“A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía.”
De esta manera se presenta el protagonista de esta bella novela del escritor Amin Maalouf. A partir de los pocos datos conocidos de un viajero del siglo XVI, el autor recrea las aventuras de este poeta, mercader, embajador, espía, geógrafo,...
León el Africano es por un lado una novela de aventuras: entretenida y trepidante. Catalogable, asimismo, como novela histórica, aunque, en cierto modo, todas lo son. En este caso nos traslada al Mediterráneo, al oriental y al occidental, al meridional y al septentrional de un convulso siglo XVI.
Es una novela de amores y de odios, de costumbre ancestrales, de sociedades impregnadas de religión y de superstición. De seres ambiciosos, y de otros de vidas sencillas.
Pero, ante todo, para mí, León el Africano es una novela que trata del concepto de identidad. De su complejidad y de su fragilidad, y así como de la utilización que del mismo ha hecho al hombre para enfrentarse a otros hombres.
Nota: el tema de la identidad, o de las identidades, mejor dicho, es una constante en las preocupaciones de Maalouf. El autor teoriza ampliamente sobre ello en “Las identidades asesinas”, que comenté en este mismo blog.
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