miércoles, 18 de enero de 2017

La santa espina



Resulta desolador que a estas alturas todavía tengamos que estar discutiendo temas que uno, ingenuamente, piensa que ya deberían estar superados.

La escena ocurrió hace unos días en un aula de la E.O.I de Gijón,  pero bien podría haber tenido lugar en Burgos, en Sevilla o en Cuenca. Fue hace unos días, pero la esencia de la discusión la podríamos encontrar en esos mismos lugares (y muchos otros) hace cien años, y, me temo, también dentro de otros cien, si todavía no hemos acabado con el planeta, y España sigue estando situada donde Dios la puso: en el centro del mundo, como explicaban los libros de Historia de la época franquista.

Una compañera de inglés que trabaja como profesora interina de FOL, y que está presta a seguir presentándose a las oposiciones de Secundaria allá donde se convoquen, se lamenta de que en determinadas comunidades se exija el conocimiento de la lengua propia (catalán, vasco o gallego). Yo decido tomar aire y contar hasta diez. Otra compañera suscribe esa declaración, y matiza, en un alarde de generosidad, que entendería –usa muy bien el condicional y el subjuntivo- que el conocimiento de esas lenguas sirviera para mejorar la nota del examen, sin que, en ningún caso, fuese un conocimiento exigible. Para acabarlo de adobar, perdón, quiero decir, para rematarlo, otra compañera, en lo cada vez más se asemeja a un aquelarre españolista, dice que efectivamente es injusto e inconstitucional (sic) que viviendo en el mismo país no puedan presentarse a oposiciones en esas comunidades donde hay lengua propia.

Sabedor de que mi opinión, en este contexto, está en absoluta minoría, no puedo evitar dar mi punto de vista. Para empezar, corrijo a la compañera que dijo que el resto de españoles no se podían presentar a las oposiciones en esos territorios periféricos. ¡Por supuesto que se pueden presentar! Cosa distinta es que carezcan de algunos de los requisitos exigidos en la convocatoria de empleo público. En todas las convocatorias existen siempre determinados condicionantes que no todo ciudadano español o europeo cumple. Si quieres ser juez o fiscal se te exigirá la licenciatura o el grado en Derecho, ¿alguien lo discute? ¿alguien considera ese requisito injusto o inconstitucional? No, porque no lo es.

Todo el mundo comprende que se exija para ciertos puestos una preparación específica y acreditable en un campo concreto, o un nivel de estudios determinado. Sin embargo, el tema de la lengua propia no se acaba de entender.

Creo que el problema de fondo es que en muchos españoles persiste una determinada visión de España, homogénea, uninacional, y –aunque no sean conscientes de ello- también centralista, que no comulga en absoluto que las sensibilidades nacionales de algunos territorios periféricos. Son personas que a menudo despotrican también de las Autonomías, culpables de todas nuestras desgracias. No acaban de entender que el Estado español es plurinacional, y pretenden reducir a meros particularismos locales, a  un mero colorido folclórico las lenguas, negando asimismo una historia propia de esos territorios. El catalán, por ejemplo, sería como la sardana, una curiosidad local. Lo toleran mientras lo hablen en la intimidad pero, ¡de ahí a exigir su conocimiento, habiendo ya una lengua tan común e indivisible para todos los españoles! Parece que esa es su manera de pensar…

Ante este panorama tan falto de comprensión, tan arrogante, tan arturoperezrevertiano,  ¿todavía les sorprende que haya ciudadanos de esas regiones que deseen divorciarse del Estado Español?