Querida
Noemí:
Nunca me resultó tan difícil felicitarte el cumpleaños como me lo está resultando hoy. ¡Cómo se felicita a alguien en un día en que parece que
la noche no tiene fin! En casos como este, ya lo sabes, busco consuelo, o al menos la esperanza de encontrarlo,
en las palabras del poeta de Avon: la
noche más larga no es eterna.
Algún día, tal vez el menos pensado, empezaremos a vislumbrar
la luz al final del túnel.
Volveremos, no lo dudes, a esas pequeñas cosas que nos hacen sentir
dichosos. Nosotros no necesitamos grandes fastos para ser felices; nos basta
con poca cosa: nadar en el mar, una comida campestre, aprender una coreografía y
bailarla en la calle; qué éxito tuvimos con Thriller, ¿recuerdas? Y por
supuesto: los amigos, siempre necesarios, hoy imprescindibles. Ningún hombre es una isla, decía el
poeta John Donne.
Estos días –estas semanas ya- me he dado cuenta de que somos
muy afortunados porque tenemos muy buenos amigos. Aunque, de hecho, yo no tenía
ninguna duda de que estarían ahí cuando los necesitáramos.
Y, finalmente, nos tenemos a nosotros mismos: yo a ti, tú a
mí, incondicionalmente, en la salud y en la enfermedad…
Aunque no es día para decir feliz cumpleaños, porque sabemos
que el día de hoy no va ser feliz, que no puede serlo, quiero que sepas que te
quiero más de lo que mi corazón puede soportar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario