sábado, 7 de septiembre de 2013

El hombre que intentó quemar el Antiguo Banco de Gijón

En la prensa asturiana aparece una noticia sobre un hombre que intenta prender fuego a una sucursal de una entidad bancaria en Gijón.
Ya en el primer párrafo nos deja claro –¡no vayamos a simpatizar con el individuo!- que el incendiario es un desequilibrado mental y que ya había cometido otras fechorías anteriormente. Me quedo más tranquilo.
Dice, asimismo, que había entregado un texto ininteligible y confuso a la policía, o sea, que la policía no entendió su escrito.
Yo desconozco la historia y al malhechor, pero no puedo evitar hacer una lectura menos superficial de la que hacen los medios de comunicación.
En principio, tratar de rociar con gasolina una sucursal bancaria no es normal. Y no solo no es normal sino que además no es deseable, ya que es un acto violento que puede ocasionar daños a personas y cosas (y dinero, en este caso).
Si en lugar de fijarse en  un banco, se hubiese tratado de un quiosco de prensa o de una humilde frutería y no mediase enemistad entre agresor y agredido, a mí me resultaría más difícil de entender. Pero el hecho de que el objetivo del pirómano sea un banco abre un abanico de interpretaciones más allá de la teoría del desequilibrado mental que daría por zanjada la cuestión.
Entre estas interpretaciones –que no excluyen necesariamente el desequilibrio mental- estaría el objetivo de llamar la atención sobre un símbolo del poder financiero, uno de los grandes causantes de la crisis económica. En su desesperación, el hombre, encolerizado, arremete contra quienes considera causantes de su desdicha (y la de muchos), y al mismo tiempo envía un mensaje a la sociedad –es un acto, de haberlo consumado, como para presumir-.
No estoy disculpando a este pobre hombre, aunque algún lector malpensado así lo interprete. Sólo trato de entender lo que hizo.
Admitamos, sin ambages, que estaba ”loco”. Escribo “loco” entre comillas porque con el avance de la psiquiatría existen términos mucho más precisos para designar las conductas que no se consideran normales.
Bien, entonces podríamos preguntarnos por las razones y origen de su enfermedad.
Dejo de lado una cierta predisposición genética, no es ese el tema que ahora me interesa. Es obvio que el ambiente modela el carácter y las conductas de los individuos.
Si vivimos en un ambiente hostil, enrarecido, violento, en definitiva, enfermo, los inadaptados, los infelices, serán muchos más que un ambiente sano.
Ese hombre que intentó quemar una oficina bancaria es víctima del sistema como lo somos la mayoría aunque –todavía- no nos dé por quemar edificios emblemáticos.
Con este ejemplo podemos cuestionarnos quién es realmente el agresor y quién la víctima. Podríamos redefinir el concepto de violencia, ¿acaso no es violencia la explotación laboral, las ejecuciones hipotecarias y los desahucios, la pobreza, la marginación social o el hambre?
Y si ya hemos sido capaces de verlo de esta manera, ¿quiénes son realmente los incendiarios?

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