sábado, 17 de julio de 2010

Las cosas son así...

Uno de los mayores escollos que uno encuentra cuando critica, en su entorno cercano, las injusticias de nuestra sociedad es aquello que podría resumirse en una frase del tipo: “sí, ya sé que el mundo es injusto, pero,¿qué quieres hacer?, no se puede hacer nada, las cosas son así.”. Las cosas son así…

He escuchado esta respuesta o similares cientos de veces, y debo admitir que me resulta difícil tratar de convencer a mi interlocutor del error que a mi entender encierra ese planteamiento.

Evidentemente, la percepción que los humanos tenemos de cuanto nos circunda viene condicionado por lo que los psicólogos denominan nuestras propias creencias; no se refieren únicamente a creencias religiosas o políticas sino a todas las creencias. Toda la información aprehendida a lo largo de nuestra vida y nuestra manera de ordenarla. De esta manera, los nuevos datos serán interpretados y almacenados de forma distinta según la persona, o sea, según sus creencias; las cuales, a su vez, se han configurado a lo largo del tiempo desde su más tierna (o desgraciada) infancia hasta el momento presente. Entre las variables más importantes están el contexto socio-económico, o sea, la clase social; el geográfico; la educación recibida; los libros leídos (y, sobre todo, ¡los no leídos!); las películas vistas; las personas conocidas… las vivencias, en definitiva.

Un aspecto fundamental en la manera de pensar es lo que los filósofos llaman el pensamiento idealista y el pensamiento materialista, (Parménides/Heráclito, Platón/ Aristóteles y todas las aportaciones de filósofos posteriores). No hay que confundirlo con lo que se conoce como ser una persona materialista o persona idealista desde un punto de vista moral; eso es otra cosa.

Las personas que piensan bajo una concepción -muchas veces de manera inconsciente-idealista tienden a creer que las cosas difícilmente pueden cambiar. No digamos ya, si por su propio status social ni siquiera les interesa el cambio, en ese caso estarán plena e interesadamente convencidas. Por el contrario, los individuos con una concepción materialista creerán que el cambio es posible. También en este caso el status social condiciona la manera de pensar.

Evidentemente, los cambios sociales son la mayoría de las veces lentos. Requieren décadas o cientos de años. Muchas veces son imperceptibles en el horizonte de una vida humana, pero eso no significa que no sean posibles. La Historia nos muestra que sí lo son.

Yo, por mis vivencias –desconozco si la genética tiene aquí cabida, aunque es posible-, me identifico como persona filosóficamente materialista. Estoy convencido de que los cambios son posibles, también de que son necesarios. Necesarios para la sociedad, o, para concretar, para una mayoría de personas que están controladas y explotadas por una minoría. Si no recuerdo mal, decía el profesor Vicenç Navarro que en España hay actualmente un 20% de población que tienen cierto (algunas mucho) poder. Las decisiones políticas que afectan al conjunto de la sociedad están tomadas para beneficiar a esa minoría. ¡Y a esto lo llaman democracia!

Por eso, cuando veo personas que, encontrándose dentro de esa mayoría silenciosa, explotada y alienada, se cruzan de brazos con argumentos del tipo “la sociedad está montada así” (¡cómo si los encargados de montarla no fuéramos nosotros!), lo lamento sobremanera.

Jamás he dicho una frase del tipo “Las cosas son así”, antes diría “Las cosas están así”. Diferencia sutil pero importante, pues mientras el verbo “ser” condena a la eternidad el verbo “estar” conlleva temporalidad y, por tanto, cambio.

Desgraciadamente –quiero decir para desgracia de la mayoría-, me temo que el pensamiento idealista está mucho más extendido que el materialista.

Así pues, aun en minoría, seguiremos luchando “Sin esperanza, con convencimiento” que decía el poeta Ángel González.

miércoles, 14 de julio de 2010

Tot fugint

Dilluns, dotze de juliol de 2010. A sobre nostre hi cauria tota la fanfàrria patriòtica si no fèiem res per evitar-ho. Així doncs, seguint les passes del republicans espanyols al 1939 vam creuar la frontera francesa i un cop a França, les notícies de la victòria nacional al mundial de futbol arribarien, tal vegada, atenuades. Uns quants dies al encisador poble de Cotlliure i podríem tornar cap a Catalunya sans i estalvis. Passem dos dies meravellosos al poble on és enterrat l´Antonio Machado.

Però, vés per on, Le 14 juillet, festa nacional francesa, ens agafa desprevinguts, quina mala sort!. Tornem a fer les maletes, pujem al cotxe i busquem la fugida per la carretera de la costa, la que passa per Port-Vendres, Banyuls, Cerbère i Port Bou. Impossible, un gendarme no ens deixa passar a Port-Vendres; la carretera està tallada per les celebracions. Les notes de “La Marsellesa” que ens arriban d´un cor, però no pas al cor, ens acaben de fer la guitza.