sábado, 24 de abril de 2010

Jordi Agusti Vime, (8/06/1952-13/05/2005), amic meu

A mí me sorprendía relativamente que Jordi, un hombre inteligente, creyera en la astrología. Por supuesto, no me refiero a esa pseudoastrología que aparece en diarios y revistas, mero pasatiempo para engañar a crédulos.
Jordi defendía que la situación de los planetas en el momento de tu nacimiento condicionaba tu carácter y, por tanto, tu vida.
Yo siempre pensé que mi amigo utilizaba sus conocimientos astrales para ligar, y algo de cierto había en ello cuando él mismo lo admitía. El se definía como tímido, pero a mí no me lo parecía. No alardeaba de ello, pero comentaba sin pudor que a lo largo de su vida se habría acostado con cuarenta o cincuenta mujeres.
Llevaba una existencia absolutamente disoluta; los horarios no le respetaban y frecuentaba las noches de alcohol y humo. Las persianas de los bares le marcaban los tiempos de la misma manera que durante siglos las campanas de las iglesias marcaban la jornada de los habitantes.
Consumía distintos tipos de drogas; algunas por prescripción médica: ansiolíticos, antidepresivos, pastillas para el corazón, y otras por iniciativa propia: alcohol, tabaco y marihuana, básicamente. Lo que no hacía era pincharse, solía decir con una mueca de asco que eso le daba repelús.
Los últimos días de su vida los pasó en una clínica para enfermos terminales. Sus pulmones, almacenes de humo, habían alojado un cáncer que no tuvo piedad de él.
No me enteré de su muerte hasta algunas semanas después cuando telefoneé a la clínica y me dijeron que el enfermo había causado alta; no me dieron más información. Entonces llamé a su hermana y me dijo que Jordi había muerto unas semanas atrás.
Fue uno de los momentos más tristes de mi vida. Un nudo en la garganta me impedía tragar saliva y los ojos se me humedecieron. Había perdido a un gran amigo. Sentí rabia, impotencia, soledad. Era como si una parte de mi vida se hubiese perdido, ¡no, era una parte de mi vida que se había perdido!
Lo echo de menos y me acuerdo a menudo de él.
Jordi era una persona muy especial. Gran conversador, culto sin resultar pedante, amigo de la broma inteligente –no graciosillo-, sensible, cariñoso con sus amigos, entrañable, en definitiva.
Ayer fue su santo, un día muy especial en Catalunya. Ríos de gentes se agolpan sobre tenderetes con faldas que dibujan las cuatro barras de la bandera catalana y que venden libros y rosas.
Me pregunto qué habría ocurrido si mi amigo, en lugar de haber nacido un 8 de junio bajo el signo de géminis, lo hubiese hecho otro día. Si él estuviera en lo cierto y la conjunción de los astros en el momento del nacimiento condicionara la vida y la muerte. Es posible que Jordi no hubiera muerto prematuramente. Pero también es probable que Jordi -el Jordi que yo conocí-, tampoco hubiese existido jamás.

Juan de Mairena

He releído “Juan de Mairena” de Antonio Machado, una obra en prosa del poeta andaluz-castellano en la que un maestro apócrifo habla a sus alumnos de literatura, arte, filosofía, religión, política y de la vida misma.
La leí con diecisiete o dieciocho años y en aquel entonces me cautivó por completo. La leo ahora y todavía le saco provecho. Ahí van unas muestras de la obra.

Nadie es más que nadie”, reza un adagio de Castilla.¡Expresión perfecta de modestia y orgullo!. Sí, “nadie es más que nadie” porque a nadie le es dado aventajarse a todos, pues a todo hay quien gane, en circunstancias de lugar y de tiempo. “Nadie es más que nadie”, porque –y este es el más hondo sentido de la frase-, por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el valor de ser hombre. Así habla Castilla, un pueblo de señores, que siempre ha despreciado al señorito.
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Señor Pérez, salgo a usted a la pizarra y escriba: “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa
El alumno escribe lo que se le dicta.
-Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.
El alumno, después de meditar, escribe: “Lo que pasa en la calle
MAIRENA. No está mal.

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La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero
AGEMANON. Conforme
EL PORQUERO. No me convence

jueves, 8 de abril de 2010

El salario del miedo

Aún tengo en mis manos esa pequeña joya de la literatura llamada “El salario del miedo” del francés Georges Arnaud. Llegué a ella como llegamos a casi todas las cosas: por causalidad. En este caso a través de otro libro que rescataba de mi memoria un título que yo asociaba a una excelente película francesa.
Georges Arnaud, un escritor maldito que pasó 19 meses en prisión acusado de asesinato y que tras ser absuelto viaja a Suramérica donde vivirá miserablemente. Allí nacerán sus tres novelas: Le salaire de la peur, Le voyage de mauvais larron y Lumière de Souffre.
El salario del miedo” narra la historia de unos hombres capaces de realizar cualquier trabajo por penoso que sea y aún a riesgo de perder la vida, con tal de conseguir dinero suficiente para marchar del deprimente país en el que se encuentran atrapados. En el inicio del relato el autor dice textualmente “Que nadie busque en este libro la exactitud geográfica que no es más que una añagaza: Guatemala, por ejemplo, no existe. Lo sé, he vivido allí.”
La versión cinematográfica fue dirigida en 1961 por H.G. Cluzot; ganó el Gran Premio del Festival de Cannes.

martes, 6 de abril de 2010

L´égoïsme

La profesora de francés propone a sus alumnos que hagan una redacción acerca del egoísmo.
Un alumno entrega una hoja en blanco donde únicamente ha escrito el título y una frase:

Comment définiriez vous l'égoïsme?

L´égoïsme, c´est ça”.