sábado, 10 de agosto de 2013

Divide y vencerás

Cuando los ingleses colonizaron la India consiguieron mantener su poder durante dos siglos enfrentando entre sí a los distintos pequeños reinos que habitaban tan vasto territorio.
Esa misma estrategia de dominio ha sido utilizada por todos los pueblos conquistadores a lo largo de la historia. Desde Hernán Cortés hasta Winston Churchill.

En noviembre de 2010 el gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero escenificó un enfrentamiento entre un colectivo de trabajadores: los controladores aéreos de AENA y la patronal, en este caso la Administración, que tenía como jefe al inefable José Blanco. La mayor parte de la población de este país aplaudió con las orejas la firmeza de un gobierno frente a unos súper privilegiados millonarios.
Posiblemente el carácter ancestralmente envidioso de los españoles y la inestimable colaboración de la prensa decantaron el partido a favor de la patronal-Administración. Creo que ese fue el primer acto de lo que seguiría a continuación, una especie de ensayo nuclear, nuestro particular Hiroshima. Se propició el primer enfrentamiento entre trabajadores; entre un colectivo ciertamente muy bien pagado y el resto. Y funcionó.

El segundo acto de esta misma estrategia llegó con los funcionarios. Esos otros trabadores privilegiados cuyo mayor pecado, aunque no el único, es poseer un puesto de trabajo para toda la vida.
También resultó. La incomprensión y/o la envidia del resto de trabajadores hacia ese colectivo posicionó al grueso del resto de trabajadores contra los empleados públicos.
Más tarde llegarían otros enfrentamientos, también orquestados desde el poder, entre distintos colectivos de trabajadores (trabajadores contra parados, trabajadores fijos contra trabajadores eventuales, trabajadores contra jubilados, autóctonos contra inmigrantes, etc.)

La vieja estrategia del divide y vencerás. Mientras, allá arriba está el verdadero enemigo: esa entente formada por el poder financiero, la banca, y las grandes corporaciones. Desde sus despachos decorados con cuadros con escenas de caza – ¡qué lograda ironía!-, desde sus poltronas de piel, dictan a las instituciones políticas lo que deben hacer, es la democracia.

En realidad, el enfrentamiento –y cuando antes nos demos cuenta mejor- es entre el mundo del trabajo y el del capital. En los años setenta las rentas de trabajo llegaban a un 72,4 % del PIB en España. En 2012, por primera vez en la historia en este país las rentas de capital superan a las rentas de trabajo, o sea, la tasa de beneficio de las empresas supera en porcentaje del PIB a los salarios. Eso es sencillamente escandaloso.

Así pues, no nos confundamos de enemigo. Los culpables de la crisis no son los funcionarios, ni los viejos que no se mueren ni a tiros. Tampoco los inmigrantes –que contrariamente a lo que mucha gente piensa- son necesarios en nuestra envejecida sociedad. Los culpables son los señores que ostentan el verdadero poder: los grandes magnates de las finanzas y del gran capital.

Si me tiran de la lengua, les diré que ni siquiera la culpa es de ellos; al final el problema, como dijo Marx, es del propio sistema, del capitalismo. Pero eso ya es materia para otro post.

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