miércoles, 17 de agosto de 2016

"El Estado emprendedor", de Mariana Mazzucato



Bajo el sugerente título de El Estado emprendedor, la economista italo-norteamericana Mariana Mazzucato trata, y a mi entender consigue, desmontar ese mito interesado de que el Estado no puede tomar decisiones acertadas, que es torpe, burocrático e incapaz de asumir riesgo emprendedor. Y que el sector privado, considerado tradicionalmente más dinámico, innovador, eficiente y competitivo, es el que debe liderar el modelo capitalista.

Los hechos -el libro está plagado de ejemplos- contradicen esa tesis. Más allá del papel que desempeñaron los gobiernos de Japón en la década de 1980 o Corea del Sur en la de 1990, en Estados Unidos, paradigma del “libre mercado”, a través de sus distintas agencias públicas, la innovación tecnológica ha tenido y tiene una papel esencial y determinante; arriesgando allá donde el capital privado, ni siquiera el capital riesgo, ha sido capaz de entrar hasta que las perspectivas de rentabilidad económica han sido claras.
El argumento clave es que las nuevas tecnologías  más radicales en distintos sectores –desde Internet hasta el sector farmacéutico- tienen su origen en una inversión de un Estado atrevido y que asume riesgos.
El discurso (neoliberal) dominante oculta esta realidad, arrinconando al Estado a un papel residual. ¿Profecía autocumplida?

Asimismo, la autora reivindica, por imperativo ecológico, la necesidad de profundizar en el campo de las fuentes de energía alternativas; fundamentalmente la solar y la eólica.  Los gobiernos de China, Alemania o Dinamarca están apuntando en esa dirección, mientras que los del sur de Europa, como el de España, han decidido, lastimosamente, eludir ese sector.

En el último capítulo “Socialización del riesgo y privatización de los beneficios: ¿puede el estado emprendedor comer también de su tarta?”, Mazzucato apunta a una idea, a mi entender, muy razonable.  En la actualidad, el Estado emprendedor (o sea, los contribuyentes) asume ingentes gastos en I+D. Sin embargo, la mayoría de beneficios de esas inversiones públicas acaban en empresas como Apple, Google o Microsoft, o a las grandes farmacéuticas como Roche, Pfizer, o Johnson & Johnson. El beneficio indirecto de la fiscalidad resulta irrisorio en el capitalismo globalizado en que vivimos. Mazzucato defiende una participación directa en los beneficios, como ocurrió con Nokia en Finlandia. Estos beneficios deben reinvertirse en nuevas investigaciones y en sufragar los gastos de investigaciones fallidas, tan inevitables como útiles en la labor investigadora.

En resumen, Mariana Mazzucato defiende el papel del Estado no solo por su hoy denostada labor contracíclica (estimular la demanda en tiempos de recesión), sino también por su necesaria función emprendedora en sectores, como el I+D, donde la incertidumbre económica aleja a las empresas de invertir desde un principio, prefiriendo surfear en la ola creada por el sector público. Asimismo, concluye la economista, es preciso transformar la actual relación parasitaria del sector privado con el Estado por otra de carácter simbiótico.

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