En el año 1990 yo era muy joven,
más que ahora. Por aquel entonces nada poseía y, por tanto, nada tenía que
perder. Me enrolé en un bergantín goleta de unos 100 metros de eslora porque
era lo más audaz que podía hacer con mi vida en esos momentos, y a esa edad uno
todavía es valiente… o inconsciente.
Como un personaje de esas novelas
de aventuras que tanto gustan a los jóvenes. Así me sentía yo, protagonista de
un relato de Julio Verne, de R.L. Stevenson o de Joseph Conrad.
Zarpamos de Cádiz un 10 de enero;
recuerdo esa fecha como marcada con fuego en la memoria. Desplegamos por
primera vez las veinte velas y nos encomendamos a los alisios.
Durante seis meses surcaríamos el
Atlántico; atracaríamos en puertos del Caribe, atravesaríamos en Canal de
Panamá; descubriríamos el Pacífico y visitaríamos lugares que sólo conocíamos
por los mapas y por las fotografías.
Todavía hoy puedo cerrar los ojos
y rememorar sensaciones que solo se pueden tener cuando uno navega a vela.
Fue una vivencia intensa y única;
solo unos meses de tu vida, un grano de arena en una playa inmensa, ¡pero qué
grano!.
Cuando acabamos la mili la diáspora. Aquellos marineros
que habían compartido un espacio reducido durante meses volvían a sus hogares:
a Sevilla, a Huelva, a Granada, a Gijón,
a Albacete, a Madrid, a Badajoz, a Vigo, a Valladolid, a Elche, a Valencia, a
Alcañiz, a Teruel, a Almería, a Jaén,… y por supuesto, a Barcelona. Ahí volví
yo con mi petate a cuestas; lleno de ropas y de recuerdos imborrables.
En cuanto a mis compañeros, a la
mayoría no volví a verlos nunca más.
Han transcurrido 24 años desde
aquel sueño; a veces me preguntó si sólo fue un sueño.
En julio pasado la silueta
inconfundible de mi barco atracó en
el puerto de Avilés. No dejé pasar la oportunidad de visitarlo. Nada más
avistar los cuatro palos se me empañaron los ojos y se me quebró la voz cuando le dije a Laura: míralo, ahí está…
Hace unos meses uno de aquellos
marineros con los que compartí un pedazo de mi vida creó un grupo en Facebook: JS Elcano-LXI crucero 1990. Un grupo selecto y restringido, sólo para
marinos de ese crucero, y ahí volvemos a encontrarnos algunos de nosotros,
colgamos fotografías, retales de un pasado –como todos- que nunca volverá, y nos
escribimos para rememorar aquellos días y aquellos mares.
Muy bueno,pienso igual he disfrutado leyendo,recuerdo nuestras vivencias ,siempre
ResponderEliminarhe tenido un momento para recordarlas como un regalo de mi vida.
Un grupo donde no hay discrepancias, todos somos hermanos...
ResponderEliminarEstoy taco sensiblón, se me han humedecido los ojos killo.
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