El
otro día recibí un E-mail de una amiga, Liliana Bastián, que escribe muy bien y que tiene cosas
interesantes que contar. El correo contiene un escrito en el que esta resentida
social se despacha a gusto sobre la culpa de los ciudadanos de este país en
haber llegado donde hemos llegado. Lo más o menos novedoso del planteamiento es
que sin exculpar a políticos corruptos o/y ineptos, empresas insaciables y otra
fauna, reivindica la responsabilidad
de nosotros, los ciudadanos, en la situación actual. Pero, mejor os dejo con
Liliana…
Delincuentes habituales…
( ... o salir de la crisis planteando los
problemas de forma diferente)
Si de quien roba a un ladrón se dice que tiene cien años de perdón, ¿qué podríamos decir de los que compran la mercancía que ha robado otro? pues va a haber que inventar un refrán que resuma lo que los juristas denominan "receptación", que es el término que se aplica al acto mediante el cual, un sinvergüenza se aprovecha a medias de lo que otro sinvergüenza le ha quitado a un inocente, después de que éste lo ganara con su esfuerzo y por medios honestos.
Y cuando pillan al segundo sinvergüenza in fraganti, adquiriendo la mercancía robada por el primer sinvergüenza, no le sirve alegar que él ignoraba la procedencia de ese artículo, que actuaba de buena fe, que su economía no le permitía pagar más de lo que se le pedía por él, que si fue crudo o que si no coció, porque de todas formas se le considera un delincuente, lo que sin duda son(somos) todos los consumidores, en mayor o menor medida, cuando nos tiramos a comprar lo más barato sin pararnos a mirar o a pensar en nada más que en nuestra conveniencia más inmediata, es decir, el precio en cifras que nos aparece en la etiqueta o en la página web.
Si de quien roba a un ladrón se dice que tiene cien años de perdón, ¿qué podríamos decir de los que compran la mercancía que ha robado otro? pues va a haber que inventar un refrán que resuma lo que los juristas denominan "receptación", que es el término que se aplica al acto mediante el cual, un sinvergüenza se aprovecha a medias de lo que otro sinvergüenza le ha quitado a un inocente, después de que éste lo ganara con su esfuerzo y por medios honestos.
Y cuando pillan al segundo sinvergüenza in fraganti, adquiriendo la mercancía robada por el primer sinvergüenza, no le sirve alegar que él ignoraba la procedencia de ese artículo, que actuaba de buena fe, que su economía no le permitía pagar más de lo que se le pedía por él, que si fue crudo o que si no coció, porque de todas formas se le considera un delincuente, lo que sin duda son(somos) todos los consumidores, en mayor o menor medida, cuando nos tiramos a comprar lo más barato sin pararnos a mirar o a pensar en nada más que en nuestra conveniencia más inmediata, es decir, el precio en cifras que nos aparece en la etiqueta o en la página web.
Pero, ¿alguna vez nos interesamos
por lo que vale realmente cada uno de los objetos o servicios que pagamos?
¿sabemos si las personas que los realizan lo hacen en las mismas condiciones
que desearíamos para nosotros o para nuestros amigos y seres queridos? ¿sabemos
acaso qué daño estamos causando a nuestro país, región o pueblo, cuando optamos
por un artículo sin interesarnos por su procedencia, simplemente porque es más
barato y quizá porque así podemos atiborrarnos con él, en vez de escoger el
otro y conformarnos con menos cantidad?
Y que conste que esto último no
significa necesariamente que sea bueno enriquecer a empresas españolas, ya que
como todos hemos leído y escuchado, muchas o la mayoría de ellas, han
establecido sus sedes en países aún más pobres que el nuestro, en donde no
pagan seguridad social ni respetan ninguno de los derechos laborales que,
finalmente, están acabando por desaparecer también en España, o contratan
aquí mano de obra extranjera, sumisa y con un nivel de aspiraciones todavía más
bajo que el nuestro. No, por desgracia ya no es tan sencillo como decir
"compra productos de empresas españolas" porque esa consigna hoy día significa
muy poco o nada en un número de casos tan elevado que la hacen inútil.
Entonces, ¿qué? ¿qué compramos o
cómo invertimos nuestro escaso dinero, de forma que podamos sobrevivir sin
cebar al mismo tiempo a la bestia que nos está comiendo a todos nosotros,
directamente o valiéndose de sus carísimas marionetas, los politicos y la
realeza parásita? En el momento actual, responder a esta pregunta es muy
difícil, ya que una gran parte de la población está atravesando momentos de
extrema dificultad, y no puede plantearse un cambio en sus pautas de consumo,
puesto que ese numeroso grupo de personas (en el cual me puedo incluir yo
también) ni siquiera se considera a sí mismo consumidor, sino más bien un mero
superviviente.
Yo no sé cómo invertir mis cuatro euros para
poder alcanzar dos de los objetivos qué más me interesan como ser
humano: sobrevivir y al mismo tiempo, cambiar el mundo, este mundo en
el que me tocó vivir y que me repugna por sus injusticias y su extrema
crueldad. No sé cómo invertir esos cuatro euros míos, pero sí tengo
muy clara una cosa: que no compramos cosas baratas porque somos pobres,
sino que nuestra pobreza actual y futura se debe a que siempre hemos comprado
cosas baratas, de una forma temeraria y eludiendo día a día el grado
de responsabilidad que siempre hemos tenido -y tenemos- en hechos tan
graves como el alto nivel de paro al que hemos llegado actualmente, o el
enriquecimiento de multinacionales y grandes empresas que nos explotan a
nosotros en nuestro país, o a otros infelices en el suyo, ya sea cobrando
precios abusivos por servicios básicos o condenando a los trabajadores y a sus
familias a la miseria, igual que acabó ocurriéndonos a nosotros al final.
¿Hacía falta que nos viéramos en
las mismas circunstancias que esas otras personas para que pudiéramos
comprender el perjuicio que les hemos estado causando durante los anteriores
treinta años, mientras engordábamos las cuentas bancarias de sus amos? ¿era
necesario que acabáramos nosotros mismos sufriendo todas esas penalidades para
que nos diéramos cuenta del verdadero precio que estuvimos pagando por ser unos
compradores irresponsables? Por lo visto, sí que era necesario.
Y ahora es cuando me viene a la
memoria un refrán que sirve para describir nuestra conducta delictiva
como ciudadanos que apoyaron y apoyan negocios de ladrones, a
saber, "tanto peca el que roba, como el que le sujeta la
escalera". Sospecho que vamos a tener suficientes ocasiones
para reflexionar sobre todo esto ahora y durante mucho más tiempo en
el futuro, y si alguien sigue pensando que no es
inmoral ni destructivo aceptar ofertas
comerciales tentadoras, teniendo en cuenta únicamente el beneficio
personal e inmediato y cerrando los ojos a todo lo demás, entonces estará
también en condiciones de comprender y perdonar a todos los que a niveles
superiores, han hecho exactamente lo mismo con el esfuerzo y el dinero de
todos.
Un saludo a tod@s de Liliana Bastián Rodríguez
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