Me regalaron un ejemplar de “Los Desorientados” mis compañeras (y compañeros) de trabajo con motivo de mi marcha. Yo no les había hablado de mi debilidad por Amin Maalouf, así que me pareció sorprendente que acertaran con el libro.
Lo leí con el placer de quien desflora las páginas de un libro nuevo, y con el deleite de la lectura de una prosa que conjuga sencillez, poesía e inteligencia.
La novela, la última hasta el momento del autor, destila muchas de sus inquietudes: el concepto de identidad -una vez más-; las identidades religiosas, nacionales, culturales; la amistad a pesar de todas las diferencias; la guerra como elemento de desunión y diáspora; el concepto de patria; el amor, el sexo, la infidelidad, la lealtad, el pasado, el presente, el futuro incierto,…
Para alguien como yo, con una identidad también compleja, las novelas de Maalouf son un bálsamo. Cuando leo a Maalouf siento empatía por los personajes de sus novelas, y creo que ellos también la siente por mí. Nos entendemos.
En “Los Desorientados”, Adam, un profesor árabe de historia que lleva años viviendo en París, decide volver a su país después de décadas sin pisarlo con motivo de la enfermedad terminal de un antiguo amigo de juventud. La novela girará en torno al retorno a su patria, a sus amigos de juventud, en definitiva, a su pasado. El reencuentro y las reflexiones que éste suscita hilvanarán esta bella historia.
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