lunes, 23 de diciembre de 2013

El pañuelo

Ayer vi en televisión un reportaje sobre la costumbre gitana de la prueba del pañuelo. Una tradición ancestral para “probar” la virginidad de la novia antes de la boda, y por consiguiente su pureza y su honradez.
Valorar la virginidad de la mujer (la del hombre no es relevante) antes del matrimonio no es exclusivo de los gitanos, está bastante extendido en muchas otras culturas que, tal vez influidas por la religión, han sacralizado el sexo hasta extremos que para una mentalidad racional resulta sencillamente ridículo.
El reportero acudió a uno de esos mercadillos donde  se vende de todo, desde bragas y sujetadores enormes, de esos blancos o beige, anti-libido, hasta camisetas Nike, falsas, por supuesto.
En el “rastro”  preguntó a un señor con un gran mostacho y generosas patillas si era gitano. ¡Claro que era gitano! En un mercadillo de Calculta tal vez albergase dudas, pero ahí…
El gitano y su acompañante, también gitano, hablaron emocionados de esa tradición. Era un honor enorme para la familia y en especial para el padre de la novia.
A continuación entrevistó a varias gitanas adultas, y  todas se conmovían al referirse a la prueba del pañuelo pero, curiosamente, cuando se les preguntaba si ellas la habían pasado, se lamentaban; ¡les hubiera encantado!, suspiraron, pero todas se habían escapado. Es la expresión que utilizan en la comunidad cuando se van a vivir con el novio sin casarse, normalmente porque ya han consumado, o como ellas decían  por circunstancias de la vida

Los reporteros estuvieron también en una boda gitana. La novia tenía sólo 16 años y estaba presta para ser examinada. El jolgorio inundaba aquella casa: palmas, cante, alegría y vestidos de colores, a cual más… llamativo.
La ceremonia del pañuelo –nos cuentan- no se realiza en la intimidad. La sala está llena de mujeres casadas que serán testigos de una prueba que casi siempre sale bien. La arrejuntadora  es la que procede; gana 600 euros cada vez que mete el dedo, 100.000 pesetas decía ella mientras nos mostraba su dedo índice amenazador.

Es normal –pensé- que se casen tan jóvenes, ya que si esperan un poco más no hay boda: la naturaleza humana no entiende de tradiciones y es muy fuerte…

Un experto hablaba de cuestiones antropológicas y decía que para nosotros, desde fuera era difícil de entender, pero que era incluso felizmente aceptado dentro de la comunidad.

La reflexión que se me ocurre -una de ellas- consiste en cuestionarnos si debemos inmiscuirnos es cuestiones que atañen a otras culturas cuando consideramos que existen razones éticas para ello (en este caso un trato vejatorio a la mujer), o, si por el contrario, debemos mantenernos al margen, entendiendo que, en todo caso, debe ser la propia comunidad la que resuelva estas cuestiones.

Lo cierto es que no tengo una respuesta definitiva…


sábado, 7 de diciembre de 2013

El exilio ideológico

Recuerdo una anécdota que contaba el gran Manolo Vázquez Montalbán en los últimos años de su vida. Un periodista le preguntó si su pensamiento político había girado más hacía a la izquierda en los últimos años. Él contestó que en esencia no, que pensaba, grosso modo, de la misma manera que en su juventud. Pero, añadió, sí había observado un giro a la derecha de todo el escenario político y mediático, de tal manera que si en un pasado él pasaba por ser por un triste socialdemócrata, en la actualidad era considerado un peligroso izquierdista.
Esta anécdota simpática la refiero con frecuencia a amistades y conocidos porque me parece que ilustra perfectamente la evolución del pensamiento político y de la sociedad desde hace algunas décadas.

El otro día tuvimos un debate en clase de inglés sobre los medios de comunicación que hubiera podido resultar muy interesante de no ser porque la mayor parte de las opiniones vertidas no se apartaban de lo que podríamos llamar mainstream (corriente dominante o principal). Por ejemplo, algunos compañeros hablaron con asombro de lo distinto que era leer las noticias en un periódico de izquierdas como “El País” (sic), a leerlas en uno de derechas como “El Mundo”. Asimismo, hablando sobre la censura en el mundo se aportaron como ejemplos los casos de Siria, China o Corea del Norte.
Esas opiniones eran asumidas como ciertas y juiciosas por parte del resto de compañeros.
Cuando pedí la palabra y dije que la mayoría de los grandes medios de comunicación en España me parecían de derechas, incluido -o especialmente- “El País”, y que para buscar la censura en la prensa no había que ir muy lejos, que en España había censura y mucha, mis compañeros me observaron como si fuese un bicho raro. No puedo quitarme de la cabeza esas miradas..
De poco sirvió que argumentara –lo mejor que uno puede cuando se expresa en una lengua que no domina- mis aseveraciones.
Marché con la sensación de que ni siquiera había depositado la semilla de la duda, de la reflexión en las mentes de mis classmates, y de que, como decía Vázquez Montalbán, la derecha ha modelado exitosamente el pensamiento de gran parte de la población, incluso la de aquellos que se consideran a sí mismos de izquierda.
Me encontraba -me encuentro- en un exilio ideológico. Afortunadamente, uno tiene amigos también en el exilio y puede departir a gusto con otros bichos raros.