada, o sea nada….
Esto del tiempo es tan relativo. Que hoy se cumplan diez años no es más que una casualidad. Las efemérides son efímeras por definición, solo duran un día. Pero los diez años no me los quita nadie, y espero seguir disfrutando de más efemérides, de más cumpleaños, de más incumpleaños, de más días soleados, de otros que serán lluviosos, sin duda, pero siempre junto a mi compañera, mi novia, mi esposa, mi amiga, mi vida.

Gracias, querida

lunes, 11 de marzo de 2013

¿De verdad son insostenibles las pensiones?

Como cada domingo intento no perderme el programa de Jordi Évole “Salvados”. Siempre encuentro algo criticable, pero en general pienso que es de lo poco interesante que queda en televisión.

El programa de ayer sobre la viabilidad de las pensiones adoleció de haber entrevistado a un economista que no nos contó toda la verdad sobre el sistema público de pensiones. El profesor de la Universidad de Barcelona Diego Valero explicó de manera muy didáctica, eso sí, los problemas de la inversión de la pirámide poblacional. Esgrimió, como se hace siempre que se alegan razones demográficas, la relación entre el número de personas que cotizan y el número de pensionistas; como si fueran cabezas de ganado. Haciendo ver el peligro de que cada vez haya menos personas cotizantes que deban “sostener” a más perceptores de pensiones.

Este es un argumento muy manido y en parte acertado, pero tiene un problema: es incompleto. Los que se limitan a la hablar de la cuestión demográfica parecen olvidar la variable PRODUCTIVIDAD; ni la mencionan. El argumento demográfico podría ser válido si la productividad no variase nunca, fuese siempre igual. Pero no es así: a lo largo de la historia la productividad del trabajador –y de la sociedad, en general- ha ido aumentando; y se prevé que siga en aumento. El desarrollo tecnológico y la mejor formación del trabajador permiten al trabajador producir más en el mismo tiempo.

Por cierto, Adam Smith aludía a esto en su obra “La riqueza de las naciones” con el ejemplo de la fábrica de alfileres. Gracias a las máquinas, decía el filósofo-economista, un trabajador podrá producir no sé cuantos miles de alfileres más por unidad de tiempo. Lástima que el bueno de Adam Smith no dijera que gracias a las máquinas un trabajador podría seguir produciendo el mismo número de alfileres que antes pero teniendo el trabajador que trabajar menos horas. Hubiese sido la otra opción, pero es que Adam Smith era un burgués, no un trabajador fabril, se comprende…

Pues bien, si en lugar de haber entrevistado al profesor Diego Valero, hubiesen elegido a otro economista más crítico, como Vicenç Navarro, Alberto Garzón Espinosa, Juan Torres López o Juan Francisco Martín Seco, seguramente cualquiera de ellos habría hablado también de la variable demográfica, que obviamente se debe considerar, pero también de su utilización interesada cuando se escamotea la variable productividad.

Además en el programa de ayer el profesor Valero, siguiendo el discurso oficial, nos habló de la “hucha” de las pensiones, del pacto de Toledo, etc.
Bien, ese es otro tema que merece ser desenmascarado. No es de recibo hacer creer a la población que nuestras pensiones dependen de la "caja" de la Seguridad Social, de lo que entre y salga de ella. La realidad es que el hecho de que haya dos cajas: una para la Seguridad Social y otra para el resto de gastos del Estado es una cuestión meramente contable; detrás de ambas está la misma entidad: el Estado. Por tanto, no hay ningún motivo para pensar que si fuera necesario tomar dinero de la caja de gastos generales para  pagar las pensiones no se hiciera; se haría, llegado el caso. El Estado –al menos el Estado tal como está todavía hoy constituido- tiene la obligación de pagar pensiones dignas, cosa que el nuestro no hace, por cierto. En otros países las pensiones salen de los ingresos ordinarios del Estado como si fuera cualquier otra partida.

Mucho más suculenta me pareció la intervención del sociólogo alemán Antonio Brettschneider. Primero nos cuenta objetivamente lo que se está haciendo en Alemania, y luego nos da su opinión; y creo que lo clava.

Los planes de pensiones privados son un jugoso negocio que genera grandes beneficios a las empresas que trafican con los sueños de los trabajadores de tener una pensión digna. Lo habitual es que, salvo que se hayan hecho grandes aportaciones, y la mayoría de los trabajadores no pueden hacerlas, las pensiones privadas sean bastante magras. Eso sin tener en cuenta de que se trata de una lotería -es capital que ha jugado en bolsa- y se puede incluso perder dinero.

Al Estado, actualmente infundido de ideología neoliberal, le interesa fomentar las pensiones privadas para ir abandonando paulatinamente sus obligaciones. De esta manera se desentienden de esa importantísima partida en los presupuestos y contentan al gran capital financiero. Está todo pensado…

Así pues a la pregunta que da título a este post “¿De verdad son insostenibles las pensiones?, yo contestaría que en un país avanzado no tienen porque serlo; siempre y cuando mantengamos y profundicemos en el estado del bienestar.
El problema es que el estado del bienestar es incompatible con los deseos insaciables de beneficio de los capitalistas. O elegimos una cosa o la otra.

En economía al final siempre hablamos de lo mismo: cómo repartimos el pastel.

lunes, 4 de marzo de 2013

Miren Etxezarreta, conferencia en Gijón

Algunas notas a la conferencia: ¿Qué está pasando en la economía española?.


El dia 24 de enero pasado asistí a una conferencia de la profesora de economía aplicada Miren Etxezarreta en el “Antiguo Instituto” de Gijón.
En algún lugar nos cuenta que empezó a estudiar economía porque quería saber por qué había ricos y pobres; que en la facultad no aprendió mucho, y que ahora, después de muchos años empieza a entenderlo.
La charla fue muy instructiva; desgraciadamente no puedo hacer una transcripción de todo lo que contó; entre otras cosas porque se apoyó en abundante material (gráficos, fotografías,…). Así pues me limitaré a esbozar algunas de las ideas introductorias que resultaron también muy interesantes.
Sin más, transcribo con la máxima fidelidad -que es muy poca por lo limitado de mi memoria- algunas ideas de Miren Etxezarreta que, por cierto, comparto plenamente.


¿Para qué sirve el Estado? Entendiendo por Estado toda la red que comprende gobiernos (central, autonómico, local), Administraciones (las mismas), organismos públicos, etc.
En la escuela suelen contarnos que el Estado es, entre otras cosas, un árbitro para dirimir los conflictos entre las personas. Se caracterizaría por ser un ente “neutral”.
Bien, como en tantas otras ocasiones la verdad oficial no se corresponde con la realidad.

El Estado, dice la profesora Etxezarreta, sirve fundamentalmente para reproducir el mismo tipo de sociedad que lo sustenta, sea la que sea. Por ejemplo, en 1991 en la Unión Soviética el Estado fue incapaz de reproducir ese tipo de sociedad.

En toda sociedad hay clases dominantes y clases dominadas. El Estado, pues, reproduce ese mismo esquema contentando a las clases dominantes. Es cierto, también, que tampoco le interesa que las clases dominadas se enfaden “demasiado”; por eso en ocasiones observamos algunos “gestos” para calmarlas; el último, una disposición legislativa que ofrecía una prórroga para los parados a los que se les ha acabado el subsidio por desempleo.

Para que la población acepte un tipo de sociedad determinada el Estado utiliza varias estrategias, entre ellas:

La legitimización ideológica: cuenta como ejemplo cuando ella era niña y en el colegio rezaban por la conversión de pobres rusos, ateos y comunistas. Parece que con el tiempo sus plegarias fueron escuchadas.

La legitimización económica: el consabido argumento aquel de que el capitalismo no es perfecto (lo admiten sus defensores), en fin, que tiene sus defectillos, pero que es el mejor sistema posible; que ha elevado el nivel de vida del grueso de la población (eso es cierto), y que ya vemos que no hay alternativa, a tenor de lo visto con los ensayos comunistas.

Cuando la legitimación falla, o sea mantener a la población por medios pacíficos, el Estado no tiene inconveniente en utilizar la violencia (tiene el monopolio legal). Así la policía se convierte en un cuerpo represor, y se establecen leyes que limitan la capacidad legal para manifestarse, se persigue la disidencia, etc.

Cuando las clases dominantes temen que el Estado ya no les mantenga sus privilegios, es entonces cuando estas clases rompen la baraja. Dos ejemplos muy claros: España, 1936. Los grupos privilegiados -grandes propietarios agrarios y capitalistas industriales- temieron perder su status quo. Por tanto, auspiciaron o apoyaron -como la Iglesia católica- un golpe de Estado, con la consiguiente Guerra Civil y la posterior dictadura franquista.

Algo similar ocurrió cuando el legítimo gobierno de Salvador Allende en el Chile de 1973 fue derrocado por el golpe de Estado de Augusto Pinochet, instaurándose una dictadura que acabó con las políticas sociales y sometió al pueblo a una terrible represión.

La dicotomía entre Estado y mercado, o dicho de otro modo, sector público/sector privado ha existido desde que existen sociedades. El algunos momentos históricos y territorios ha tenido mayor protagonismo el sector público, en detrimento del privado, y en otros ha predominado el sector privado sobre el público.

Entre 1945 y 1975, por poner unas fechas aproximadas, se avanza en potenciar los sectores públicos de los Estados, tanto en Europa occidental como en EEUU. El Estado es enormemente intervencionista, y ello es visto como algo positivo bajo el pensamiento económico dominante, que es el keynesianismo.

A partir de los años setenta y progresivamente se van imponiendo en economía las ideas neoliberales que proclaman la superioridad absoluta de lo privado, y el desprestigio de lo público.

La puesta en práctica en Europa y EEUU de las políticas neoliberales llega de las manos de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan, y en otras latitudes con los experimentos tan devastadores como los de Chile, Brasil o Argentina.

En la actualidad el poder está en manos del gran capital financiero e industrial, que utiliza organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial para obligar a los gobiernos a adoptar políticas neoliberales.

Los gobiernos, no obstante, tienen cierto margen de maniobra, por tanto tienen también su parte de responsabilidad.

La crisis, sigue contando la profesora Etxezarreta, es algo que evoluciona, no es algo estático. En 2007 explotó la crisis financiera, más tarde se contagió al resto de la economía –crisis económica (de la actividad productiva)-, y ahora estamos en la crisis de la deuda pública. Y seguirá evolucionando.

Lo que parece claro es que las consecuencias de la crisis, o mejor dicho, de las políticas que se están implementado para combatirla, están haciendo mucho daño a la mayor parte de la población; y todo para beneficiar a unos pocos, a los más ricos.

Sin descargar culpa a los políticos (es más, insiste en que tienen su margen de maniobra pero muchas veces no lo utilizan), Miren Etxezarreta quiere señalar a los verdaderos culpables son los propietarios de la riqueza, los dueños del capital, y que, cómodamente, ven los toros desde la barrera pues casi nadie les señala a ellos. Estos manejan los hilos de los políticos que a su vez despliegan sus hilos sobre la población.


La charla dio mucho más de sí; la profesora aportó gráficas y fotografías que fue comentando, y que entraron de lleno en tratar de responder a la pregunta que da título a la conferencia.

viernes, 15 de febrero de 2013

¿Y la opinión del funcionario?

El otro día estuve hojeando “El Comercio”, un periódico de Gijón.
El diario arrancaba en sus primeras páginas con un reportaje sobre el traslado de los juzgados de Gijón al nuevo y flamante Palacio de Justicia, situado, como decimos en Catalunya, “en la quinta forca”, o sea, muy lejos.
En la parte inferior del reportaje aparecían cinco fotografías de cinco individuos y cada una adjuntaba una breve, muy breve y presumible opinión sobre lo que supone el traslado de todos los juzgados a ese macroedificio. Va a ser muy positivo…, era necesario…, ya saben, frases de ese estilo.
Lo que me llamó la atención es que las cinco personas seleccionadas para dar su beneplácito eran dos jueces, un fiscal, un abogado y una procuradora.
Yo, ingenuo de mí, me pregunté ¿por qué no han pedido la opinión también a un sencillo y humilde funcionario, o funcionaria? Al fin y al cabo van a trabajar cientos de ellos en ese edificio. Se me ocurrieron las siguientes hipótesis:

Hipótesis A: el cronista buscó con denodado esfuerzo la opinión de un funcionario, pero ninguno quiso colaborar.

Hipótesis B: el periodista pensó en la posibilidad de entrevistar a un funcionario, pero finalmente desechó la idea.

Hipótesis C: al reportero, seguramente un humilde y precario trabajador, ni siquiera se le pasó por la cabeza la posibilidad de contar con un empleado público. Si un granjero decide trasladar los cerdos de una granja a otra tampoco pregunta a los cerdos qué les parece la idea, ¿verdad?

El matiz entre la hipótesis B y la C es más importante de lo que podría parecer.
Cuando durante la Revolución Francesa se establecieron los Derechos del Hombre, se pensaba en el hombre y no en la mujer. Sin embargo, no había una exclusión consciente de la mujer, sencillamente, esa posibilidad ni siquiera se consideraba y, por tanto, nadie percibía lo que para nosotros es una omisión inaceptable.
Que cada uno interprete lo que quiera, yo abogo por la hipótesis C. Al reportero ni se la pasó por la cabeza contar con un administrativo. Por otro lado, me temo que la inmensa mayoría de lectores del periódico tampoco iba a echar en falta esa ausencia. Creo que se ha generalizado la percepción de que los trabajadores –en este caso funcionarios- no contamos para nada, y así nos va.

Pero, bien pensado, tal vez yo esté confundido, y al menos los funcionarios sí estén considerados. Si no ¿por qué el jefecito de los empresarios, un tal Juan Rosell, les dedica tan bellas palabras? Y por la misma razón, ¿por qué la prensa se hace eco de ellas?

martes, 15 de enero de 2013

"La inflación", de José Luis Sampedro




Inflation for benefit of the few” (Inflación en provecho de una minoría).
Ezra Pound, poeta que no tenía nada de marxista



Recuerdo una reunión familiar hace ya tiempo. En ella una tía mía que cursó solo estudios primarios formuló una pregunta menos estúpida de lo que pudiera parecer en un primer momento: ¿Por qué suben los precios?. ¿Cómo? –dije yo para ir ganando tiempo mientras pensaba una respuesta-. Sí, ¿por qué tienen que subir los precios de las cosas?, ¿por qué no cuesta todo siempre lo mismo?.

Como en mi pequeño núcleo familiar tengo cierta consideración de persona intelectualmente preparada, lo cual no es del todo mérito mío, me sentí obligado a dar una respuesta. Debí decir algo así como que existía crecimiento económico, cada vez mayor riqueza y, por tanto, más dinero en circulación. Por ello, el precio de las cosas subía. Puso cara de no entenderlo, lo cual no me extrañó pues ni a mí mismo me convencía mi explicación.

Tiempo más tarde cayó en mis manos una joya -otra más- de José Luis Sampedro. Ojalá la hubiese leído cuando mi tía formuló aquella pregunta. La inflación (Al alcance de los ministros)”, que en su versión actualizada cuenta con la colaboración del también economista Carlos Berzosa.

En cualquier manual de economía vamos a encontrar definiciones sobre la inflación y sus causas. Pero la mayoría de manuales, dice Sampedro, ocultan explicaciones, la teoría convencional ofrece una versión incompleta de la realidad. No es que mientan, pero sí evitan entrar en las causas profundas que explican el fenómeno de la subida de los precios. Una explicación realmente comprensiva implica entrar en terrenos como el análisis de la estructura social y las relaciones de poder entre los distintos grupos sociales, la naturaleza del capitalismo, etc. En definitiva, aspectos sociológicos que superan los límites de la ciencia económica.

Cuenta Sampedro que existen dos tipos de economistas: “Los que trabajan para que los ricos sean cada vez más ricos y los que trabajamos para que los pobres sean menos pobres”.
Este ensayo del viejo y entrañable economista y escritor es un claro ejemplo de su vocación y lucha por la justicia social.
Aquellos que quieran saber realmente qué es la inflación y sus causas no pueden dejar de leer este libro. No lo lamentarán.

martes, 8 de enero de 2013

"Los desorientados" de Amin Maalouf


Me regalaron un ejemplar de  “Los Desorientados” mis compañeras (y compañeros) de trabajo con motivo de mi marcha. Yo no les había hablado de mi debilidad por Amin Maalouf, así que me pareció sorprendente que acertaran con el libro.

Lo leí con el placer de quien desflora las páginas de un libro nuevo, y con el deleite de la lectura de una prosa que conjuga sencillez, poesía e inteligencia.

La novela, la última hasta el momento del autor, destila muchas de sus inquietudes: el concepto de identidad -una vez más-; las identidades religiosas, nacionales, culturales; la amistad a pesar de todas las diferencias; la guerra como elemento de desunión y diáspora; el concepto de patria; el amor, el sexo, la infidelidad, la lealtad, el pasado, el presente, el futuro incierto,…

Para alguien como yo, con una identidad también compleja, las novelas de Maalouf son un bálsamo. Cuando leo a Maalouf siento empatía por los personajes de sus novelas, y creo que ellos también la siente por mí. Nos entendemos.

En “Los Desorientados”, Adam, un profesor árabe de historia que lleva años viviendo en París, decide volver a su país después de décadas sin pisarlo con motivo de la enfermedad terminal de un antiguo amigo de juventud. La novela girará en torno al retorno a su patria, a sus amigos de juventud, en definitiva, a su pasado. El reencuentro y las reflexiones que éste suscita hilvanarán esta bella historia.