¿A quiénes benefician las políticas neoliberales?
A la banca alemana, que se beneficia de los flujos de
capital periferia-centro. A la clase empresarial exportadora alemana. Los países
periféricos no pueden aumentar su competitividad devaluando su moneda. Al Estado alemán, que se financia muy baratito gracias
a sus bonos, considerados “valor seguro”, debido, en gran medida, a la
especulación sobre la deuda pública de los países periféricos.A la banca española, que se beneficia del endeudamiento
de las familias y de pequeñas y medianas empresas.A la gran patronal española, que está consiguiendo el
viejo sueño de la eliminación de la protección social y del debilitamiento de
los trabajadores y de sus instrumentos, como los sindicatos.A las rentas altas, cuyos ingresos, básicamente rentas
de capital, se benefician de un tratamiento fiscal altamente regresivo.
¿A quiénes perjudican?
A todos los demás, a la mayoría
de la población.
Los gobiernos dicen que no hay alternativas, ¿es eso cierto?
Falso, las decisiones
económicas se basan siempre en alternativas, si no hay alternativas es que
no se trata de una decisión económica. Por ejemplo, decidir la no construcción
de un puerto de mar en Madrid no es una decisión económica. Las decisiones
económicas, por tanto, se toman en función de distintas opciones; la elección
de una u otra tiene efectos distintos, normalmente, beneficia a unos y
perjudica a otros.
¿A qué tipo de sociedad conducen las políticas neoliberales?
No es necesario teorizar, muchos
países del mundo ya han sufrido estas políticas y los resultados están a la
vista. Desmoronamiento del Estado del Bienestar (donde lo había), mayor
desigualdad social, y por tanto, menor cohesión social, mayores cotas de
delincuencia y de violencia, pérdida de calidad democrática, precarización del
trabajo, pérdida de derechos laborales y sociales, represión,...
Dicen que los españoles hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades, ¿es eso cierto?
Esa frase es, desde un punto de
vista lógico, una contradicción en términos. ¡Es imposible que alguien pueda
vivir por encima de sus posibilidades! Si son sus posibilidades (de
vivir), ¿cómo podría vivir alguien por encima? El lector bufará para luego
matizar, “bueno, me refiero a vivir del crédito”. Respuesta: el crédito también
forma parte de sus posibilidades, de hecho, es la base del sistema
capitalista y, además, sin crédito no hay crecimiento.
¿Se ha hecho un uso excesivo del crédito?
Pues sí, efectivamente, pero las
entidades financieras han sido las primeras interesadas en fomentar este tipo
de comportamiento, y han sido las clases altas y las grandes empresas –existen
datos sobre ello- las que más han se han endeudado.
Si vivimos en una democracia, ¿Por qué los representantes elegidos por
el pueblo actúan contra él?
Porque en realidad vivimos en un
remedo de democracia, una apariencia, una fachada. El poder político está hoy
controlado por las grandes empresas y por la banca, o dicho de otro modo, por
los ricos y los superricos; de ahí que las políticas tiendan a favorecer a
estas clases en detrimento del resto.
Lógicamente, se trata de ocultar
esta realidad haciendo creer a la población que vive en una verdadera
democracia. Sin embargo, esta concepción de la democracia limita la participación política de los
ciudadanos exclusivamente a votar en elecciones cada cierto tiempo. Es la
política institucional -según esta concepción- la que debe ocuparse de los
asuntos públicos. Los ciudadanos tienen vedado hacer política, deben consumir,
ver televisión, fútbol, telenovelas, etc., y acatar las decisiones de los que mandan, que además,
son los que entienden.
Los grandes medios de comunicación,
en manos de los poderes financieros e industriales, colaboran a transmitir esa
(falsa) idea de democracia.
¿Qué ocurre cuando movimientos como el 15-M cuestionan la labor de los
políticos y el sistema?
Pues que el propio sistema, a
través de los grandes medios de comunicación, trata de desacreditar a estos
movimientos sociales. La propaganda negativa los califica de ingenuos -en el
mejor de los casos-, antisistema, radicales, violentos,… en definitiva,
peligrosos para la sociedad.
La utilización de la policía para
reprimir las voces disonantes y la elaboración de leyes para perseguir la
disidencia completan el cuadro represor.
Parece que todo esto pinta bastante mal, ¿está todo perdido?
Todavía no.
¿Hay esperanza?
¡Por supuesto, la esperanza es lo
último que se vende!
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