viernes, 20 de julio de 2012

Delincuentes habituales (por Liliana Bastián)


El otro día recibí un E-mail de una amiga, Liliana Bastián,  que escribe muy bien y que tiene cosas interesantes que contar. El correo contiene un escrito en el que esta resentida social se despacha a gusto sobre la culpa de los ciudadanos de este país en haber llegado donde hemos llegado. Lo más o menos novedoso del planteamiento es que sin exculpar a políticos corruptos o/y ineptos, empresas insaciables y otra fauna, reivindica la responsabilidad de nosotros, los ciudadanos, en la situación actual. Pero, mejor os dejo con Liliana…



Delincuentes habituales… 

( ... o salir de la crisis planteando los problemas de forma diferente)


       Si de quien roba a un ladrón se dice que tiene cien años de perdón, ¿qué podríamos decir de los que compran la mercancía que ha robado otro? pues va a haber que inventar un refrán que resuma lo que los juristas denominan "receptación", que es el término que se aplica al acto mediante el cual, un sinvergüenza se aprovecha a medias de lo que otro sinvergüenza le ha quitado a un inocente, después de que éste lo ganara con su esfuerzo y por medios honestos.

      Y cuando pillan al segundo sinvergüenza in fraganti, adquiriendo la mercancía robada por el primer sinvergüenza, no le sirve alegar que él ignoraba la procedencia de ese artículo, que actuaba de buena fe, que su economía no le permitía pagar más de lo que se le pedía por él, que si fue crudo o que si no coció, porque de todas formas se le considera un delincuente, lo que sin duda son(somos) todos los consumidores, en mayor o menor medida, cuando nos tiramos a comprar lo más barato sin pararnos a mirar o a pensar en nada más que en nuestra conveniencia más inmediata, es decir, el precio en cifras que nos aparece en la etiqueta o en la página web.


     Pero, ¿alguna vez nos interesamos por lo que vale realmente cada uno de los objetos o servicios que pagamos? ¿sabemos si las personas que los realizan lo hacen en las mismas condiciones que desearíamos para nosotros o para nuestros amigos y seres queridos? ¿sabemos acaso qué daño estamos causando a nuestro país, región o pueblo, cuando optamos por un artículo sin interesarnos por su procedencia, simplemente porque es más barato y quizá porque así podemos atiborrarnos con él, en vez de escoger el otro y conformarnos con menos cantidad?

    Y que conste que esto último no significa necesariamente que sea bueno enriquecer a empresas españolas, ya que como todos hemos leído y escuchado, muchas o la mayoría de ellas, han establecido sus sedes en países aún más pobres que el nuestro, en donde no pagan seguridad social ni respetan ninguno de los derechos laborales que, finalmente, están acabando por desaparecer también en España, o contratan aquí mano de obra extranjera, sumisa y con un nivel de aspiraciones todavía más bajo que el nuestro. No, por desgracia ya no es tan sencillo como decir "compra productos de empresas españolas" porque esa consigna hoy día significa muy poco o nada en un número de casos tan elevado que la hacen inútil.


     Entonces, ¿qué? ¿qué compramos o cómo invertimos nuestro escaso dinero, de forma que podamos sobrevivir sin cebar al mismo tiempo a la bestia que nos está comiendo a todos nosotros, directamente o valiéndose de sus carísimas marionetas, los politicos y la realeza parásita? En el momento actual, responder a esta pregunta es muy difícil, ya que una gran parte de la población está atravesando momentos de extrema dificultad, y no puede plantearse un cambio en sus pautas de consumo, puesto que ese numeroso grupo de personas (en el cual me puedo incluir yo también) ni siquiera se considera a sí mismo consumidor, sino más bien un mero superviviente.


   Yo no sé cómo invertir mis cuatro euros para poder alcanzar dos de los objetivos qué más me interesan como ser humano: sobrevivir y al mismo tiempo, cambiar el mundo, este mundo en el que me tocó vivir y que me repugna por sus injusticias y su extrema crueldad. No sé cómo invertir esos cuatro euros míos, pero sí tengo muy clara una cosa: que no compramos cosas baratas porque somos pobres, sino que nuestra pobreza actual y futura se debe a que siempre hemos comprado cosas baratas, de una forma temeraria y eludiendo día a día el grado de responsabilidad que siempre hemos tenido -y tenemos- en hechos tan graves como el alto nivel de paro al que hemos llegado actualmente, o el enriquecimiento de multinacionales y grandes empresas que nos explotan a nosotros en nuestro país, o a otros infelices en el suyo, ya sea cobrando precios abusivos por servicios básicos o condenando a los trabajadores y a sus familias a la miseria, igual que acabó ocurriéndonos a nosotros al final.


     ¿Hacía falta que nos viéramos en las mismas circunstancias que esas otras personas para que pudiéramos comprender el perjuicio que les hemos estado causando durante los anteriores treinta años, mientras engordábamos las cuentas bancarias de sus amos? ¿era necesario que acabáramos nosotros mismos sufriendo todas esas penalidades para que nos diéramos cuenta del verdadero precio que estuvimos pagando por ser unos compradores irresponsables? Por lo visto, sí que era necesario.


   Y ahora es cuando me viene a la memoria un refrán que sirve para describir nuestra conducta delictiva como ciudadanos que apoyaron y apoyan negocios de ladrones, a saber, "tanto peca el que roba, como el que le sujeta la escalera". Sospecho que vamos a tener suficientes ocasiones para reflexionar sobre todo esto ahora y durante mucho más tiempo en el futuro, y si alguien sigue pensando que no es inmoral ni destructivo aceptar ofertas comerciales tentadoras, teniendo en cuenta únicamente el beneficio personal e inmediato y cerrando los ojos a todo lo demás, entonces estará también en condiciones de comprender y perdonar a todos los que a niveles superiores, han hecho exactamente lo mismo con el esfuerzo y el dinero de todos. 


Un saludo a tod@s de Liliana Bastián Rodríguez

miércoles, 18 de julio de 2012

Algunas preguntas que respondería un niño de cinco años





¿A quiénes benefician las políticas neoliberales?


A la banca alemana, que se beneficia de los flujos de capital periferia-centro. A la clase empresarial exportadora alemana. Los países periféricos no pueden aumentar su competitividad devaluando su moneda. Al Estado alemán, que se financia muy baratito gracias a sus bonos, considerados “valor seguro”, debido, en gran medida, a la especulación sobre la deuda pública de los países periféricos.A la banca española, que se beneficia del endeudamiento de las familias y de pequeñas y medianas empresas.A la gran patronal española, que está consiguiendo el viejo sueño de la eliminación de la protección social y del debilitamiento de los trabajadores y de sus instrumentos,  como los sindicatos.A las rentas altas, cuyos ingresos, básicamente rentas de capital, se benefician de un tratamiento fiscal altamente regresivo.

¿A quiénes perjudican?

A todos los demás, a la mayoría de la población.


Los gobiernos dicen que no hay alternativas, ¿es eso cierto?

Falso, las decisiones económicas se basan siempre en alternativas, si no hay alternativas es que no se trata de una decisión económica. Por ejemplo, decidir la no construcción de un puerto de mar en Madrid no es una decisión económica. Las decisiones económicas, por tanto, se toman en función de distintas opciones; la elección de una u otra tiene efectos distintos, normalmente, beneficia a unos y perjudica a otros.


¿A qué tipo de sociedad conducen las políticas neoliberales?
No es necesario teorizar, muchos países del mundo ya han sufrido estas políticas y los resultados están a la vista. Desmoronamiento del Estado del Bienestar (donde lo había), mayor desigualdad social, y por tanto, menor cohesión social, mayores cotas de delincuencia y de violencia, pérdida de calidad democrática, precarización del trabajo, pérdida de derechos laborales y sociales, represión,...


Dicen que los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ¿es eso cierto?
Esa frase es, desde un punto de vista lógico, una contradicción en términos. ¡Es imposible que alguien pueda vivir por encima de sus posibilidades! Si son sus posibilidades (de vivir), ¿cómo podría vivir alguien por encima? El lector bufará para luego matizar, “bueno, me refiero a vivir del crédito”. Respuesta: el crédito también forma parte de sus posibilidades, de hecho, es la base del sistema capitalista y, además, sin crédito no hay crecimiento.


¿Se ha hecho un uso excesivo del crédito?

Pues sí, efectivamente, pero las entidades financieras han sido las primeras interesadas en fomentar este tipo de comportamiento, y han sido las clases altas y las grandes empresas –existen datos sobre ello- las que más han se han endeudado.


Si vivimos en una democracia, ¿Por qué los representantes elegidos por el pueblo actúan contra él?

Porque en realidad vivimos en un remedo de democracia, una apariencia, una fachada. El poder político está hoy controlado por las grandes empresas y por la banca, o dicho de otro modo, por los ricos y los superricos; de ahí que las políticas tiendan a favorecer a estas clases en detrimento del resto.
Lógicamente, se trata de ocultar esta realidad haciendo creer a la población que vive en una verdadera democracia. Sin embargo, esta concepción de la democracia  limita la participación política de los ciudadanos exclusivamente a votar en elecciones cada cierto tiempo. Es la política institucional -según esta concepción- la que debe ocuparse de los asuntos públicos. Los ciudadanos tienen vedado hacer política, deben consumir, ver televisión, fútbol, telenovelas, etc., y acatar  las decisiones de los que mandan, que además, son los que entienden.
Los grandes medios de comunicación, en manos de los poderes financieros e industriales, colaboran a transmitir esa (falsa) idea de democracia.


¿Qué ocurre cuando movimientos como el 15-M cuestionan la labor de los políticos y el sistema?
Pues que el propio sistema, a través de los grandes medios de comunicación, trata de desacreditar a estos movimientos sociales. La propaganda negativa los califica de ingenuos -en el mejor de los casos-, antisistema, radicales, violentos,… en definitiva, peligrosos para la sociedad.
La utilización de la policía para reprimir las voces disonantes y la elaboración de leyes para perseguir la disidencia completan el cuadro represor.


Parece que todo esto pinta bastante mal, ¿está todo perdido?
Todavía no.

¿Hay esperanza?
¡Por supuesto, la esperanza es lo último que se vende!