La había visto hace
muchos años, y el otro día la pasaron por La 2 y la volví a ver. Me conmoví con
los ojos de quien se siente emocionalmente muy cercano a los escenarios y a la
temática de la película.
Me parece que “La piel
quemada”, de Josep Maria Forn, es una obra maestra no suficientemente
reconocida. No es un documental, pero podría serlo. Es un retrato preciso,
desgarrador y sublime de una época cargada de contrastes. Contrastes
culturales, económicos, morales, lingüísticos…
La acción se sitúa en
la España de los años sesenta. Una familia andaluza escapa de la miseria de su
tierra para buscarse la vida en una Cataluña
desarrollada económicamente, y en donde empieza a despegar el fenómeno del
turismo.
Las comunidades
retratadas, los inmigrantes pobres, los catalanes autóctonos y los turistas
europeos, forman los ingredientes de un cóctel explosivo. No quiero a desvelar el
hilo narrativo.
Para mí la película
tiene connotaciones que me golpean especialmente. Con un padre catalán y una
madre andaluza, no puedo evitar sentirme heredero de ambas comunidades, de
ambas “culturas”. Aunque mi madre emigró por amor –yo más bien diría
enamoramiento- tengo familia andaluza que perfectamente podría haber
protagonizado la película.
Rodada en Lloret de Mar
–en el Lloret de los años sesenta, claro- no he podido dejar de tratar de
adivinar los distintos escenarios donde se rodó la película: sus calles,
atestadas de comercios y de turistas, sus hoteles que me parece – y seguro que
me equivoco- reconocer, la preciosa iglesia de Sant Romà, etc.
Y también me emocionaron
las imágenes del recorrido en un destartalado autobús de línea que seguía la
carretera de la costa del Maresme. Pude reconocer el puerto de Arenys de Mar y su
paso por Calella.
Todo en blanco y negro,
como era aquella época…
No sé durante cuánto
tiempo se podrá visionar a través de este link, pero si les apetece disfrutar
de esta joya, ahí lo tienen:
¡Muchas gracias por tu recomendación, amigo Toni!
ResponderEliminarDisfrutamos mucho con la película mi compañero y yo, ambos lloretenses de adopción y con orígenes tan distintos como la ciudad de Barcelona y la de Colonia, en Alemania, país que tuvo mucho que ver en el boom turístico de los sesenta y con La piel quemada (como una gamba, me viene a la cabeza, recordando uno de los chistes del desaparecido Eugenio).
Hemos podido constatar que el turismo de borrachera no es un invento de nuestra sociedad moderna, así como las disputas entre catalanes de origen y catalanes de nueva adquisición. Con fascinación hemos podido también reconocer el puerto de Arenys de Mar, Calella, y algunas ubicaciones de Lloret de Mar: la iglesia, la calle San Pedro, ya atestada de comercios y turistas, aunque de distinta índole a la actual, la zapatería Fábregas, el Paseo Marítimo, el castillo como fondo de escenario y siempre presente en las eternas postales de Lloret, sus bellas playas, etc...
Catalogaría yo también de joya esta película, no sé hasta qué punto empujada por emociones personales, y valorando con muy buena nota la estructura de la obra de José María Forn, con las aventuras de los protagonistas, marido y mujer, desarrollándose en paralelo (aventuras en las distintas acepciones de la palabra).
Aconsejaría muy especialmente el visionado de esta película, en estos tiempos que corren, a todas aquellas personas que han olvidado las dificultades por las que pasan todos los inmigrantes.