Quiero contar mi experiencia para
evitar que otros pasen por el mismo trance. Como no deseo mencionar la empresa para
no dañar su imagen -disculpen si me río- vamos a llamarla NARANJA. Es una conocida empresa de
telefonía que publicita servicios a precios aparentemente baratos, o como dicen
ahora, competitivos. Por razones oscuras que ni yo mismo conozco, abrigo una tendencia casi natural a desconfiar
de las empresas. No sé por qué siento que sólo les interesa mi dinero y no
valoran otros aspectos de nuestra relación.
Me informé en tiendas NARANJA,
que en realidad son franquicias. Me contaron las condiciones y precios del
producto bastante bien, salvo en el sentido de omitir el pequeño detalle de que
si contrataba directamente con la compañía me resultaría más barato. Es humano,
comprendo el olvido.
Llamé varias veces por teléfono, y
los comerciales que me atendieron me abordaban sistemáticamente con un “¿me dice
su nombre para dirigirme a usted?”. Ya empezamos mal. Soy extremadamente celoso
en cuanto a proporcionar datos personales. Pienso en la opción de darle un nombre falso, pero a
continuación me pide el nombre de la calle donde vivo, número, piso y puerta.
Eso ya me irrita. Arguye que es para comprobar si hay cobertura. Parece
razonable. Le proporciono el nombre de mi calle ,pero otro número próximo al mío
y me niego a decirle piso y puerta, le hago saber que no lo estimo necesario. A
regañadientes, accede. Tras el sonido de estar alguien tecleando al otro lado
del hilo telefónico escucho:
¡fantástico!, tiene usted la máxima cobertura -la comercial se va animando-
¿qué le parece nuestro producto?. Seguramente esperaba que yo cayera rendido a
sus brazos, pero le digo que me lo tengo que pensar. Me despido y cuelgo
educadamente.
Consulto la Web de la compañía y observo
lo que me parecen algunas contradicciones. Vuelvo a llamar, de hecho lo haría
varias veces, y encuentro serios problemas para obtener información a no ser
que me doblegue a proporcionales los datos personales. Fíjense que, de momento,
sólo estoy llamando para informarme, y así lo hago saber. Nada, si no me
identifico, no me informan.
Al final, cuando creo resueltas
mis dudas (por supuesto, desmenuzando la desinformación que aparece en su
inextricable página Web), me decido a hacer la contratación on line. Sigo los pasos con sumo
cuidado, y al final, en la última página donde aparecen todos los datos, se me
ofrece la posibilidad de imprimirlo pinchando un icono en la parte inferior
izquierda de la pantalla. De acuerdo, tras hacer clic en ese icono se despliega un PDF, visiblemente idéntico a la última pantalla. Lo
imprimo. Cierro las pantallitas y marcho satisfecho.
Al día siguiente me da por leer
la hoja impresa. ¡Hijos de puta!. -pienso en voz alta-.La información, que aparentemente era
idéntica a la de la última pantalla del contrato a la que llegué mientras
navegaba, resulta no serlo. El precio que aparecía no era el de la promoción, sino
el habitual de la compañía, tampoco había constancia de las promociones que se
incluían (llamadas gratuitas a móviles NARANJA y otras). Indignado –una vez más- llamo a la compañía.
No quiero cansar al lector con las tribulaciones por las que pasé, así que
abrevio. La cosa es que al final se me hincharon las amígdalas y los llamé para
cancelar la contratación. Ni siquiera ese
trámite fue sencillo, tuve que realizar varias llamadas, me pasaron a
departamentos equivocados, tuve que contar la historia siempre desde el
principio, en fin, lo que se dice una experiencia kafkiana. Finalmente, logré,
creo –estoy pendiente de confirmación-, cancelar la contratación. Y ahora que
me he desvinculado por fin de NARANJA, tras un brevísimo pero intenso idilio, vuelo a
ser un hombre feliz.
Un consejo, amiguitos: no
aceptéis caramelos de desconocidos, y mucho menos si son de naranja.
Yo hace años que estoy con ellos y de momento no he tenido graves problemas. Me dan el mismo servicio que antes me daba AZUL, pero 20 - 25 euros mas barato...
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