sábado, 12 de agosto de 2017

Tourists, go home


A veces – o sea, casi siempre- cuando hojeo la prensa o escucho en los medios a algún político o periodista hablar de un tema de actualidad, siento tanta rabia que me dan ganas de llamar al tío la vara para que acabe con tanta tontería. La última: eso que han bautizado los medios como turismofobia.

Es un hecho que el sector turístico aporta beneficios económicos a las empresas del sector; que el turismo –que no los empresarios- genera puestos de trabajo (de dudosa calidad, por cierto), y que, indirectamente,  a través de los impuestos, genera ingresos en el país. También es un hecho que de no tener tanto peso el turismo, tal vez, podríamos dedicarnos a otras actividades económicas más productivas, de mayor valor añadido (pregunten a los alemanes, por ejemplo). No lo hicimos. En economía eso se llama coste de oportunidad.

Incluso admitiendo los aspectos económicos positivos del turismo, no es menos cierto que la masificación del turismo crea también problemas, y no pocos.

Por desgracia, a veces-o sea, casi siempre- hay que hacer bastante ruido para que te oigan -ya no digo para que te escuchen. Y en ocasiones algunos se pasan de la raya. No pretendo justificar esas pequeñas acciones delictivas como asaltar un autocar y hacer pintadas con frases del tipo “tourists, go home”. Pero, una vez más, echamos en falta un auténtico debate  político y mediático.

¿Qué tipo de problemas crea la masificación del turismo en las ciudades? Que se lo pregunten a los barceloneses, por ejemplo. Que se paseen por el centro de la ciudad o por el barrio de la Barceloneta. O mejor, que vivan allí una temporadita –si pueden pagarse el alquiler, claro.

Por citar solo algunos de los efectos indeseables: gentrificación, generación de residuos urbanos, sobresaturación de transporte público, molestias, encarecimiento de la vivienda y de otros productos y servicios, conversión de las ciudades en parques temáticos, etc. Y esto por no hablar del turismo a mayor escala; la actividad turística ha destruido ya gran parte del litoral mediterráneo. Hoteles, apartamentos, piscinas, campos de golf,…¡en una región seca!

Debe de haber demasiados intereses económicos en este país para que, especialmente desde la derecha, no haya un debate serio sobre el modelo turístico. El “debate”, por llamarlo de alguna manera, se limita a frases del tipo “Hay que mimar el turismo; de ello dependen los empleos de miles de familias”, Rajoy dixit. ¡Qué profundidad!, ¡qué gran intelectual se ha perdido este país!  O ese sabio consejo de Cristina Cifuentes a Ada Colau: ¡contundencia contra los violentos!

Y los mass media, claro, les siguen el juego. Así, cuando surgen voces críticas, como la misma Ada Colau, tratando de abrir un debate sobre el modelo turístico,  en seguida salen los perros de presa –de prensa- para defender a sus amos. No entran a debatir, no se mueven con argumentos. Supongo que son conscientes de su debilidad en ese terreno, así que se limitan a linchar al adversario con adjetivos supuestamente negativos: radical, antisistema, comunista, retrógrado, y otros que se venden como un pack, y que son muy útiles pues sirven para otras ocasiones.

Este es el nivel del discurso en este país; insultos, descalificaciones, señalar la anécdota en lugar del problema de fondo, y todo, en definitiva, para silenciar el debate, para acallar la reflexión. Y así  nos va…