lunes, 8 de septiembre de 2025

La inepcia de Mr. Ripley

 


¡Cómo es posible destrozar una gran novela con tan pérfido y tamaño bodrio!

Ayer mi mujer y yo sufrimos en carne viva la versión cinematográfica de la gran novela de Patricia Highsmith El talento de Mr. Ripley, dirigida en 1999 por Anthony Minghella (El paciente inglés, 1996). Dejando de lado la novela, la película, cinematográficamente hablando, es pretenciosa y aburrida. Sin embargo, lo peor, lo que más indignación nos produjo es la utilización del nombre de la novela en vano. Cualquier parecido con la ficción novelada es pura coincidencia. Se utilizan los nombres de los personajes, las localizaciones y la inspiración de la historia para crear otra historia que sólo vagamente recuerda a la novela. Por ejemplo, los personales de la novela, a diferencia de los de la película, no son planos, sino que se mueven en una inquietante ambigüedad. El Mister Ripley de la película (Matt Damon) es un llorica que inunda de lágrimas medio metraje; sin embargo, el auténtico Mister Ripley (hablar de autenticidad ya es una ironía en esta historia) es un cínico con el lacrimal seco. Tampoco queda muy bien parado el personaje de Dickie Greenleaf (Jude Law), demasiado superficial y sin ningún parecido físico con Tom (en la novela se parecen y eso es parte de la gracia de la historia). Otro ejemplo: la insinuación de la homosexualidad en la novela –en las novelas- de Highsmith es siempre sutil, casi imperceptible, mientras en la película es bastante patente.

En definitiva, si todavía no han visto la película, están a tiempo: ¡no la vean! Lean la novela, me lo agradecerán. Es probable incluso que se enganchen a la serie de novelas del inefable Mr. Ripley (cinco libros impagables).

Y si por desgracia no les gusta leer, siempre pueden acudir a la versión cinematográfica que dirigió René Clément en 1960 con Alain Delon y Maurice Ronet y que se tituló A pleno sol. No tiene la enjundia de la novela, pero es mucho más decente.

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