sábado, 28 de septiembre de 2013

El día de los tramposos

Estoy convencido de que en el fútbol se reproducen los valores morales de la sociedad. Por ello comportamientos que para otro tipo de sociedades serían inadmisibles, pasan por normales en la nuestra.
En el balompié ejemplos los hay, a patadas. Sirva para ilustrar lo que cuento lo ocurrido en el último Elche 1-Real Madrid 2, y más concretamente en el penalti pitado en el último suspiro del encuentro a favor del equipo millonario.
La anécdota –ojalá sólo fuera una anécdota- ha dado para escribir páginas en periódicos y dar minutos en radio y televisión, y aunque no he hecho un repaso exhaustivo de todo lo que se cuenta, ¡faltaría más!, tengo la impresión de que todos los comentarios se centran en la actuación del árbitro.
El caso es que yo hecho de menos otra lectura, al tiempo que constato que esa ausencia retrata, a mi entender, una falta de ética.
El jugador del Real Madrid Pepe de la manera más abyecta imaginable trató de engañar al árbitro para que éste pitase la falta máxima. Y lo consiguió. Pepe es un tramposo.
Si ustedes jugaran a cartas con sus amigos y descubriesen que uno de ellos hace trampas, ¿acaso no se escandalizarían?, ¿no le afearían la conducta?.
¿Por qué en el caso del fútbol estas conductas se aceptan como normales? ¿Por qué toda la prensa en tromba no ha criticado duramente la actitud del jugador? ¿Por qué las autoridades competentes no sancionan de manera ejemplar a Pepe?

Recuerdo que hace unos años en un partido At. Madrid-Sevilla, cuando el encuentro laguidecía el Kun Agüero, delantero del equipo colchonero, marcó un gol con la mano. El árbitro no vio la infracción y el gol subió al marcador permitiendo la victoria del equipo de Madrid. En la rueda de prensa le preguntaron a Caparrós, a la sazón entrenador del Sevilla, por el gol con la mano y éste respondió, quedándose tan ancho, que el Kun era un jugador genial y muy inteligente, y que si consiguió engañar al árbitro había hecho muy bien. Mis castos oídos no podían dar crédito a lo que estaban oyendo, pero mi decepción fue mayor al comprobar que tampoco la prensa se escandalizó, ni por las trampas de Agüero ni por las palabras del simpático entrenador andaluz.

Me preguntó qué valores pueden aprender los niños y las niñas, cuando se les transmite que hacer trampas en el deporte es algo normal, que lo importante es no ser pillado, que el objetivo es ganar a toda costa sin importar los medios utilizados.
Y hallo la respuesta viendo que el fútbol no es un caso excepcional, sino una parcela más de una sociedad cada vez más individualista, más insolidaria, más egoísta, e indefectiblemente, más tramposa.

lunes, 23 de septiembre de 2013

"El quadern gris", de Josep Pla

Aquests papers em serveixen per a aprendre d´escriure. No pas per aprendre d´ escriure bé, sino simplement per a aprendre d´escriure. Impliquen un enorme, continuat exercici no recompensat però net”.

Aquestes paraules que apareixen a la página 590 de l´edició que tinc a les meves mans d´“El quadern gris”, resumeixen, al meu entendre, les inquietuds literàries d´un jove Josep Pla.
“El quadern gris” és un dietari aparentment verídic, que va des del 8 de març de 1918 –data del seu aniversari-, fins el 15 de novembre de 1919 – quan Pla fa les maletes per marxar a París.
L´autor ens parla de la seva vida quotidiana, del seu país, l´Empordà, on és veritablement feliç;  de la malenconia quan vivia a Barcelona mentre estudiava, sense vocació, Dret,.
Ens parla d´altres escriptors, coetanis seus i anteriors, de la seva visió de la societat on hi viu, de les seves amistats i coneixences, de la seva recalcitrant timidesa amb les dones, de la situació política, etc
Les pàgines d´aquest llibre regalimen honestitat i humilitat. El seu estil literari és fresc, franc,  absent de preciosisme, de retòrica, però al mateix temps és ric, precís, i poètic, per moments.

No sé que hi ha de cert i d´invenció en aquest dietari, tant se val. La seva lectura ha estat un gran plaer i un aprenentatge permanent.

sábado, 7 de septiembre de 2013

El hombre que intentó quemar el Antiguo Banco de Gijón

En la prensa asturiana aparece una noticia sobre un hombre que intenta prender fuego a una sucursal de una entidad bancaria en Gijón.
Ya en el primer párrafo nos deja claro –¡no vayamos a simpatizar con el individuo!- que el incendiario es un desequilibrado mental y que ya había cometido otras fechorías anteriormente. Me quedo más tranquilo.
Dice, asimismo, que había entregado un texto ininteligible y confuso a la policía, o sea, que la policía no entendió su escrito.
Yo desconozco la historia y al malhechor, pero no puedo evitar hacer una lectura menos superficial de la que hacen los medios de comunicación.
En principio, tratar de rociar con gasolina una sucursal bancaria no es normal. Y no solo no es normal sino que además no es deseable, ya que es un acto violento que puede ocasionar daños a personas y cosas (y dinero, en este caso).
Si en lugar de fijarse en  un banco, se hubiese tratado de un quiosco de prensa o de una humilde frutería y no mediase enemistad entre agresor y agredido, a mí me resultaría más difícil de entender. Pero el hecho de que el objetivo del pirómano sea un banco abre un abanico de interpretaciones más allá de la teoría del desequilibrado mental que daría por zanjada la cuestión.
Entre estas interpretaciones –que no excluyen necesariamente el desequilibrio mental- estaría el objetivo de llamar la atención sobre un símbolo del poder financiero, uno de los grandes causantes de la crisis económica. En su desesperación, el hombre, encolerizado, arremete contra quienes considera causantes de su desdicha (y la de muchos), y al mismo tiempo envía un mensaje a la sociedad –es un acto, de haberlo consumado, como para presumir-.
No estoy disculpando a este pobre hombre, aunque algún lector malpensado así lo interprete. Sólo trato de entender lo que hizo.
Admitamos, sin ambages, que estaba ”loco”. Escribo “loco” entre comillas porque con el avance de la psiquiatría existen términos mucho más precisos para designar las conductas que no se consideran normales.
Bien, entonces podríamos preguntarnos por las razones y origen de su enfermedad.
Dejo de lado una cierta predisposición genética, no es ese el tema que ahora me interesa. Es obvio que el ambiente modela el carácter y las conductas de los individuos.
Si vivimos en un ambiente hostil, enrarecido, violento, en definitiva, enfermo, los inadaptados, los infelices, serán muchos más que un ambiente sano.
Ese hombre que intentó quemar una oficina bancaria es víctima del sistema como lo somos la mayoría aunque –todavía- no nos dé por quemar edificios emblemáticos.
Con este ejemplo podemos cuestionarnos quién es realmente el agresor y quién la víctima. Podríamos redefinir el concepto de violencia, ¿acaso no es violencia la explotación laboral, las ejecuciones hipotecarias y los desahucios, la pobreza, la marginación social o el hambre?
Y si ya hemos sido capaces de verlo de esta manera, ¿quiénes son realmente los incendiarios?