Habíamos salido a pasear por una
de esas sendas verdes que atraviesan el conceyu
de Gijón. Partimos de casa y tomamos la ruta del río Piles que conduce al
poblado minero de la Camocha. Una hora y media de paseo campestre. Hemos hecho
esta ruta varias veces, y no deja de asombrarme que pueda salir de casa
andando, y en pocos minutos haya dejado atrás la ciudad para envolverme de la
campiña asturiana. Eso es impensable en Barcelona.
Hay muchas cosas que son
impensables en Barcelona, y perfectamente normales en otros sitios.
Como de costumbre, una vez en la
Camocha, tomamos unos cafés en una terracita muy agradable. El mesonero, un
hombre tosco, de unos cuarenta y tantos años, cuando sirve el café siempre
derrama un poco. No pasa nada, digo mecánicamente, mientras, diligente, rescato
el sobre de azúcar de una inundación segura.
La televisión, siempre tan
impertinente y cizañera, habla de lo que ocurre en Catalunya. Ya saben, lo de
la independencia. El tabernero, con esa espontaneidad asturiana tan
característica, también opina en alto ante otros clientes: si quieren ser independientes, que les den pol culo, la tienda esa de
novias ya dice que se van a ir, y lo mismo con otras empresas, se van a quedar
solos, y les va a comprar su puta madre,…
Mi mujer me mira con cara de pena
porque intuye que eso debe afectarme. Le afecta a ella, me dice, siendo
asturiana, así que imagina que para mí resultará muy ofensivo. Le digo que no
pasa nada, que ya estoy acostumbrado, que conversaciones similares las oigo con
demasiada frecuencia.
Trato de quitarle hierro a
asunto: no hay que hacerle caso, mujer, es un pobre ignorante, mascullo.
Pero no es cierto; el que sea un
gañán, un babayu, como dicen en
Asturias, sólo explica sus formas
toscas. Sé de muchas personas con cierto nivel cultural que piensan de la
misma manera. A mi entender, hay un problema de ignorancia, de desconocimiento
de la realidad catalana, de incomprensión, de intolerancia al que es o piensa diferente,
pero todo eso no se soluciona yendo a la escuela, ni yendo a la universidad.
Soy bastante pesimista sobre
posibilidad de entendimiento a corto, medio e incluso largo plazo. Idiosincrasias
demasiado distintas bajo un mismo palio. Es posible que un modelo territorial,
digamos, federal, hubiese contentado a los nacionalismos periféricos, pero, por
eso de las mentalidades que antes decía, habría resultado inconcebible para la España
forjada por Castilla.
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