miércoles, 18 de julio de 2012

Algunas preguntas que respondería un niño de cinco años





¿A quiénes benefician las políticas neoliberales?


A la banca alemana, que se beneficia de los flujos de capital periferia-centro. A la clase empresarial exportadora alemana. Los países periféricos no pueden aumentar su competitividad devaluando su moneda. Al Estado alemán, que se financia muy baratito gracias a sus bonos, considerados “valor seguro”, debido, en gran medida, a la especulación sobre la deuda pública de los países periféricos.A la banca española, que se beneficia del endeudamiento de las familias y de pequeñas y medianas empresas.A la gran patronal española, que está consiguiendo el viejo sueño de la eliminación de la protección social y del debilitamiento de los trabajadores y de sus instrumentos,  como los sindicatos.A las rentas altas, cuyos ingresos, básicamente rentas de capital, se benefician de un tratamiento fiscal altamente regresivo.

¿A quiénes perjudican?

A todos los demás, a la mayoría de la población.


Los gobiernos dicen que no hay alternativas, ¿es eso cierto?

Falso, las decisiones económicas se basan siempre en alternativas, si no hay alternativas es que no se trata de una decisión económica. Por ejemplo, decidir la no construcción de un puerto de mar en Madrid no es una decisión económica. Las decisiones económicas, por tanto, se toman en función de distintas opciones; la elección de una u otra tiene efectos distintos, normalmente, beneficia a unos y perjudica a otros.


¿A qué tipo de sociedad conducen las políticas neoliberales?
No es necesario teorizar, muchos países del mundo ya han sufrido estas políticas y los resultados están a la vista. Desmoronamiento del Estado del Bienestar (donde lo había), mayor desigualdad social, y por tanto, menor cohesión social, mayores cotas de delincuencia y de violencia, pérdida de calidad democrática, precarización del trabajo, pérdida de derechos laborales y sociales, represión,...


Dicen que los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ¿es eso cierto?
Esa frase es, desde un punto de vista lógico, una contradicción en términos. ¡Es imposible que alguien pueda vivir por encima de sus posibilidades! Si son sus posibilidades (de vivir), ¿cómo podría vivir alguien por encima? El lector bufará para luego matizar, “bueno, me refiero a vivir del crédito”. Respuesta: el crédito también forma parte de sus posibilidades, de hecho, es la base del sistema capitalista y, además, sin crédito no hay crecimiento.


¿Se ha hecho un uso excesivo del crédito?

Pues sí, efectivamente, pero las entidades financieras han sido las primeras interesadas en fomentar este tipo de comportamiento, y han sido las clases altas y las grandes empresas –existen datos sobre ello- las que más han se han endeudado.


Si vivimos en una democracia, ¿Por qué los representantes elegidos por el pueblo actúan contra él?

Porque en realidad vivimos en un remedo de democracia, una apariencia, una fachada. El poder político está hoy controlado por las grandes empresas y por la banca, o dicho de otro modo, por los ricos y los superricos; de ahí que las políticas tiendan a favorecer a estas clases en detrimento del resto.
Lógicamente, se trata de ocultar esta realidad haciendo creer a la población que vive en una verdadera democracia. Sin embargo, esta concepción de la democracia  limita la participación política de los ciudadanos exclusivamente a votar en elecciones cada cierto tiempo. Es la política institucional -según esta concepción- la que debe ocuparse de los asuntos públicos. Los ciudadanos tienen vedado hacer política, deben consumir, ver televisión, fútbol, telenovelas, etc., y acatar  las decisiones de los que mandan, que además, son los que entienden.
Los grandes medios de comunicación, en manos de los poderes financieros e industriales, colaboran a transmitir esa (falsa) idea de democracia.


¿Qué ocurre cuando movimientos como el 15-M cuestionan la labor de los políticos y el sistema?
Pues que el propio sistema, a través de los grandes medios de comunicación, trata de desacreditar a estos movimientos sociales. La propaganda negativa los califica de ingenuos -en el mejor de los casos-, antisistema, radicales, violentos,… en definitiva, peligrosos para la sociedad.
La utilización de la policía para reprimir las voces disonantes y la elaboración de leyes para perseguir la disidencia completan el cuadro represor.


Parece que todo esto pinta bastante mal, ¿está todo perdido?
Todavía no.

¿Hay esperanza?
¡Por supuesto, la esperanza es lo último que se vende!

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