domingo, 14 de diciembre de 2014

La Marató de TV3 o la cultura de la limosna

Como cada año por estas fechas tan sensibleras, TV3 apela a la conciencia de los ciudadanos para colaborar con donativos por una “causa justa”.  La especialidad de La Marató de TV3 es la obtención de recursos económicos para la investigación científica de enfermedades que, hoy por hoy, no tienen cura.
Últimamente, y en clara relación con la crisis económica, están proliferando este tipo de iniciativas. Y esto me preocupa.
Siempre he pensado que la limosna es un acto de limpieza de conciencia por parte de quien la da, y de una miserable prórroga para quien la recibe. Y en todo caso, jamás ha servido para erradicar la pobreza.
Desde una concepción individualista de la sociedad; la postulada por la ideología neoliberal –recordemos que Margaret Thatcher decía que la sociedad no existía, que sólo existían individuos y familias-,  desde esa perspectiva, tal vez tenga sentido la limosna o los donativos.
Sin embargo, para los que creemos en otro tipo de sociedad, esa demostración de solidaridad estaría, en mi opinión, mal encauzada.
Si entendemos, y no debe ser tan extraño cuando se contempla también en la Declaración  Universal de los Derechos Humanos, que todas las personas tienen derecho a una vida digna, ¿quién es responsable de velar por el cumplimiento de ese derecho cuando las personas por si mismas no pueden acceder a esa dignidad? En mi opinión, el Estado. O sea, las instituciones que conforman el Estado.

A menudo, cuando hablo de este tema con amigos o familiares la réplica suele ser: “Ya, debería ser el Gobierno, pero si ellos no lo hacen, ¿qué?, ¿dejamos que se mueran?, ¿no colaboramos con la financiación en investigación de enfermedades?
Admito que no tengo una respuesta del todo convincente para ellos. Y sin embargo, sigo pensando que es un error. No exigir a los Gobiernos que cumplan su cometido, y hacerles el trabajo, no soluciona los problemas, y, además, les sirve en bandeja de plata una coartada perfecta para desatender sus responsabilidades. Sería fantástico que estas fundaciones que organizan estas campañas solidarias, en lugar de exigir dinero a los ciudadanos, exigieran responsabilidad al Gobierno. Pero sospecho que eso no les interesa.

En este circo de donaciones lo más patético se produce cuando grandes empresas como El Corte Inglés o Microsoft, por poner algún ejemplo, presumen de solidaridad mediante donaciones, que pueden parecen considerables para un ciudadano pero que son calderilla para ellos. Evidentemente, para estas empresas se trata de un intento de limpiar su imagen, y no un acto generoso y desinteresado. Esas mismas empresas, no tienen remilgos en explotar a sus trabajadores, y en pagar los menos impuestos posibles, no fuera que con esos impuestos se atendieran gastos sociales. ¡Hipócritas!


jueves, 20 de noviembre de 2014

El 11-N

Asumo toda la responsabilidad sobre los hechos acaecidos el pasado 11 de noviembre. Me declaro como el único autor intelectual y material de la consulta ilegal que realicé en el aula de francés de la E.O.I.  de Gijón donde acudo regularmente martes y jueves a las 18:30.
A continuación expondré sucintamente los hechos tal como sucedieron.

Todo empezó como una inocente actividad escolar. Cada alumno debía preparar un tema de su elección y, llegado el día, exponerlo en clase para suscitar a continuación un debate. No es necesario decir que la elección de un tema controvertido favorece una participación más entusiasta.

El día 11 de noviembre era el día de mi intervención. Para la exposición me limité a hacer una breve aproximación histórica al fenómeno del nacionalismo y al concepto de difícil definición de Nación. Retrocedí a los siglos XVIII y  XIX, época en se gestaron  los Estados-nación que hoy conocemos. Hablé de la necesidad de “nacionalizar” a la población, es decir, de infundir en los habitantes el sentimiento de pertenencia -antes inexistente- a la Nación que iba a legitimar el Estado. La creación de un armazón jurídico (Constitución, Leyes, Instituciones,…), pero también la creación de una identidad común. Utilización de símbolos (banderas, himnos, canciones patrióticas, monumentos, conmemoraciones, nombres de calles,…); construcción de una Historia nacional, con buenas capas de maquillaje y de invención; de una cultura nacional. Una literatura romántica que exalta los valores del pueblo; en pintura, una temática donde proliferan temas “nacionales”; una música nacionalista, etc. Por otro lado, la obligatoriedad del servicio militar, máxima expresión del amor a la patria (estar dispuesto a matar y a morir por ella); y finalmente el crucial papel de la escuela en la “nacionalización” de la población.  Mencioné otros aspectos pero no quiero extenderme más en esto.

Para el debate propuse centrarnos en el conflicto actual, aunque viene de lejos,  entre el Estado central y los nacionalismos periféricos. Todos lo teníamos en mente, y de hecho hablamos de él:  el procès sobernanista  catalán.

Hablar del tema nacionalista es casi siempre delicado. La mayor parte de las personas nos aproximamos a él más desde el corazón que desde la cabeza, por lo que se hace difícil razonar.

Para mi sorpresa, el debate no resultó tenso, ni demasiado controvertido, mas al contrario, hubo una opinión generalizada de que a los catalanes (y a los vascos)  debía reconocérseles el derecho a decidir si desean constituirse en Estados propios.

Hasta ese momento no había cometido ningún delito, creo.

Como colofón a mi intervención, y es aquí donde puedo tener problemas con la Justicia, propuse a mis compañeros un experimento. Por un rato les hice sentirse diputados del Congreso. Votarían una propuesta de modificación de la Constitución.
El artículo 2 del Titulo Preliminar donde actualmente reza: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles,…”, ese tenor literal proponía cambiarse por el siguiente: “La Constitución se fundamenta en el principio de plurinacionalidad del Estado español y reconoce el derecho de autodeterminación de las naciones que lo integran”.

Rogué a sus señorías que votaran en conciencia, con responsabilidad e indisciplinadamente, es decir, sin disciplina de voto.

A continuación  hice pasar una urna con forma de bolsa de plástico donde los diputados y diputadas debían introducir un trozo de papel donde habrían escrito “oui”, “non” o  dejado en blanco.

Un diputado honesto hizo el recuento:

Votos favorables al cambio constitucional: 9
Votos en contra: 4
Votos en blanco: 2
Votos nulos: 0

De 15 diputados que estábamos presentes 9 habíamos votado a favor de la reforma. Es decir, había una mayoría necesaria, 3/5, para modificar la Constitución.


Este escrito es una confesión en toda regla. Es probable que en cuanto la Fiscalía tenga conocimiento de estos hechos los ponga en conocimiento de la Audiencia Nacional y se abran diligencias para esclarecen si he cometido algún delito.
No anhelo convertirme en héroe ni en mártir, sólo me mueve una profunda convicción democrática. Si alguna vez me sientan en el banquillo de los acusados declararé que yo pensaba que vivíamos en una democracia, por eso hice lo que hice. Sé que el desconocimiento de la Ley no exime de su cumplimiento, pero no tengo mejor argumento.
Las cárceles están llenas de inocentes y las calles llenas de criminales con zapatos lustrosos.

El mundo al revés, que diría Eduardo Galeano.


domingo, 12 de octubre de 2014

Charla relajada sobre la cuestión catalana












Ayer estuvimos reunidos unos amigos en una céntrica cafetería de Gijón. Charlamos de manera distendida sobre distintos temas de actualidad personal y social, y en un momento dado, alguien me espetó: y tú ¿qué piensas sobre lo que ocurre en Catalunya? Sonreí, sólo me faltó decir me alegro de que me hagas esa pregunta. Siendo yo catalán esperaban mi respuesta con un punto de morbo.
Pues bien –empecé- mi opinión sobre el tema es muy minoritaria del Ebro para abajo, pero como amigo vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a dar. Estoy totalmente a favor de que los catalanes decidan sobre su futuro, ¿por qué no? Yo creo en el derecho de autodeterminación de los pueblos. Pero no sólo de Catalunya sino de cualquiera. Si Extremadura quisiera ser independiente, ¿qué problema habría? No sacralicemos las fronteras, por favor.
Seguí con mi perorata. Pienso –añadí- que no sólo tienen derecho a decidir, sino que tampoco tienen por qué fundamentar su petición en nada. Ni particularidades históricas, ni culturales, ni lingüísticas, ni déficit fiscal…ni nada. Además, creo que la consulta debería ser vinculante.
¿Que la Constitución no lo permite? Tanto peor para ella, que cambien los artículos necesarios, que ya tienen experiencia en ello.
Mirad –continué- esto es como un matrimonio. Si una de las partes quiere separarse está en su perfecto derecho a hacerlo, no necesita de la aprobación de la otra, y tampoco tiene por qué fundamentar ante el juez ni ante nadie cuáles son las razones de su deseo de separarse. Basta su mera voluntad de hacerlo.
Y todo esto –aclaré- lo pienso porque me parece debe ser así, y no por algún interés particular. De hecho, en mi situación personal una eventual independencia de Catalunya no sólo no me beneficiaría sino que podría perjudicarme. Por tanto, no es mi deseo que Catalunya se independice de España, pero entiendo que eso es algo que solo compete a los que viven, trabajan (y roban) en Catalunya.

Asimismo –añadí-  esta histórica cerrazón del gobierno central y de Las Cortes a reconocer el derecho de autodeterminación, en realidad sólo consigue incrementar los deseos de separarse. Posiblemente con una visión y una organización de  una España verdaderamente plurinacional las periferias se sentirían más cómodas dentro del Estado español.

A modo de conclusión les dije que me encantaría que este tema se resolviese de una vez por todas. Que toda la energía empleada en la “cuestión nacional” se la estamos quitando a la lucha por problemas, en mi opinión, más acuciantes. Aquellos que guardan relación con el bienestar material de los ciudadanos. La lucha contra el despotismo y los excesos del neoliberalismo económico, por la recuperación del Estado del bienestar, y, si el tiempo y la correlación de fuerzas lo permiten, la transformación social hacía sociedades más justas e igualitarias.
Por otro lado, en el capitalismo del siglo XXI habría que preguntarse qué significa que un país sea independiente. ¿Acaso es España independiente?

El asunto da para mucho más pero alguien, creo que mi mujer, propició un cambio de tema. Sospecho que está cansada de oírme hablar de él.

En general, me parece que el grupo allí reunido pensaba de manera similar a la mía, al menos decían estar de acuerdo en que los catalanes tienen derecho a decidir su futuro. Por desgracia me parece que a la derecha del Ebro ellos también son minoría.




sábado, 20 de septiembre de 2014

Chavs: la demonización de la clase obrera


Si, como dice Owen Jones en su excelente ensayo Chavs: la demonización de la clase obrera, Gran Bretaña era en 1979 una de las sociedades más igualitarias de Occidente y treinta años después es una de las menos igualitarias, ¿qué ha ocurrido?

La figura de Margaret Thatcher con sus políticas neoliberales, y la herencia del thatcherismo, hoy vigente, explicarían esta terrible involución.
En cierta ocasión le preguntaron a la dama de hierro cuál había sido su mayor éxito político y no dudó en responder: Tony Blair y el nuevo laborismo. El Partido Laborista, su adversario, había cambiado de opinión (¿de bando?).

En Chavs: la demonización de la clase obrera, Owen Jones retrata lúcidamente la  actual sociedad británica.
La destrucción del la industria, la precarización de los nuevos trabajos en el sector servicios, el falso mensaje “todos somos de clase media”, criminalizando a la clase trabajadora (de la que forma parte la mayoría de los británicos), el elitismo de la clase política, el racismo, el tratamiento de la inmigración, etc. son algunos de los puntos que analiza este joven (30 años) periodista británico.

Es un libro muy recomendable. Y no solo para entender el país británico sino también para entretejer paralelismos con España y con el resto de Europa; con la crisis de la socialdemocracia y el triunfo aplastante, aunque no definitivo, del neoliberalismo.
Y, por supuesto, con las respuestas que el mismo está provocando...





viernes, 12 de septiembre de 2014

Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva

















Un alma triste puede matar con más rapidez que un germen
John Steinbeck, Viajes con Charly


A menudo me gusta creer que llego a los libros por casualidad; pero no es cierto. Cuando uno bucea por un tipo de literatura o de temática es normal que acabe tropezando con determinados títulos.
Así pues, fue la causalidad y no el azar la que me condujo a un ensayo excelente y muy recomendable: Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, de Richard Wilkinson (economista) y Kate Pickett (antropóloga). El original en ingles: The Spirit Level. Why More Equal  Societies Almost Do Better.
El libro se inicia planteando la aparente paradoja de que en el momento actual, en la cima de los logros materiales y tecnológicos, nuestras sociedades parecen haber fracasado en lo social.
El estudio de diferentes problemas sociales y de salud en distintos países desarrollados se compara con la desigualdad económica. A lo largo del libro se estudian variables como las enfermedades mentales, la esperanza de vida, la obesidad, las madres adolescentes, el rendimiento escolar, los homicidios, las tasas de población reclusa, etc.
A partir de datos se elaboran multitud de gráficos que muestran esa correlación, y muchas veces causalidad, entre desigualdad de renta y problemas sociales y de salud. Así, estos problemas son mucho más frecuentes y nocivos en países muy desiguales como Estados Unidos y Reino Unido, y bastante más contenidos en los países menos desiguales como Finlandia, Suecia, Noruega  o Japón.
Los autores demuestran que disminuir las diferencias en la renta no solo beneficia a los más pobres, como es fácilmente de ver,  sino también, y ahí está el quid de la cuestión, al conjunto de la población.
Simplificando, técnicamente existen dos modelos para igualar rentas: mediante la redistribución a través de los impuestos, como hacen con bastante éxito los países nórdicos, o bien,  como  es el caso curioso de Japón, mediante una rentas brutas similares para la generalidad de los trabajadores, es decir, que al parecer no existen grandes diferencias salariales en el país nipón.
Los autores defienden la utilización de ambos caminos; ¿por qué luchar con una mano atada?
Los últimos capítulos están dedicados a distintas propuestas que deberían tomar tanto gobiernos como individuos para construir sociedades más igualitarias, y por tanto más felices y sostenibles.

***

Parece ser que este ensayo es bastante conocido en su ámbito. Yo supe de su existencia a través de un artículo del economista catalán Miquel Puig en el diari ARA. "Espanya és o no és el país més desigual d´Europa"


martes, 12 de agosto de 2014

Renta Básica Universal: algunas dudas razonables



¿Habrá otro, entre sí decía, 
más pobre y triste que yo?; 
y cuando el rostro volvió 
halló la respuesta, viendo 
que otro sabio iba cogiendo 
las hierbas que él arrojó.

De “La vida es sueño” de Pedro Calderón de la Barca


Hace unos años asistí a una conferencia en Avilés del  profesor de economía de la Universidad de Barcelona Daniel Raventós. La conferencia versaba precisamente sobre Renta Básica Universal. Resultó una charla no sólo interesante sino también muy ilusionante. El doctor Raventós es una de las personas que más ha estudiado esta propuesta en nuestro país.
Según el profesor con algunos cambios en el Impuesto sobre la Renta, es decir, atendiendo a la progresividad fiscal (tal como recoge la Constitución Española), sería perfectamente posible aplicar una renta básica para todos los ciudadanos.

Entonces este tema no formaba parte del circo mediático, así que guardé estas enseñanzas en el disco duro de mi cabeza para utilizarlas cuando las circunstancias lo permitiesen.
Ahora ese soplo de aire fresco llamado Podemos ha sacado de los cajones esta vieja propuesta y a muchos les ha entusiasmado. A mí también, pero albergo algunas dudas.

La primera es cuestionarme si la aplicación de una Renta Básica va a suponer una sustitución, en parte, se entiende, de algunos de los servicios del Estado del Bienestar (sanidad, educación, pensiones, desempleo, dependencia,…). Si el espíritu de la Renta Básica es entregar dinero a los ciudadanos para que paguen totalmente o en parte servicios que ahora proporciona en Estado no me vale. Prefiero avanzar en la calidad de los servicios públicos, deteniendo primero la sangría de recortes y, a continuación,  aumentando el presupuesto en gasto social, que, por cierto, es de los más bajos de la Unión Europea.

Si, por el contrario, el espíritu de la Renta Básica no es competir con los servicios sociales sino ser un añadido, entonces me temo que va a resultar muchísimo más complicado de implementar. Si el mero tufo a Renta Básica, per se, ya ahuyenta a muchos, y no sólo de la derecha, no quiero pensar las vestiduras que se rasgarían si pedimos la Luna.

Bien, seamos optimistas. Supongamos que la Renta Básica no va suponer una merma en los servicios públicos y que hemos logrado una mayoría parlamentaria para dar vía libre a la implantación de una renta básica universal. ¿Cuáles serían los efectos?

Parece lógico suponer que implicaría una mejora económica para la mayor parte de la población. ¿Erradicaría la pobreza?. En algunos casos sí, en otros la mitigaría y en otros no. Depende de lo pobre que sea uno. ¿Acabaría con la marginalidad?. No me parece; para combatir este problema son necesarios otro tipo de actuaciones, y no me refiero a la policía.

¿Se sentirían los trabajadores más fuertes a la hora de negociar sus salarios y demás condiciones de trabajo?. Teóricamente sí, pero ¿y en la práctica?
A mí me da por pensar mal y me imagino una situación que ilustraré con un ejemplo. No sé lo que gana un camarero. Imaginamos que en la actualidad un camarero en un local X (quiero decir en uno local indeterminado, no necesariamente X), gana 1200 euros por 8 horas de trabajo (que en realidad son 9 ó 10).
Imaginemos que se implanta la Renta Básica. El local X necesita un camarero y si antes pagaba 1200 euros ahora ofrece 600. El dueño le dice al candidato: “Macho, te ofrezco 600 euros, qué más quieres, con lo que te da el Estado tienes pa´ vivir de sobra, ¿o es que te quieres hacer rico a mi costa? A lo mejor ese candidato le responde: “¡Pues métete el trabajo por el culo, yo no me dejo la piel por 600 euros, explotador de mierda!”.  
Y así con varios candidatos que sistemáticamente rechazan ser sobre-explotados. Pero hete aquí que llega otro, que por las razones que sea, necesita imperiosamente esos 600 euros que le ofrecen. Y acepta el trabajo.
La duda planteada en términos más generales sería la siguiente: ¿podría le Renta Básica, en un efecto contrario al buscado, suponer una bajada de salarios, al menos en algunos sectores,  toda vez que el empleador la utilizaría como coartada para presionar a la baja?

Otra duda que me asoma es si la llegada de ese dinero al mercado de bienes y servicios cotidiano –un dinero que antes estaba en la burbuja financiera- pudiera suponer un alza de precios. Si la inflación no es alta tampoco esto sería un gran problema.

¿Estimularía el consumo? Sin duda, pero no estoy tan seguro de que eso sea una buena noticia. Depende del tipo de consumo. Pero este es otro debate que sería prolijo abrir ahora.

¿Favorecería la igualdad entre hombres y mujeres? Podría ayudar en lo económico, pero lo imprescindible, pienso, son los cambios de mentalidad, y aún estamos lejos.


En definitiva, y para ir concluyendo, me parece muy positivo introducir el tema de la Renta Básica en el discurso político, aunque sólo sea para reforzar la idea de que es necesario abandonar las políticas que incrementan las desigualdades y retomar, una vez más, la lucha por una mayor democracia, mayor igualdad, más solidaridad y –lo que es más ambicioso- otra sociedad más justa, sana y  feliz.

Mantengo algunas dudas sobre la Renta Básica, pero el debate es interesante, sin duda.




miércoles, 23 de julio de 2014

¿La ideología política se hereda genéticamente?


Según distintos estudios científicos nuestra ideología política vendría condicionada en parte por nuestra información genética.

El dilema entre herencia y ambiente ha sido recurrente entre los psicólogos. Desde posiciones genetistas, que inciden en el papel de la genética en rasgos del carácter y de la conducta, hasta posiciones ambientalistas que consideran que el ambiente determina los aspectos de la personalidad. La mayoría de psicólogos prefieren hablar de la influencia e interacción de ambas variables.

En todo caso, el peso de una y otra también ha sido objeto de estudio, y algunos científicos se atreven incluso a establecer porcentajes.

En un primero momento, la noticia sobre estos estudios me sorprendió. El titular del periódico, como no podía ser de otra manera, era de lo más sensacionalista y decía algo así como: “Ser de derechas o de izquierdas viene determinado en parte desde el nacimiento”.

Dicho así, en esos términos, me parece una estupidez, pero si ahondamos empiezo a considerar aspectos que pueden encerrar parte de verdad.

Si admitimos que algunos rasgos de la personalidad se heredan genéticamente, podemos aceptar que algunos de esos rasgos, de alguna manera, pueden relacionarse con una determinada ideología política.
Por ejemplo: la percepción que tenemos los humanos de la justicia. En todos los humanos se da esa percepción, pero pienso que en algunos es mucho más latente que en otros. A algunos nos enervan las injusticias sociales; otros, sin embargo, parecen vivirlas con cierta displicencia.
Las actitudes individualistas o cooperativistas, la agresividad, el espíritu de rebeldía o la docilidad y otros podrían también acabar definiendo nuestra ideología política.

Algunos alegarán, no sin razón, que esos rasgos del carácter también pueden haber llegado a través del ambiente. Es posible, y en muchos casos así será.

Tal vez la cuestión no sea tanto saber si desde el nacimiento somos de “izquierdas” o “ de derechas”, como decía el titular periodístico, sino de qué manera a lo largo de la vida es posible conformar el pensamiento.

Y aquí podríamos entrar en otro terreno: ¿a quiénes les puede interesar modular el pensamiento?

Para acabar vuelvo a la pregunta que encabezaba este post: ¿la ideología se hereda genéticamente? Pues no sabría qué responder, pero es probable que los nietos de Emilio Botín no hereden solamente su ingente botín sino también toda su ideología política.  A través de los genes o a través de los despachos. Esa es otra cuestión.





martes, 27 de mayo de 2014

El rompehuevos

Es probable que el rompehuevos ya habitara la Tierra hace cientos de miles de años. De hecho, siendo una subespecie del Homo Sapiens, el Homo Sapiens Trencauevensis debió convivir con otros homínidos desde los albores de la humanidad.
En apariencia nada distingue al Homo Sapiens Sapiens del Homo Sapiens Trencauevensis. La naturaleza, para desgracia de los primeros, ha permitido que estas especies puedan cruzarse entre sí; lo que ha propiciado la multiplicación de esta molesta especie.

Biológicamente comparten un 99,9% de la información genética; podemos hablar, por tanto, de especies hermanas. El único rasgo que los distingue de nosotros es de tipo conductual: el rompehuevos, también llamado tocahuevos y en catalán torracollons, se caracteriza básicamente por su afinidad a estar permanentemente incordiando a otros individuos.
El único objetivo que busca el tocahuevos con estos actos es divertirse, no tiene otro. Es una especie juguetona, aunque molesta.

En los últimos tiempos, gracias a las redes sociales, estos individuos han encontrado un medio para propagar sus pequeñas fechorías. Con el aliciente que supone el exhibicionismo, en redes como Facebook no pierden ocasión para comentar de forma malsana los pensamientos, ideas, fotografías o reflexiones de otros seres humanos.

En un primer momento, el Homo Sapiens piensa que ese comentario crítico busca la interacción, la transmisión de pensamiento, el sano ejercicio de intercambiar ideas. Por ello le responde amablemente. El rompehuevos se zafa, se revuelve e insiste. Se suceden réplicas y contrarréplicas en una estúpida espiral que no lleva a ningún sitio. Ahí el rompehuevos se encuentra en su hábitat y es donde mejor se maneja. No debemos permitirlo.
El Homo Sapiens ya se ha dado cuenta de que lo que pretende el otro no es compartir un espacio para el debate constructivo sino únicamente molestar.
Responder a sus insidiosos comentarios no sirve más que para alimentar su  hambre de incordiar. Por ello lo más práctico es obviar sus comentarios; con un poco de suerte el rompehuevos abandonará ese ecosistema y buscará otros más favorables.


sábado, 3 de mayo de 2014

Los nuevos mendigos

En el urbanismo caótico de Gijón existe una calle que es el camino natural para que los vecinos de los barrios de El Coto, Viesques, La Arena o El Bibio lleguen hasta el corazón de la ciudad.
La calle Uría estaba predestinada a convertirse en un eje comercial, y tuvo, como tantos otros, tiempos mejores. Ahora, persianas bajadas, letreros de “Se alquila”  o “Se vende” y mendigos, acompañan nuestro paseo hasta el centro.

Cuenta Karl Polanyi en ese libro imprescindible que es “La gran transformación” que en las sociedades preindustriales era rarísimo que alguien se muriera de hambre a no ser que el hambre afectara a toda la comunidad, por ejemplo, por malas cosechas. Los lazos de solidaridad, que ahora sólo se mantienen dentro de la familia, se encontraban también entre vecinos, la parroquia, el municipio, etc.
La Revolución Industrial y el capitalismo, nos cuenta Polanyi, arrojaron a los individuos a la soledad de la fábrica, despojándolos de los mimbres comunitarios que los amparaban.

Vuelvo a la calle Uría de Gijón. Lo que más me sorprende de los nuevos mendigos es su novedosa manera de pasar las horas: leen libros.
Uno está acostumbrado a algunos prototipos de mendicidad: el lisiado (real o ficticio), la madre con varios niños pequeños (propios o extraños), los gitanos rumanos, el alcohólico, no percibido como enfermo sino como despojo social, etc.

Pero ahora, los nuevos menesterosos se parecen mucho a nosotros, a los que (todavía) no nos hemos visto obligados a mendigar. Son personas relativamente jóvenes, sin impedimentos aparentes para trabajar, visiblemente sanas, y lo más sorprendente…lectoras.
Definitivamente, si algo me ha llamado poderosamente la atención es ese maridaje entre  mendicidad y cultura, entre el platillo de las monedas y novelas de considerable grosor…Alguno es posible que en estos momentos esté leyendo “Grandes Esperanzas” o “Tiempos Difíciles” de Charles Dickens.

Habituados a juzgar a los pobres por las faltas de ortografía y su pésima caligrafía, no podíamos imaginarnos a lectores mendicantes, seguramente con cierto nivel cultural y, por tanto, con una mayor conciencia de su desdicha. Y sobre todo, verlos tan parecidos a nosotros; vernos en ellos. Eso es lo más inquietante…

El corolario de todo esto parece claro: ya no es necesario haber nacido pobre para entrar en el exclusivo club de los pobres. Nos sentíamos a salvo en ese crisol donde se funden las llamadas “clases medias”, con nuestras costumbres burguesas y un Estado que nos protegía y ahora en proceso de desguace. Ahora ya vemos las barbas de nuestros vecinos cortar.

Me pregunto hasta dónde debe llegar el cerco de la pobreza y de la marginación para que se produzca un estallido social. Hasta cuándo ya ni los lazos familiares serán suficientes para mantenernos en este Estado precario y fallido. Y finalmente, cuándo nos daremos cuenta de que el problema no está en fulano o mengano, que el problema está en el sistema. Así de simple, así de complicado…


sábado, 29 de marzo de 2014

Pequeños emprendedores

No sólo el partido en el Gobierno está fomentando la cultura del “emprendedor”. Por cierto, supongo que esta palabra sustituye a la más castiza  de “empresario” por  influencia del inglés (y del francés) y porque, tal vez, piensan que suena mejor.

Estoy convencido de que también muchos padres, entre la masa de asalariados, están educando a sus vástagos desde su más tierna infancia en la emprendeduría. (Esta palabreja no existe en el diccionario de la RAE, pero eso no impide que ya haya másters con ese nombre).

Luisito y María, dos hermanos de 7 y 5 años respectivamente. Absolutamente normales. Con sus dosis de bondad y maldad perfectamente repartidas a lo largo del día, –cuando duermen son unos benditos- están siendo educados, de forma precoz, en el competitivo mundo de los negocios.
Reciben una paga semanal, pongamos de 2 euros. Compran, a través de sus padres y proveedores la materia prima: unas gomas de plástico de distintos colores. Confeccionan con sus propias manos unas pulseras entrelazando las gomas. Una moda de Estados Unidos que están introduciendo aquí. Luego las venden, a quien sea, incluso a su propio padre. Dos tamaños: las pequeñas a 60 céntimos y las grandes a 1 euro.
Las ganancias obtenidas las reinvierten encargando más material, y elaborando más pulseras que esperan vender. Cuando hayan “colocado” todo el material a la familia - su particular hinterland-  tendrán, supongo, que buscarse la vida en otros mercados…y competir con otros mercaderes-artesanos.
Ver a esos tenderos enanos entregando una pulsera, recibiendo el dinero, devolviendo el cambio de su cajita de caudales;  todo ello  me resulta, por decirlo suavemente,  turbador.
Sus padres miran con satisfacción a sus pequeños emprendedores. Anda, Luisito, ofrécele una pulsera a tu tía, seguro que te la compra…Y la tía, ¡qué va a hacer!, ¡cómo no le iba a comprar una pulserita a su sobrinito del alma!...

Pero al principio no era así.
A Luisito y María sus padres les compraban esas gomas, y ellos confeccionaban las pulseras que generosamente regalaban a sus familiares (también a amiguitos del cole). A estos, obviamente, se les caía la baba. Las mostraban a sus amistades y añadían con orgullo: “Mira, me la ha regalado mi sobrino” o “me la ha dado mi nieta”…

Pero parece ser que sus padres debieron considerar que eso no podía seguir así, ¡tanto regalar, tanto regalar!. No somos una ONG –debieron pensar- además, estaría bien que los niños se fueran educando en cómo son las cosas.
Fue así como un acto de amor y generosidad, el regalo desinteresado, se convirtió en una  mera mercancía.
Y de esta manera fue reprimido un sentimiento noble, natural y espontáneo del niño, para trocarlo por otro más acorde con las demandas de esta sociedad.

Esta es, por desgracia, una historia real.


P.D. Cuando Luisito me ofreció una pulsera, yo le dije que estaba dispuesto a aceptarla como regalo, pero que no la iba a comprar. No hubo regalo. Tampoco hubo compra-venta.

sábado, 22 de marzo de 2014

22 de marzo: Marchas de la dignidad

Cuando uno está derrotado, ya solo le queda la dignidad.
Hoy confluyen en Madrid las “Marchas de la dignidad” en una manifestación que será, sin duda, multitudinaria.
En uno de los grandes medios de comunicación, creo que Tele 5, hablan, ¡por fin!, en la previa del partido, de estas Marchas de la dignidad, pero la subtitulan (para los que no lo entiendan) “Marchas contra la crisis”. ¿Ignorancia o cinismo? Obviamente, no se trata de una concentración contra la crisis, sino contra las políticas neoliberales que, so pretexto de la crisis, nos están imponiendo.
Por supuesto, nos informan del amplísimo despliegue policial…¡ya van enviando mensajes subliminales al telespectador!.  Y es que cuando cuestionas el régimen –esto ya no es un gobierno sino un régimen- tienes bastantes números para ser un violento. Por cierto, el violento ¿nace o se hace?. Y otra duda: ¿quiénes son los violentos? Disculpen mi ignorancia…

Sí, el discurso neoliberal carece de argumentos propios para convencer a nadie en su sano juicio; la batalla de las ideas la tiene perdida de antemano; no aguanta un solo asalto…y sin embargo, ahí está, más fuerte que nunca. ¿Por qué?
Seguramente existen varias razones que explican cómo un sistema agotado como este sigue “funcionando”.
Sin duda se sostiene gracias a una compleja máquina propagandística. Y es que el capitalismo no es sólo un sistema económico, también es un modelo cultural, con su sistema de valores como, por ejemplo, el consumismo. Estos valores, divulgados hasta la suciedad (sic) por la cultura (TV, cine, escuela, estructura del trabajo, formas de ocio, etc.)  han sido ya perfectamente interiorizados por la población. De esta manera hay cosas que (casi) nadie se cuestiona…”tengo derecho a Internet”, “la propiedad privada es sagrada”, “vivimos en una democracia”, “es deseable (necesario) el crecimiento económico”, etc.
De otro lado disponen del monopolio de la violencia legal: ejércitos, policía, cárceles, leyes,…
En otras palabras, si no os convencéis por las buenas, mediante la asunción de la ideología,  que es lo deseable, nos obligaréis a blandir nuestras armas, que hacen pupa.
La cuadratura del círculo la consiguen con una legislación a su medida. Habría que acuñar expresiones como “Delincuencia legal”, “Robo por Decreto”, “Estafa Constitucional”, etc.


Contra este modelo evidentemente injusto se van a manifestar miles de personas hoy en Madrid. Seguro que será un éxito de participación, lo sabremos por Internet (mientras no lo censuren también), pues los grandes medios de comunicación, si hablan de ello, lo harán a regañadientes.  Y, aunque sea mayoritariamente pacífico, seguro que las cámaras estarán prestas para filmar y magnificar cualquier altercado. Lo de siempre, ni caso…


sábado, 22 de febrero de 2014

Desastres ¿naturales?

Hace unos días estuvimos debatiendo en clase de inglés sobre desastres naturales.
Por "desastres naturales" convenimos entender aquellos fenómenos violentos causados por las fuerzas de la naturaleza sin que mediara la acción de la mujer (o del hombre). Es decir, terremotos, erupciones volcánicas, huracanes en América; tifones, que es lo mismo pero en Asia, tsunamis, inundaciones, sequías extremas, etc.

Para simplificar imaginemos que, efectivamente, los seres humanos no tengamos nada que ver con estos fenómenos. Digo imaginemos porque en algunos casos ello no es del todo así. Es muy posible que el actual cambio climático –el único en la Historia de la Tierra causado por causas antrópicas- tenga relación con algunos fenómenos atmosféricos. Que actividades extractivas como el fracking, -que es como el fucking pero en la corteza terrestre-, puedan tener efectos “naturales” no deseados –como con el fucking-. O que tratar de encauzar o redirigir cursos naturales de agua, pueda ocasionar crecidas muy perjudiciales para el entorno. La naturaleza es indómita y a menudo lo olvidamos.
Pero bueno, dejemos de lado esas sutilezas

Algo que me pone de muy mal humor –algo más, quiero decir- es que cada vez que se produce un desastre natural, los medios de comunicación, la opinión pública, e incluso mis compañeros de clase de inglés, omiten aspectos estrictamente humanos que guardan relación con las consecuencias que estos desastres naturales producen.
Con un ejemplo se entenderá lo que quiero decir. Un terremoto de una magnitud “x” en la escala de Richter causa cientos o miles de muertos en, por ejemplo, Honduras o Nicaragua; y sin embargo, un terremoto de la misma magnitud apenas causa daños en San Francisco o en Japón. La razón es obvia: en estos lugares los edificios y las infraestructuras están preparados para resistir movimientos sísmicos. Y ello es debido a que estos países son ricos y se lo pueden permitir. Salvaron sus vidas y sus bienes gracias al poderoso caballero, don Dinero.

Los Mass Media no están interesados en entrar en este debate. Adentrarse en él podría conducir a cuestionar la cuestión de la riqueza y de la pobreza, la distribución y sus causas. No vale la pena…
La opinión pública tampoco está mucho para pensar, habiendo fútbol cada día. Así pues, condicionada por el enfoque mediático, se limita como mucho a lamentar: “Pobrecitos, encima que son pobres han tenido la mala suerte de sufrir un terremoto”. ¡No señor!, precisamente porque son pobres han muerto tantos y han perdido sus frágiles y humildes viviendas.

Pienso que a raíz de mis críticas, siempre incómodas -no es por presumir-,  una compañera intervino en el debate afirmando que si bien un desastre natural podía causar bastantes muertos en Centroamérica –y esto lo dijo rápido, como de pasada, como si se sacudiera el polvo de la americana-, lo cierto es que las pérdidas económicas – aquí ralentizaba el discurso para darle énfasis- que un desastre natural podría ocasionar en la costa Este de EEUU y más concretamente en Nueva York, podrían ser incalculables (y lamentables –debía pensar-).
¡Oh, my God! – me dije para mis adentros-, ¿cuáles son nuestros valores?...

En definitiva, y volviendo al tema central, creo que una expresión tan aséptica como “desastres naturales”, conduce a eximir de responsabilidad a los seres humanos. Sin embargo, es evidente que el reparto de los muertos que aquellos ocasionan guarda relación, no solo con la comprensible ira de la diosa Tierra, sino también con las formas de organización social, así como con las actividades del hombre (y de la mujer). 




martes, 11 de febrero de 2014

"La pell freda" i "Victus": unes breus ressenyes

De tant en tant et cau a les mans una joia; gairebé  sempre per casualitat. Jo, de fet, volia llegir Victus, però sent una novel.la d´èxit, no la vaig trobar disponible a la biblioteca. Vaig buscar al catàleg alguna altra obra de l´autor, l´Albert Sánchez Piñol,  per tal de tastar la seva escriptura.
La pell freda em va captivar des del primer paràgraf fins l´últim. És un relat fantàstic. Les aventures d´un oficial atmosfèric irlandès que, decebut i fastiguejat de la societat, decideix fugir d´Europa per passar un any a una minúscula illa de l´Atlàntic sud. No vull revelar les peripècies per les que passa el protagonista, ni les profundes reflexions que el relat suggereix; això ho haurà de descubrir el lector. Però si vull animar a la seva lectura a aquells, orfes de bons llibres, que encara no coneixen la novel.la.

Quan vaig poder vaig llegir Victus, Barcelona 1714. Aquesta obra ha tingut gran èxit a Catalunya perquè té com a escenari la guerra de Succesió espanyola i el llarg setge a la Barcelona de 1713-1714.  
És cert que la novel.la està molt ben documentada i que ens ajuda a entendre l´època, les diferents parts i visions del conflicte, però literàriament, al meu entendre, no és ni de bon tros tant exquisida com La pell freda.

No obstant això, l´Albert Sanchez Piñol ha estat un gran descubriment.

domingo, 19 de enero de 2014

El reencuentro

En el año 1990 yo era muy joven, más que ahora. Por aquel entonces nada poseía y, por tanto, nada tenía que perder. Me enrolé en un bergantín goleta de unos 100 metros de eslora porque era lo más audaz que podía hacer con mi vida en esos momentos, y a esa edad uno todavía es valiente… o inconsciente.
Como un personaje de esas novelas de aventuras que tanto gustan a los jóvenes. Así me sentía yo, protagonista de un relato de Julio Verne, de R.L. Stevenson o de Joseph Conrad.
Zarpamos de Cádiz un 10 de enero; recuerdo esa fecha como marcada con fuego en la memoria. Desplegamos por primera vez las veinte velas y nos encomendamos a los alisios.
Durante seis meses surcaríamos el Atlántico; atracaríamos en puertos del Caribe, atravesaríamos en Canal de Panamá; descubriríamos el Pacífico y visitaríamos lugares que sólo conocíamos por los mapas y por las fotografías.
Todavía hoy puedo cerrar los ojos y rememorar sensaciones que solo se pueden tener cuando uno navega a vela.
Fue una vivencia intensa y única; solo unos meses de tu vida, un grano de arena en una playa inmensa, ¡pero qué grano!.
Cuando acabamos la mili la diáspora. Aquellos marineros que habían compartido un espacio reducido durante meses volvían a sus hogares: a Sevilla, a Huelva, a Granada,  a Gijón, a Albacete, a Madrid, a Badajoz, a Vigo, a Valladolid, a Elche, a Valencia, a Alcañiz, a Teruel, a Almería, a Jaén,… y por supuesto, a Barcelona. Ahí volví yo con mi petate a cuestas; lleno de ropas y de recuerdos imborrables.
En cuanto a mis compañeros, a la mayoría no volví a verlos nunca más.
Han transcurrido 24 años desde aquel sueño; a veces me preguntó si sólo fue un sueño.

En julio pasado la silueta inconfundible de mi barco atracó en el puerto de Avilés. No dejé pasar la oportunidad de visitarlo. Nada más avistar los cuatro palos se me empañaron los ojos y se me quebró  la voz cuando le dije a Laura: míralo, ahí está

Hace unos meses uno de aquellos marineros con los que compartí un pedazo de mi vida creó un grupo en Facebook: JS Elcano-LXI crucero 1990.  Un grupo selecto y restringido, sólo para marinos de ese crucero, y ahí volvemos a encontrarnos algunos de nosotros, colgamos fotografías, retales de un pasado –como todos- que nunca volverá, y nos escribimos para rememorar aquellos días y aquellos mares.




sábado, 11 de enero de 2014

Reciclar: la gran estafa

Dicen los psicólogos que a los niños no se les debe pegar pues la violencia genera violencia. Algunos matizan que aunque no es deseable un cachete sería el último recurso. Ah, ¿pero es un recurso, aunque sea el último?
Bien, pues si así fuera eso mismo pienso yo del reciclaje: debería ser lo último. Sin embargo, la sabiduría convencional nos presenta el reciclaje como la panacea del respeto al medio ambiente. Y es que el capitalismo sabe adoptar como nadie a sus enemigos; hoy en día esta de moda “lo verde” y ser  environmentally  friendly.

En ecología se suele hablar de las tres “R”: “Reducir”, “Reutilizar” y “Reciclar”. Y ese orden es fundamental.
En mi opinión, la más importante, con diferencia, es la primera. Al menos en el mundo desarrollado deberíamos reducir el consumo. ¿Es realmente necesario cambiar de teléfono móvil cada seis meses?, ¿Comprar una smartTV cada dos años?, ¿adquirir aparatos cuya utilidad resulta bastante poco justificable?
A través de la obsolescencia planificada (diseñar los aparatos para que duren menos de lo que podrían durar), y la obsolescencia percibida (desechar lo que todavía funciona simplemente porque nos parece anticuado), las empresas fomentan un consumo desenfrenado.

Una amiga mía, a la que llamaremos Bibiana para preservar el anonimato, va más lejos: ¡Esto del reciclaje es una gran estafa! –de hecho, ella utiliza palabras más gruesas-: Nosotros separamos los desechos para ser reciclados, pero en realidad, dificultades técnicas impiden que gran parte pueda ser reciclada, sin contar con los gastos energéticos del proceso en sí. Por otro lado, inocular en los ciudadanos la idea del reciclado sirve para transmitir la percepción de que podemos comprar hasta el infinito.

Tiene razón. La profusión con que se habla de reciclaje, al tiempo que se omiten las otras dos “R”, parece dar la sensación de que el consumo sin límite es posible, proporcionándonos, asimismo, una coartada perfecta para seguir consumiendo.
Los recursos de la Tierra son limitados. Dicen los expertos que si todo el mundo consumiera como los EEUU serían necesarios 5 planetas como el nuestro, y si lo hiciera como en España harían falta tres planetas azules.
Si el cachete sobre el niño genera violencia, el reciclado mal entendido genera consumo irresponsable.

Pero claro, los poderes públicos y la sabiduría convencional seguirán fomentando la violencia consumista. Vestida de verde, eso sí.