De no ser por las
medidas del Gobierno de Asturias para frenar el avance del bicho, este sábado habríamos pasado el día en Luanco. El cierre
perimetral del núcleo urbano de Gijón condena a los gijoneses a arracimarnos durante
al menos dos semanas en una superficie no superior a la de un campo de fútbol.
Bueno, vale, puede que exagere.
En estos tiempos de zozobra, desasosiego e incertidumbre, Luanco se ha convertido para mi mujer y para mí en una suerte de remanso de paz y felicidad. Qué frase más cursi, ¿verdad?
Dice mi suegro que Asturias es triste, y no seré yo quien le quite razón. Asturias - el norte de España en general- es bello, pero la suya es una belleza húmeda y melancólica. Luanco, sin embargo, rompe con ese cliché; es una villa alegre y coqueta que flirtea incansablemente con el mar. Si estamos contentos acrecienta nuestra alegría, y si nos encontramos mohínos nos reconforta. Tiene un efecto sedante, hipnótico y placentero que no encuentro en ningún otro lugar de esta región.
Yo no conocí la
villa pesquera que debió ser en un pasado. El turismo, que tantos estragos ha
producido en el paisaje, modificó también en Luanco su fisonomía y su vocación.
Pero, por lo general, el turismo en el Cantábrico no ha sido tan devastador
como en la costa mediterránea, y Luanco conserva su tradicional casco antiguo.
Una de las imágenes icónicas de la villa marinera es la iglesia de Santa María
-nombre original donde los haya- que, como en Colliure, parece emerger del agua.
El muelle viejo, con sus sidrerías, el paseo que rodea la iglesia y sigue junto
a la playa, el parque de Peroño y las vistas desde el área recreativa, también
en Peroño, forman parte ya de mi acervo sentimental.
Pasar un día
festivo en Luanco se ha convertido para nosotros en una feliz costumbre. Como
nos priva comer al aire libre –debe ser por lo mucho de animal que aún hay en
nosotros- acostumbramos a llevarnos la comida. Una par de hamacas y una mesa
plegable del Carrefour desplegadas en el área recreativa de Peroño nos permite
disfrutar de unas vistas magníficas mientras comemos.
Tras la comida, una
buena lectura y el tímido reclinar de la hamaca que, en ocasiones, provoca una
no buscada (o sí) cabezada. Cuando despiertas descubres que lo que tienes
enfrente no es un sueño aunque lo parezca, es Luanco…
Me gusta lo que expresas en tu entrada sobre Luanco. Con Montañeros Jubilatas hicimos dos marchas ( antes del estado de alarma y pandemia) una ruta senderista desde Luanco a Bañugues ( ida y vuelta) y es espectacular. Y otra en la otra dirección Luanco, Aramar, Antromero y Candás. Dias maravillosos y que te expanden la mente.
ResponderEliminarLaura Nieto.
Me gusta lo que expresas en tu entrada sobre Luanco. Con Montañeros Jubilatas hicimos dos marchas ( antes del estado de alarma y pandemia) una ruta senderista desde Luanco a Bañugues ( ida y vuelta) y es espectacular. Y otra en la otra dirección Luanco, Aramar, Antromero y Candás. Dias maravillosos y que te expanden la mente.
ResponderEliminarLaura Nieto.
Gracias por tus comentario, Laura
ResponderEliminar