domingo, 12 de octubre de 2014

Charla relajada sobre la cuestión catalana












Ayer estuvimos reunidos unos amigos en una céntrica cafetería de Gijón. Charlamos de manera distendida sobre distintos temas de actualidad personal y social, y en un momento dado, alguien me espetó: y tú ¿qué piensas sobre lo que ocurre en Catalunya? Sonreí, sólo me faltó decir me alegro de que me hagas esa pregunta. Siendo yo catalán esperaban mi respuesta con un punto de morbo.
Pues bien –empecé- mi opinión sobre el tema es muy minoritaria del Ebro para abajo, pero como amigo vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a dar. Estoy totalmente a favor de que los catalanes decidan sobre su futuro, ¿por qué no? Yo creo en el derecho de autodeterminación de los pueblos. Pero no sólo de Catalunya sino de cualquiera. Si Extremadura quisiera ser independiente, ¿qué problema habría? No sacralicemos las fronteras, por favor.
Seguí con mi perorata. Pienso –añadí- que no sólo tienen derecho a decidir, sino que tampoco tienen por qué fundamentar su petición en nada. Ni particularidades históricas, ni culturales, ni lingüísticas, ni déficit fiscal…ni nada. Además, creo que la consulta debería ser vinculante.
¿Que la Constitución no lo permite? Tanto peor para ella, que cambien los artículos necesarios, que ya tienen experiencia en ello.
Mirad –continué- esto es como un matrimonio. Si una de las partes quiere separarse está en su perfecto derecho a hacerlo, no necesita de la aprobación de la otra, y tampoco tiene por qué fundamentar ante el juez ni ante nadie cuáles son las razones de su deseo de separarse. Basta su mera voluntad de hacerlo.
Y todo esto –aclaré- lo pienso porque me parece debe ser así, y no por algún interés particular. De hecho, en mi situación personal una eventual independencia de Catalunya no sólo no me beneficiaría sino que podría perjudicarme. Por tanto, no es mi deseo que Catalunya se independice de España, pero entiendo que eso es algo que solo compete a los que viven, trabajan (y roban) en Catalunya.

Asimismo –añadí-  esta histórica cerrazón del gobierno central y de Las Cortes a reconocer el derecho de autodeterminación, en realidad sólo consigue incrementar los deseos de separarse. Posiblemente con una visión y una organización de  una España verdaderamente plurinacional las periferias se sentirían más cómodas dentro del Estado español.

A modo de conclusión les dije que me encantaría que este tema se resolviese de una vez por todas. Que toda la energía empleada en la “cuestión nacional” se la estamos quitando a la lucha por problemas, en mi opinión, más acuciantes. Aquellos que guardan relación con el bienestar material de los ciudadanos. La lucha contra el despotismo y los excesos del neoliberalismo económico, por la recuperación del Estado del bienestar, y, si el tiempo y la correlación de fuerzas lo permiten, la transformación social hacía sociedades más justas e igualitarias.
Por otro lado, en el capitalismo del siglo XXI habría que preguntarse qué significa que un país sea independiente. ¿Acaso es España independiente?

El asunto da para mucho más pero alguien, creo que mi mujer, propició un cambio de tema. Sospecho que está cansada de oírme hablar de él.

En general, me parece que el grupo allí reunido pensaba de manera similar a la mía, al menos decían estar de acuerdo en que los catalanes tienen derecho a decidir su futuro. Por desgracia me parece que a la derecha del Ebro ellos también son minoría.