A veces – o sea, casi siempre- cuando
hojeo la prensa o escucho en los medios a algún político o periodista hablar de
un tema de actualidad, siento tanta rabia que me dan ganas de llamar al tío la vara para que acabe con tanta
tontería. La última: eso que han bautizado los medios como turismofobia.
Es un hecho que el sector turístico
aporta beneficios económicos a las empresas del sector; que el turismo –que no
los empresarios- genera puestos de trabajo (de dudosa calidad, por cierto), y
que, indirectamente, a través de los
impuestos, genera ingresos en el país. También es un hecho que de no tener
tanto peso el turismo, tal vez, podríamos dedicarnos a otras actividades
económicas más productivas, de mayor valor añadido (pregunten a los alemanes,
por ejemplo). No lo hicimos. En economía eso se llama coste de oportunidad.
Incluso admitiendo los aspectos
económicos positivos del turismo, no es menos cierto que la masificación del
turismo crea también problemas, y no pocos.
Por desgracia, a veces-o sea, casi
siempre- hay que hacer bastante ruido para que te oigan -ya no digo para que te
escuchen. Y en ocasiones algunos se pasan de la raya. No pretendo justificar esas
pequeñas acciones delictivas como asaltar un autocar y hacer pintadas con
frases del tipo “tourists, go home”. Pero, una vez más, echamos en falta un auténtico
debate político y mediático.
¿Qué tipo de problemas crea la
masificación del turismo en las ciudades? Que se lo pregunten a los
barceloneses, por ejemplo. Que se paseen por el centro de la ciudad o por el
barrio de la Barceloneta. O mejor, que vivan allí una temporadita –si pueden
pagarse el alquiler, claro.
Por citar solo algunos de los efectos
indeseables: gentrificación, generación de residuos urbanos, sobresaturación de
transporte público, molestias, encarecimiento de la vivienda y de otros productos
y servicios, conversión de las ciudades en parques temáticos, etc. Y esto por
no hablar del turismo a mayor escala; la actividad turística ha destruido ya
gran parte del litoral mediterráneo. Hoteles, apartamentos, piscinas, campos de
golf,…¡en una región seca!
Debe de haber demasiados intereses
económicos en este país para que, especialmente desde la derecha, no haya un
debate serio sobre el modelo turístico. El “debate”, por llamarlo de alguna
manera, se limita a frases del tipo “Hay que mimar el turismo; de ello dependen
los empleos de miles de familias”, Rajoy dixit. ¡Qué profundidad!, ¡qué gran
intelectual se ha perdido este país! O
ese sabio consejo de Cristina Cifuentes a Ada Colau: ¡contundencia contra los violentos!
Y los mass media, claro, les siguen el
juego. Así, cuando surgen voces críticas, como la misma Ada Colau, tratando de
abrir un debate sobre el modelo turístico, en seguida salen los perros de presa –de prensa-
para defender a sus amos. No entran a debatir, no se mueven con argumentos. Supongo que son conscientes de su debilidad en ese terreno, así que se limitan
a linchar al adversario con adjetivos supuestamente negativos: radical,
antisistema, comunista, retrógrado, y otros que se venden como un pack, y que son
muy útiles pues sirven para otras ocasiones.
Este es el nivel del discurso en este
país; insultos, descalificaciones, señalar la anécdota en lugar del problema de
fondo, y todo, en definitiva, para silenciar el debate, para acallar la
reflexión. Y así nos va…
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