Al principio de la
calle San Bernardo de Gijón, cerca del Ayuntamiento, hay una cafetería que
podría ser deliciosa si no fuera por el hecho de que no lo es.
Lo más atractivo –lo
único- es la estética del local: gran cristalera, colores claros, mobiliario
con un toque un tanto rústico, el colorido de unos pasteles que se exhiben sin
pudor,…una experiencia para los sentidos, ¡pero qué experiencia! Ahora les cuento.
Lo peor: los camareros.
Desconozco si se trata de empleados, propietarios o simplemente saboteadores,
pero la atención deja muchísimo que desear. Parece mentira que un lugar tan
fino sea atendido por personas tan hoscas.
En sonrisas no gastan,
deben reservarlas para días especiales. Al atenderte tienes la sensación de que
te están perdonando la vida; pocas palabras, las justas, y una mirada
amenazante que parece decir aquí no nos
gustan los forasteros.
Por desgracia, en el
mundo de la hostelería existe este tipo de camareros. Pero mientras en el bar
de la esquina -con sus ensordecedoras máquinas tragaperras, clientes y televisor compitiendo por ver quien
grita más, con los baños en estado de shock y sin papel (¡siempre se acaba
cuando le toca a uno!) - como decía, mientras en ese contexto casi se agradece
que el camarero te arroje la consumición a la cara, cuando uno acude a un local
tan chic, tan fisno, espera otras
calidades.
No obstante, hubiese
pasado por alto la falta de amabilidad si no fuera por lo que me sucedió ayer
por la tarde en Aliter Dulcia.
Estaba paseando con mi
querida esposa y decidimos entrar a tomar un café en la cafetería de marras.
Antes de sentarnos comprobé que hubiese pación, o sea, prensa diaria. Ya he comentado
en alguna ocasión mi afición por hojear la prensa en las cafeterías. No es para
mantenerme informado, ya sé que sólo cuentan mentiras, es sólo para distraerme.
Observo que tienen “El
Comercio”, “El País” y “El Mundo” y alguna revista. ¡Qué bien! Mierda de
primera calidad. Nos quedamos.
Tras hojear “El
Comercio” me dirijo al revistero y observo que está totalmente desnudo. Echo un
vistazo por las mesas y ni rastro de la prensa. Extrañado, pregunto a los
camareros por los periódicos, y –perdonen si pongo cara de estupefacción- me
responden que los han retirado. Que los sábados por la tarde los retiran por
“política de empresa”, por “rotación de mesas” (sic). ¿Política de empresa? ¿Rotación
de mesas? ¡¿qué coño de lenguaje es ese?! ¡¿estoy hablando con Vueling?!
Parece ser –me aclaran
con inquina- que hay clientes que se pasan la tarde leyendo los diarios con una
consumición e impidiendo que otros clientes (obviamente, no les preocupan los
clientes sino la recaudación) ocupen esas mesas. Les hago saber que yo solo
pretendo hojear la prensa y no pasarme la tarde en su local, y les exhorto
educadamente a que me devuelvan “mis” periódicos. Inflexibles, arrogantes,
niegan con la cabeza, los periódicos ya han sido” retirados”. Ahora me acuerdo
de Blade Runner.
En estos momentos es
cuando más lamento ser educado, la buena educación me pierde, y el lugar de
montar un numerito –que es lo que me hubiese apetecido- les respondo con
condescendencia y sonrisa impostada: Está
bien, va bien saberlo (eso de la política de empresa, y de la rotación de
mesas)…para no volver.
Giro con dignidad fingida,
apuro el café, pago y marcho para no regresar jamás. Mi política de cliente pasa
por no volver allá donde me han tratado mal.
Reflexión post-partido:
Una cafetería es muy
libre de tener prensa o de no tenerla. Obviamente, los periódicos pueden ser un
señuelo para atraer clientes o convertirse en un engorro para el negocio cuando
algún parroquiano se apalanca en una mesa. El mesonero decidirá qué le compensa
más. Lo que me parece inaceptable es mostrar la existencia de periódicos y, en
medio de la lectura, retirarlos.
¿Cuál es la política de empresa de Atelier Dolcia, aparte
de la pésima educación? Disponer de periódicos cuando no hay muchos clientes
-la prensa como cebo- y retirarla cuando presumen que va a haber mucho
movimiento –la prensa como problema-. Bien, si al menos esa retirada se hiciera
discretamente, por ejemplo, cuando no hay clientes, no tendría nada que
objetar, pero lo que es a todas luces inadmisible es que te dejen con la
lectura a medias (lectio interruptus),
con la mierda en los labios. Y ya el colmo es que la pidas, admitan que la
tienen escondida, y te la nieguen. ¿Es esa forma de tratar a un cliente?
Está bien saberlo para NO ir
ResponderEliminarMuy bien escrito, como siempre. Y desde luego, un claro retrato de lo que desgraciadamente sucede en algunos establecimientos de hostelería en este país.
ResponderEliminarNo conozco el sitio, pero lo apunto para no ir
ResponderEliminarMadre mia!!!....no sabría decir que me parece más patético si la política de empresa, o el tipo de personas como tú....maneras gratuitas de tumbar negocios por una pecata minuta...
ResponderEliminarSi a ti te parece peccata minuta que te traten mal en un establecimiento en el que pagas y al que vas a tener un rato de diversión... a mí no. Los negocios se tumban por mala gestión y mal trato al cliente. Y, si no, llamad a Chicote.
EliminarGracias por tus palabras de apoyo. Hace tiempo que escribí esto, no esperaba más comentarios.
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