domingo, 13 de marzo de 2011

La huelga de empleados de AENA


Conozco a Elías desde hace bastantes años. Elías vive en Lloret de Mar con su pareja y siempre que viajo a Calella le llamó para quedar y tomar algo. Se podría decir que somos amigos de toda la vida.
Elías está preocupado, es trabajador de AENA, señalero para más señas. Su trabajo consiste, entre otras cosas, en procurar que los aviones no se estrellen cuando aterrizan en la pista del aeropuerto de Girona y en aparcarlos.
Me cuenta que tienen miedo de que la privatización de los aeropuertos conlleve un empeoramiento de sus condiciones laborales, y quién sabe, si la pérdida del trabajo para algunos.
Yo entiendo su preocupación y le animo en su lucha.
Han convocado una huelga que, de materializarse, me va a perjudicar, sin duda. Pero yo, a diferencia de muchos ciudadanos que piensan que el derecho a viajar en avión es un derecho fundamental –yo no lo he encontrado ni en la Constitución ni en ninguna otra ley- no puedo, en coherencia, sino anteponer su derecho a defender sus condiciones laborales.
Supongo que si han llegado a la convocatoria de huelga es porque han fallado otros cauces; nadie va a la huelga por gusto.
Sé que gran parte de la ciudadanía va a criticar la huelga, aunque la mayoría no viajará nunca en avión.
Sé que, por ignorancia, muchos, cuando se habla de empleados de AENA, piensan en los controladores aéreos y esos sueldos estratosféricos. Nada que ver con la mayoría del personal de AENA.
Sé que la mayoría de medios de comunicación se están posicionando en contra de la huelga. El otro día vi una entrevista del incombustible Matías Prats haciendo preguntas a un representante de los trabajadores de AENA de manera claramente tendenciosa.
Sé que las fechas elegidas son las de mayor confluencia de viajeros, pero en las huelgas se trata de extorsionar, de presionar a la empresa para que atienda a sus reivindicaciones, luego es lógico que se busque hacer el mayor daño posible. No es por mala leche.
No sé cómo acabará un proceso privatizador que parece inevitable, deseo por el bien de Elías y de sus compañeros que tengan éxito en sus demandas.
Pero también les deseo suerte porque me siento partícipe de una lucha más global que tiene muchos frentes y en la que sí estoy inmerso: la lucha de las clases trabajadoras contra la patronal, la Administración y los gobiernos.
Estamos asistiendo a la defunción del Estado del Bienestar y esto sólo se puede enderezar desde abajo, desde la ciudadanía, pero hay que creérselo.
Hay que creer que es posible cambiar las cosas, de lo contrario estamos condenados a vivir en una sociedad esclavista.
Una Constitución escrita servirá para inculcar a los niños -esclavos del futuro- que vivimos en un Estado social y democrático de Derecho; pero no se lleven a engaño, son palabras que aprende el esclavo para que desconozca su propia condición de esclavo.

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