domingo, 29 de mayo de 2011

Carta abierta a Quim Monzó

Sr. Quim Monzó, si usted fuera un tertuliano de Intereconomía ni siquiera me habría molestado en escribir esta carta. Pero, mire por donde, yo tenía un buen concepto de usted y me ha decepcionado. Seguramente la culpa sea mía por haber puesto demasiadas expectativas en su persona. Tal vez ha sido mi admiración por su literatura y la fruición con que he devorado sus cuentos los que me han nublado el entendimiento.
Leí su artículo publicado en La Vanguardia “He aquí la Spanish Revolution” y me pareció sencillamente vomitivo. Escribe con un desprecio nada disimulado sobre personas que han tenido el coraje de actuar frente a la injusticia social. Sr. Monzó, como intelectual será usted consciente de que tiene la posibilidad de defender el status quo (callar también sería defenderlo) o apoyar los intentos de cambio. Parece que usted se ha decantado por la primera opción; deben pagar bien.
Su texto es un magnífico ejemplo de demagogia; inteligente, si me apura, sarcástico, bien escrito, como siempre, pero demagógico de principio a fin.
Empieza afirmando que la Spanish Revolution, no va a ningún sitio convincente. Para empezar, porque, más que una revolución, de momento es una acampada (sic).
A continuación toma el numero de manifestantes: 150.000 y lo divide por el censo, 47.021.031. Y nos dice que con un 0,037 % no se puede hacer una revolución.
Utilizar ese cociente es burda demagogia; en cualquier revolución, gran parte de la población se ha mantenido inerme, apática, meros espectadores de cuanto acontecía.
En cuanto al término revolución, lo utiliza usted y tal vez quienes inventaron el apelativo de Spanish Revolution, dudo que este movimiento contestatario se haya colocado él mismo ese cartel.
De momento, efectivamente, no es una revolución, ¿y qué?. Lo importante, es que esos enrollados, como frívolamente los llama usted, se están manifestando por unos ideales justos.




Les anima a acabar con el bipartidismo yendo a las urnas y votando a otros partidos. ¡Por favor, Sr. Monzó!, que eso lo diga alguien de Libertad Digital podría entenderlo, pero, ¿usted?. Todavía no sabe que una de las exigencias de estos enrollados es la reforma de la actual Ley Electoral que beneficia a los grandes partidos.
A continuación habla de la empanada que exhiben estos campistas que, según usted, resulta imposible saber qué quieren. ¿La empanada no la tendrá usted?, ¿se ha molestado en leer el manifiesto de Democracia Real Ya en su página web?, ¿no se da cuenta, o no se quiere dar cuenta de que el movimiento se encuentra en estado embrionario, y que es lógico que muchos puntos estén por perfilar?
¿Ejecutar a González Sinde?, ¿Masacrar las urnas?, ¿Qué no haya partidos políticos? por favor, Sr. Monzó, ¿no está usted desvariando?.
No sé si este movimiento llegará a algo convincente, usted ya ha tenido que tomarse la molestia de escribir sobre él aunque el revuelo lo haya generado sólo un 0,037% de la población de este país. Lástima que se haya posicionado ideológicamente donde lo ha hecho.
Atentamente,




Un admirador (de su literatura).

martes, 24 de mayo de 2011

Azuloscurocasinegro

Cuando el otro día vi por televisión por primera vez estos días la Puerta del Sol atestada de indignados casi se me saltan las lágrimas.


No lo podía creer, la apática España, como decían en la BBC, había despertado del letargo.


El movimiento ha alcanzado tal magnitud que los medios de comunicación ya no han podido girar la cámara hacia otro lado, porque en todos los lados había gente.


En una entrevista en no sé qué periódico el periodista preguntaba a un “indignado” si este movimiento tenía intencionalidad política. ¡Menuda pregunta!, pues claro que la tiene.


La política –el reportero no debe saberlo- en una de las múltiples acepciones de la RAE es la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.




Es obvio que la palabra política ha sido denostada por un sistema político que ha creado una casta de políticos profesionales, refractarios a sensibilidades sociales; rehenes consentidos y gozosos del poder económico y financiero.




El viernes pasado estuve en la concentración que hubo en Gijón; una marcha que empezaba en el teatro Jovellanos y que terminaba en una Plaza Mayor rebautizada con un simple papel como “Plaza del Pueblo”.




Me ilusiona la idea de que este movimiento llegue a algo. Pero la alegría dura poco en casa del pobre. El lunes, tras las elecciones, nos despertamos con el mapa de España teñido de azul, azuloscurocasinegro.




Seguiremos luchando.