He leído
recientemente “La imaginación conservadora” de Gregorio Luri. Se trata de un
ensayo en el que el autor defiende con argumentos, rigurosidad, inteligencia y multitud de ejemplos una manera de entender la
sociedad que, grosso modo, dista
bastante de la mía. Y, sin embargo, ¡qué placer de lectura! A pesar de las profundas
diferencias de partida -o tal vez debido a ellas- el libro es de lo más
estimulante. Más que una lectura, para mí, ha sido un diálogo, un diálogo cojo,
si acaso, pues habría sido un placer encontrar una contrarréplica por parte del
autor a las objeciones que en muchos puntos –no en todos, obviamente- se me
iban ocurriendo. Dice el propio Luri que en una discusión el que pierde gana y
el que gana pierde. Me explico. Si al final de la discusión, te das cuenta de
que has perdido y cambias o matizas tu opinión, ya has ganado algo: has ganado
en sabiduría. Por el contrario, el que se considera ganador, sale igual que
entra: no ha aprendido nada nuevo.
A mí el libro de
Luri no me ha hecho cambiar en lo esencial mi manera de ver –de pensar- la
sociedad, pero sí me ha servido para enriquecer mi propio pensamiento. Para
matizar algunos puntos, comprender otros, rectificar en algunos detalles,
relativizar “mis verdades”,…En definitiva, tras la lectura del libro, yo he
salido ganando…
Dice también el
propio Luri lo que, aunque obvio, debe ser recordado: si sólo escuchamos nuestras voces –o la
de aquellos que piensan como nosotros- estamos condenados a la ignorancia.
Lo malo de tener
que elegir entre dicotomías como ser conservador o ser progresista es que
estamos dando brochazos demasiado gruesos. Para pintar nuestro pensamiento –o para
reconocerlo- debemos utilizar pinceles más finos. Y aquí me viene a la memoria
una frase de otra mente lúcida: la del filósofo Santiago Alba Rico, quien defiende
que hay que ser económicamente revolucionario, políticamente reformista y
antropológicamente conservador.
Si se animan con Gregorio Luri, ¡buena lectura!
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