Ayer estuvimos reunidos unos
amigos en una céntrica cafetería de Gijón. Charlamos de manera distendida sobre
distintos temas de actualidad personal y social, y en un momento dado, alguien
me espetó: y tú ¿qué piensas sobre lo que ocurre en Catalunya? Sonreí, sólo me
faltó decir me alegro de que me hagas esa
pregunta. Siendo yo catalán esperaban mi respuesta con un punto de morbo.
Pues bien –empecé- mi opinión
sobre el tema es muy minoritaria del Ebro para abajo, pero como amigo vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación
que os debo os la voy a dar. Estoy totalmente a favor de que los catalanes
decidan sobre su futuro, ¿por qué no? Yo creo en el derecho de autodeterminación
de los pueblos. Pero no sólo de Catalunya sino de cualquiera. Si Extremadura
quisiera ser independiente, ¿qué problema habría? No sacralicemos las
fronteras, por favor.
Seguí con mi perorata. Pienso –añadí-
que no sólo tienen derecho a decidir, sino que tampoco tienen por qué
fundamentar su petición en nada. Ni particularidades históricas, ni culturales,
ni lingüísticas, ni déficit fiscal…ni nada. Además, creo que la consulta
debería ser vinculante.
¿Que la Constitución no lo
permite? Tanto peor para ella, que cambien los artículos necesarios, que ya
tienen experiencia en ello.
Mirad –continué- esto es como un
matrimonio. Si una de las partes quiere separarse está en su perfecto derecho a
hacerlo, no necesita de la aprobación de la otra, y tampoco tiene por qué fundamentar
ante el juez ni ante nadie cuáles son las razones de su deseo de separarse.
Basta su mera voluntad de hacerlo.
Y todo esto –aclaré- lo pienso
porque me parece debe ser así, y no por algún interés particular. De hecho, en
mi situación personal una eventual independencia de Catalunya no sólo no me
beneficiaría sino que podría perjudicarme. Por tanto, no es mi deseo que
Catalunya se independice de España, pero entiendo que eso es algo que solo
compete a los que viven, trabajan (y roban) en Catalunya.
Asimismo –añadí- esta histórica cerrazón del gobierno central y de Las Cortes a reconocer el derecho de autodeterminación,
en realidad sólo consigue incrementar los deseos de separarse. Posiblemente con
una visión y una organización de una España
verdaderamente plurinacional las periferias se sentirían más cómodas dentro
del Estado español.
A modo de conclusión les dije
que me encantaría que este tema se resolviese de una vez por todas. Que toda la
energía empleada en la “cuestión nacional” se la estamos quitando a la lucha
por problemas, en mi opinión, más acuciantes. Aquellos que guardan relación con
el bienestar material de los ciudadanos. La lucha contra el despotismo y los
excesos del neoliberalismo económico, por la recuperación del Estado del
bienestar, y, si el tiempo y la
correlación de fuerzas lo permiten, la transformación social hacía sociedades
más justas e igualitarias.
Por otro lado, en el capitalismo
del siglo XXI habría que preguntarse qué significa que un país sea
independiente. ¿Acaso es España independiente?
El asunto da para mucho más pero
alguien, creo que mi mujer, propició un cambio de tema. Sospecho que está
cansada de oírme hablar de él.
En general, me parece que el
grupo allí reunido pensaba de manera similar a la mía, al menos decían estar
de acuerdo en que los catalanes tienen derecho a decidir su futuro. Por desgracia me parece que a la
derecha del Ebro ellos también son minoría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario