Hace unos días estuvimos con una pareja de amigos de Salamanca
que vinieron a Gijón. Cuando el sol ya se había puesto y nuestra conversación
languidecía con el día, Zacarías me preguntó: ¿y tú qué piensas de lo de
Cataluña? Te voy a dar mi opinión
–añadió casi sin respiro- a mí me parece que allí se quieren montar su propio
cortijo unos cuantos…
Resoplé. No es que
no quisiera hablar del tema, es que era sabedor de que dijese lo que dijese, no
me entenderían. No lo entenderían. La frase de mi amigo no es original; se
trata de uno de los leitmotivs del
discurso dominante, como diría Javier Ortiz, al sur del Ebro.
Empecé mi alegato y
ella enseguida desconectó. Él me escuchó todo el tiempo con respeto pero con recelo,
o eso me pareció.
Uno tiende a pensar
que con la palabra razonada es posible persuadir al otro de casi cualquier
cosa, pero la realidad es obstinada y te muestra repetidamente cuán difícil es
que los humanos cambiemos nuestra manera de pensar. Nos sentimos más seguros guarecidos
en nuestra covacha de ideas. Somos
demasiados perezosos o miedosos -o ambas cosas- como para exponernos a la
intemperie, donde quién sabe qué rayos de ideas podrían caernos encima. He ahí
la primera dificultad: salir de la caverna y cuestionarnos nuestras propias
opiniones.
Vayamos a por la
segunda. Hablar de nacionalismo cuando se parte de sentimientos distintos es
muy delicado. El discurso lo controlan más nuestras emociones que nuestra
capacidad de razonamiento. Por ello no suelen conducir a un entendimiento.
El tercer escollo -casi
insalvable- es el hecho de estar expuestos permanentemente a determinados discursos e intereses. Mientras que en Catalunya (también en Euskadi)
coexisten dos discursos -y sus matices-, en el resto del Estado sólo existe uno.
(Bueno, para ser justos hay que admitir que hay dos: el que no quiere oír
hablar de más nación que la española –claramente hegemónico- y el que
tímidamente y con la boquita pequeña balbucea algo sobre plurinacionalidad o hace
malabarismos con las palabras: nación de naciones,…. Los medios de comunicación
- de persuasión- bombardean a diario a
ambos lados del Ebro. Pero al sur del río, sólo caen las bombas de un bando.
¡Qué aburrido, no sabéis lo que os perdéis!
La cuarta
dificultad creo que es el desconocimiento. Me parece que gran parte de la
población española ha aprendido una Historia esencialista focalizada en la
unidad de destino de España. No diré que sea una Historia falseada, aunque lo
piense, pero sí interesada, como todas, dicho sea de paso. Pero esa orfandad de matices impide tener una visión comprensiva
(en todas sus acepciones) de la Historia de los pueblos que han pululado y
siguen pululando esta península.
Una quinta
dificultad viene condicionada por la cuestión económica, la butxaca. Catalunya, con un 17% de la población española y un 19%
del PIB nacional, es una de las vacas
gordas del Estado: ¿quién querría desprenderse de una fuente de riqueza así?
Concluyendo, vivir en una zona determinada de España no es
determinante para tener una opinión u otra, pero, estadísticamente, me parece
que es un elemento que suele condicionar esa opinión.
Todo esto, me parece, son ingredientes
que, en el común del ciudadano, han dificultado tradicionalmente el
entendimiento entre Catalunya y España.
Así, cada vez que
uno lee o escucha argumentos, muchas veces bien razonados, otras no tanto,
defendiendo determinada postura, tengo la sensación de que nada más empezar la
primera línea, nuestro cerebro ya tiene formada una opinión favorable o
desfavorable del mismo. Y es que, como decía Eduard Punset con desmedido acento
catalán, el cerebro no está diseñado para averiguar la verdad, sino para sobrevivir.
Me gustaría estar
equivocado, y seguiré actuando como si lo estuviera. Continuaré dando mis
opiniones, adaptadas al interlocutor, con la esperanza de que algún día, más
pronto que tarde, nos entendamos. Debe ser cuestión de supervivencia…
Por ello, esa
agradable tarde de verano, cuando el sol se había puesto, le conté a mi amigo castellano
cómo veía yo lo que pasa en Catalunya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario