lunes, 22 de noviembre de 2010

La trastienda de la crisis (Martín Seco)

En LA TRASTIENDA DE LA CRISIS. Lo que el poder económico quiere ocultar, Juan Francisco Martín Seco trata de explicar las verdaderas causas de la actual crisis económica. Tras las hipotecas subprime se esconde lo que se conoce como la paradoja de la libertad. La libertad llevada al límite se autodestruye. Así, en economía, la libertad absoluta de los mercados crea una serie de problemas que hacen inviable el sistema.
A continuación esbozo algunas de las ideas que aparecen en la introducción y que el autor desarrolla a lo largo de los capítulos de este interesantísimo ensayo.

Desde hace aproximadamente 30 años se ha ido imponiendo en el pensamiento y en la realidad económica esa doctrina autodenominada neoliberalismo económico, cuya pretensión es retrotraer el sistema económico al capitalismo salvaje del siglo XIX. No ha alcanzado plenamente su objetivo pero ha derribado diques que dotaban de estabilidad al sistema, de esta manera han surgido los desequilibrios de antaño y, lógicamente, las mismas crisis.
Se dice que las llamadas hipotecas subprime de EEUU han sido la causa de la crisis, pero éstas, en todo caso, fueron simplemente el detonante de un mal mucho más profundo.
La economía española tras una aparente prosperidad venía acumulando profundos desequilibrios. Llevábamos doce años creciendo a crédito, que tarde o temprano había que pagar. El endeudamiento de las familias se produce en parte por la burbuja inmobiliaria (creada a lo largo desde al menos una década) pero también por el empeoramiento en la distribución de la renta.
El crecimiento se sustentaba en la construcción y en el consumo pero no se había traducido en mejoras salariales sino en la creación de empleo de muy baja calidad y en un fuerte incremento del excedente empresarial. Los salarios no consiguieron mantener el poder adquisitivo.
Los diferentes gobiernos han practicado una política fiscal conservadora, de estabilidad presupuestaria y privatización de empresas públicas, reduciendo el stock de deuda del Estado, sin embargo el endeudamiento de empresas y familias aumentaron el déficit exterior.
Los parámetros en que España entró en el euro fueron perjudiciales para el país; a la imposibilidad de devaluar la moneda se suma el montante de déficit exterior que no hubiese llegado con la peseta.
La recesión era inevitable: el catalizador, las hipotecas subprime. Los verdaderos factores de la crisis y de su propagación hay que buscarlos en la desregulación de los mercados financieros, la ambición desmedida de los bancos y de sus administradores, la desproporción y mal diseño de las retribuciones de estos últimos, la externalización de los balances y titulación, la existencia de paraísos fiscales, la complicidad culpable de las agencias de calificación, etc.
En el fondo la auténtica causa de la crisis hay que buscarla en la paradoja de la libertad: la libertad llevada a extremos se autodestruye y deviene en caos y anarquía. El liberalismo proclama la absoluta libertad económica; la propiedad como derecho a usar, disfrutar y abusar.
Se ha constatado que el capitalismo sin límites lleva el germen de la autodestrucción. Primero, porque la enorme desigualdad genera rechazo: contestación social, revueltas y revoluciones que amenazan el sistema, y segundo porque el propio modelo origina un cúmulo de desequilibrios que ocasionan crisis continuas.

martes, 2 de noviembre de 2010

"Identidades asesinas" de Amin Maalouf

Breve, de prosa sencilla, fácilmente comprensible, por momentos poético, y al mismo tiempo profundo, inteligente y sugerente es el ensayo de Amin MaaloufIdentidades asesinas” (Les identités meurtrières).
Se trata de una reflexión sobre el concepto de identidad y de cómo a partir de una visión estrecha, exclusivista, simplista, por unos hábitos mentales, se tiende a reducir dicha identidad a una sola pertenencia que se proclama con pasión y que ha sido históricamente fuente de conflictos (rechazo, guerras, genocidios, marginación social, etc.)
La identidad, defiende Maalouf, es un conjunto de pertenencias que posee cada individuo: lengua, religión, aficiones, gustos culinarios, sexo, color de la piel, experiencias, etc. Tan complejo que no hay dos individuos con la misma identidad.
La identidad es dinámica, se construye y transforma a lo largo de la vida. Luego, ¿Por qué enfrentarse a alguien por un solo rasgo de su identidad por importante que pueda parecernos?, por el color de su piel, por su religión, por su lengua,…
Maalouf hace propuestas para favorecer el entendimiento entre culturas. Por ejemplo, anima al inmigrante a que aprenda aspectos de la cultura de la sociedad de adopción pero también al autóctono a interesarse por la cultura del recién llegado. El autor apela a la reciprocidad, elemento esencial para que el inmigrante sienta no sólo que es aceptado en la nueva sociedad, sino incluso que su cultura empieza a formar parte de la sociedad de adopción.
Maalouf también habla de terrorismo islámico y dice textualmente: cuando los musulmanes del Tercer Mundo arremeten con violencia contra Occidente, no es sólo porque son musulmanes y porque Occidente sea Cristiano, sino también porque son pobres, porque están dominados y agraviados y porque Occidente es rico y poderoso. He escrito “también”, pero estaba pensando “sobre todo”.
Un poco más adelante –sigue con el Islam- advierte que además de la fe entran en juego muchos otros factores que lo explican mejor. Podemos leer diez voluminosos tomos sobre la historia del Islam desde sus orígenes y seguiremos sin entender en absoluto lo que está sucediendo en Argelia. Pero si leemos treinta páginas sobre la colonización y la descolonización, lo entenderemos mucho mejor.
En otro apartado el autor nos habla de la mundialización a la que muchos reaccionan con un reforzamiento de la necesidad de identidad. Apela a no quedarse sólo con lo negativo de la misma, que efectivamente existe: tendencia a la uniformidad, empobrecimiento cultural, hegemonía de una cultura dominante…sino a utilizar las nuevas tecnologías para acercarnos a otras culturas, a las que, por supuesto, hay que preservar.
Hay otros aspectos muy sugerentes en el libro que no quiero desvelar para no alargarme demasiado, y para poner al lector el caramelo en la boca de manera que acuda a la librería o biblioteca más próxima a hacerse con un ejemplar cuya lectura, sin duda, no le decepcionará.