viernes, 18 de noviembre de 2011

Toponimia sentimental: Andalucía



Mi afecto por Andalucía se debe probablemente a cuestiones genéticas: mi madre es de Ronda (Málaga) y, aunque ha pasado la mayor parte de su vida en Barcelona por culpa de un catalán del que se enamoró (mi padre), los viajes a su pueblo han sido frecuentes mientras su salud o, en ausencia de ésta su tozudez, se lo han permitido.
Su éxodo a tierras catalanas coincidió con el de muchos andaluces que abandonaron su tierra para ganarse el pan en el país del pa amb tomàquet o, como dicen y escriben por las Españas, del “Pantumaca”.
Orgullosos de su origen, los andaluces, presumen de que ellos levantaron Catalunya. La gente del sur es maestra de la hipérbole.
Desde el norte vemos a Andalucía como se despereza al sur de la Península, más larga que ancha, coquetea a un tiempo con el Mediterráneo y el Atlántico.
Andalucía es una tierra labrada de tópicos. La imaginería popular nos habla de una región atrasada, inculta, de jornaleros vagos que cobran el PER y de señoritos ociosos -que no es lo mismo que vagos- que cobran el PAC.
Andalucía es la tierra de la alegría donde también corren lágrimas. Es la tierra del sol tamizado en Grazalema por su pertinaz lluvia.
Pero más allá de tópicos y realidades para mí Andalucía son recuerdos. Recuerdos de veranos en Ronda, la ciudad blanca que se asoma ufana a ese impresionante precipicio conocido como “El Tajo”. Y el olor de la noche a flor de azahar. Es también tiempos de mili en San Fernando y en Cádiz. Es perderse por el barrio de Santa Cruz de Sevilla, o seguir la Carrera del Darro bajo la majestuosa Alhambra en Granada; es deambular por la judería de Córdoba. Es la imagen de campos marrones ondulados protegidos por ejércitos de olivos. Es también una ciudad de la Costa del Sol…
Hace muchos años que no viajo a Andalucía. Supongo que algún día volveré, aunque no sé cuándo. Pero no importa, esa tierra ya ha hecho suficiente como para ocupar un rinconcito en mi cuarteado corazón. Forma parte irrenunciable de mi toponimia sentimental.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Todos los políticos no son iguales












Yo nunca he sido partidario de generalizar, ni siquiera en una actividad (¿tal vez debiera decir profesión?) tal vilipendiada, seguramente con razón, como la política.

El comportamiento ético de Julio Anguita, que debiera ser algo normal, se convierte en extraordinario cuando la generalidad se comporta como los otros señores de la imagen.


En realidad no es un problema exclusivo de los políticos, es una cuestión social. Una pérdida de valores o, mejor dicho, un cambio de valores. Hemos creado una sociedad donde el dinero, el poder, la ostentación, ser el número uno, un triunfador,... son objetivos para los que no importa utilizar cualquier medio, por execrable que sea. Esa lucha darwinista se ha convertido en algo normal.

Seguiremos luchando por cambiar las cosas, no lo duden.



P.D. Creo que no se lee bien lo que dice bajo las fotos, lo aclaro: bajo la foto de Aznar: Endesa, 200.000 euros anuales. Bajo la de Felipe González: Gas Natural, 126.500 euros anuales. Bajo la última: Julio Anguita renunció a su paga vitalicia como ex-parlamentario. "Con mi pensión de maestro tengo bastante".


P.D. 2. Julio Anguita ha dicho en alguna ocasión: "hay que vivir sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir".