jueves, 29 de junio de 2017

San Amancio, bueno, mártir





Ayer sin ir más lejos leí otra “Carta al director” en un diario local en la que se encomiaba la donación de 320 millones de euros del dueño de Inditex Amancio Ortega para la adquisición de máquinas contra el cáncer. En el mismo panegírico se aprovechaba –ya puestos- para despotricar de algunas voces de Podemos, que critican la donación hasta el extremo de abogar por el rechazo de la suma, sin paliativos.
El País, periódico sedicentemente progresista, aplaudía, digo titulaba: “Pacientes y sanitarios aplauden las donaciones de Amancio Ortega”. Reacciones parecidas en toda la prensa nacional.

El argumento para el rechazo es el siguiente: desde una concepción de Estado social, al que debemos tender, Amancio Ortega debería pagar esa cantidad, y seguramente mucho más, a través de los impuestos. En un Estado verdaderamente social, las donaciones, la limosna, no tendrían cabida.

El razonamiento para la aceptación de la donación es más variado: desde posiciones más tradicionalistas, donde la cultura de la limosna está perfectamente aceptada e interiorizada, hasta otras que, aun entendiendo como deseable la vía del Estado social, consideran que mientras este no esté plenamente desarrollado, las donaciones, la limosna, son necesarias. Funcionarían como uno de esos complementos vitamínicos que venden en farmacias.

El problema - uno de ellos-  del primer argumento es que no parece dar soluciones inmediatas; y a los que ahora tienen el problema  no es  de recibo decirles que deben sacrificarse en aras del progreso social.

Y el problema del segundo -uno de ellos- es el “MIENTRAS”.
¿Cuánto dura un MIENTRAS? ¿A qué unidad de tiempo es equivalente? ¿Puede un MIENTRAS erigirse en un muro infranqueable o, al menos,  en un freno? ¿Puede un MIENTRAS funcionar como desalmada coartada para los poderes públicos y para la propia población?  ¿Cuánto debemos esperar mientras…?

No veo gran diferencia, en lo esencial, entre decir que mientras no llegue el deseable Estado social son necesarias las donaciones o las limosnas, y pensar (seguramente inconscientemente), que mientras haya donaciones o limosnas, no es tan urgente luchar por el Estado social. O dicho más cruelmente,  es más fácil y menos agotador silenciar nuestra conciencia con una limosna, a manifestarnos por algo tan vaporoso como eso de ”la justicia social”. También es más sencillo aplaudir esas “generosas” donaciones a exigir cambios legislativos a los poderes públicos.

Si cultivamos la cultura de la limosna, bien sea a pie de calle –nunca mejor dicho-, o través de donaciones de fundaciones, de  millonarios o de concursos de televisión como la Marató de TV3, etc. me parece que ponemos en riesgo el avanzar en políticas redistributivas. Habrá que piense que ambos objetivos son compatibles. Técnicamente, tal vez, pero en la práctica tengo mis dudas.

Sobre Amancio Ortega, poco que me apetezca decir,  bueno, mártir y, sobre todo, explotador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario