jueves, 20 de noviembre de 2014

El 11-N

Asumo toda la responsabilidad sobre los hechos acaecidos el pasado 11 de noviembre. Me declaro como el único autor intelectual y material de la consulta ilegal que realicé en el aula de francés de la E.O.I.  de Gijón donde acudo regularmente martes y jueves a las 18:30.
A continuación expondré sucintamente los hechos tal como sucedieron.

Todo empezó como una inocente actividad escolar. Cada alumno debía preparar un tema de su elección y, llegado el día, exponerlo en clase para suscitar a continuación un debate. No es necesario decir que la elección de un tema controvertido favorece una participación más entusiasta.

El día 11 de noviembre era el día de mi intervención. Para la exposición me limité a hacer una breve aproximación histórica al fenómeno del nacionalismo y al concepto de difícil definición de Nación. Retrocedí a los siglos XVIII y  XIX, época en se gestaron  los Estados-nación que hoy conocemos. Hablé de la necesidad de “nacionalizar” a la población, es decir, de infundir en los habitantes el sentimiento de pertenencia -antes inexistente- a la Nación que iba a legitimar el Estado. La creación de un armazón jurídico (Constitución, Leyes, Instituciones,…), pero también la creación de una identidad común. Utilización de símbolos (banderas, himnos, canciones patrióticas, monumentos, conmemoraciones, nombres de calles,…); construcción de una Historia nacional, con buenas capas de maquillaje y de invención; de una cultura nacional. Una literatura romántica que exalta los valores del pueblo; en pintura, una temática donde proliferan temas “nacionales”; una música nacionalista, etc. Por otro lado, la obligatoriedad del servicio militar, máxima expresión del amor a la patria (estar dispuesto a matar y a morir por ella); y finalmente el crucial papel de la escuela en la “nacionalización” de la población.  Mencioné otros aspectos pero no quiero extenderme más en esto.

Para el debate propuse centrarnos en el conflicto actual, aunque viene de lejos,  entre el Estado central y los nacionalismos periféricos. Todos lo teníamos en mente, y de hecho hablamos de él:  el procès sobernanista  catalán.

Hablar del tema nacionalista es casi siempre delicado. La mayor parte de las personas nos aproximamos a él más desde el corazón que desde la cabeza, por lo que se hace difícil razonar.

Para mi sorpresa, el debate no resultó tenso, ni demasiado controvertido, mas al contrario, hubo una opinión generalizada de que a los catalanes (y a los vascos)  debía reconocérseles el derecho a decidir si desean constituirse en Estados propios.

Hasta ese momento no había cometido ningún delito, creo.

Como colofón a mi intervención, y es aquí donde puedo tener problemas con la Justicia, propuse a mis compañeros un experimento. Por un rato les hice sentirse diputados del Congreso. Votarían una propuesta de modificación de la Constitución.
El artículo 2 del Titulo Preliminar donde actualmente reza: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles,…”, ese tenor literal proponía cambiarse por el siguiente: “La Constitución se fundamenta en el principio de plurinacionalidad del Estado español y reconoce el derecho de autodeterminación de las naciones que lo integran”.

Rogué a sus señorías que votaran en conciencia, con responsabilidad e indisciplinadamente, es decir, sin disciplina de voto.

A continuación  hice pasar una urna con forma de bolsa de plástico donde los diputados y diputadas debían introducir un trozo de papel donde habrían escrito “oui”, “non” o  dejado en blanco.

Un diputado honesto hizo el recuento:

Votos favorables al cambio constitucional: 9
Votos en contra: 4
Votos en blanco: 2
Votos nulos: 0

De 15 diputados que estábamos presentes 9 habíamos votado a favor de la reforma. Es decir, había una mayoría necesaria, 3/5, para modificar la Constitución.


Este escrito es una confesión en toda regla. Es probable que en cuanto la Fiscalía tenga conocimiento de estos hechos los ponga en conocimiento de la Audiencia Nacional y se abran diligencias para esclarecen si he cometido algún delito.
No anhelo convertirme en héroe ni en mártir, sólo me mueve una profunda convicción democrática. Si alguna vez me sientan en el banquillo de los acusados declararé que yo pensaba que vivíamos en una democracia, por eso hice lo que hice. Sé que el desconocimiento de la Ley no exime de su cumplimiento, pero no tengo mejor argumento.
Las cárceles están llenas de inocentes y las calles llenas de criminales con zapatos lustrosos.

El mundo al revés, que diría Eduardo Galeano.